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-Me perdí de algo, ¿no? -la voz de kazajistán se logro escuchar confusa y somnolienta.

Alemania y Russia todavía no se habían movido de su lugar en la puerta trasera, las manos de Russia vagaban tranquilamente sobre el cuerpo de Alemania y haciéndolo suspirar contento de vez en cuando mientras su propia mano se había deslizado hace mucho tiempo de la manija de la puerta.

A la llegada del otro hermano, Russia gruñó territorialmente y mordió el cuello del menor para mostrar a todos a quién pertenecía. Alemania grito, sin saber si era doloroso o placentero. Russia lamió el lugar abusado con dulzura y el otro suspiró aliviado.

-Mío. -murmuró el alfa antes de besar el área sensible.

-Sí, lo hice -respondió kazajistán a su propia pregunta y encendió la máquina de café como si fuera totalmente normal que dos hombres hormonales y sobretodo desnudos se besaran en su cocina.

Russia se alejó un poco de Alemania solo para darle la vuelta y luego levantarlo con sus brazos envueltos alrededor del alemán. En cambió Alemania solo envolvió sus piernas alrededor de las caderas del ruso solo para estar más seguro de no caerse. Se aferró a los anchos hombros del alfa y olió su delicioso aroma. ¿Por qué no lo habían hecho antes?

-No quiero entrometerme o algo así, pero ambos están, ehm..desnudos -comentó kazajistán avergonzadó y volteó a mirar fijamente la gorgoteante máquina de café. Russia solo se río entre dientes y volteó a ver a su pequeño alemán.

-¿Todavía no quieres venir conmigo?-preguntó y Alemania tarareó juguetón.

-No estoy del todo convencido, para ser honesto -bromeó y se ganó un gruñido animal como respuesta.

-Entonces tengo que convencerte -respondió Russia con determinación.

-¿Puedes, bueno, no hacerlo en la cocina? Estamos comiendo aquí, ¿sabes? -kazajistán respondió por cuarta vez teniendo su cara muy roja.

-No estés celoso -le reprendió su hermano, aunque mostró misericordia y llevó a Alemania a la sala.

-Sobre eso de ser convincente -se interrumpió, con una sonrisa descarada en su rostro y Alemania se limitó a mirarlo por unos segundos, totalmente paralizado por la rara vista.

-Eres deslumbrante cuando sonríes -comentó y al darse cuenta de sus palabras quiso golpearse la cabeza contra la pared. ¿Estaba loco? ¿Por qué diablos dijo eso? Rápidamente ocultó su rostro contra el hombro del ruso para evitar que vea su sonrojo.

El alfa giró la cabeza y mordió cariñosamente la oreja de Alemania, haciéndole chillar de sorpresa.

-Eres increíble, hagas lo que hagas -respondío con cariño y un calor familiar apareció por completo en las mejillas del alemán. Si seguían así, Alemania tendría que hacer algo al respecto.

De todos modos se preguntó cómo y por qué él gruñon carnívoro había desaparecido, dejándolo con un amigable oso faldero. ¡Y todo eso en solo una hora! Sin embargo, no estaba dispuesto a quejarse asique solo difrutaría del afecto el mayor tiempo posible.

-Entonces, ¿qué puedo hacer para convencerte?

-Podrías empezar con dejar de manosearme como un hombre de las cavernas -dijo Alemania inexpresivo al sentir las manos del Alfa acariciar sus caderas y se removió un poco ante eso.

-Tienes un cuerpo muy bonito y suave -comentó Russia con sinceridad- También podría simplemente arrastrarte a mi guarida. Como un hombre de las cavernas si insistes.

Alemania no tenía ninguna duda de que el otro cumpliria lo que decía, así que simplemente resopló y aceptó su posición temporal envuelta alrededor del cuerpo del alfa. No es como si pudiera quejarse de cómo se sentía, es cierto que se sentía bastante bien, incluso increíble.

-Yo podría cocinar para ti -Russia lo sobornó y Alemania lo miró con duda y curiosidad- ¡Soy un buen cocinero! Cuando era más joven estaba obsesionado con aprenderlo para poder mantener a mi pareja algún día.

-Eres raro -murmuró Alemania, pero besó su mandíbula al mismo tiempo antes de apretar su agarre y apoyar su cabeza en el hombro del contrario- Vamos, arrástrame a tu guarida.

-Sabía que no podías resistirte a la comida -se regocijó Russia con aire de victoria- Aunque estás un poco delgado.

Se notaba la preocupación en su voz y Alemania cerró los ojos para disfrutar el hecho de que alguien realmente es preocupaba por él. Se sentía amado.

Russia salió de aquella casa aunque Bielorrusia trató de convencerlo de que al menos se pusieran un par de sudaderas pero él la ignoro, y Alemania se estremeció cuando el aire frío del otoño paso por su piel desprotegida. El alfa le frotó la espalsa y él solo ronroneó silenciosamente.

Por supuesto, sabía que ambos se basaban principalmente en los instintos, de ahí la necesidad de estar lo más cerca posible del uno al otro, y que las cosaa cambiarían cuando finalmente se enfriaran un poco. Sin embargo, no quería pensar en eso todavía, creía que de alguna manera podrían hacerlo funcionar. De alguna manera estaría bien que ambos tuvieran algunos problemas como también estaria allí para proteger al mayor de cualquier cazador.

De alguna manera estaría allí.

El alfa lo bajó con cuidado en el asiento del automovil e incluso fue tan lejos como para abrocharle el cinturon como a un niño. Alemania lo fulminó con la mirada, pero Russia no se vio afectado en absoluto y se subió a la camioneta del lado del conductor. Era extraño estar atrapado en un vehículo después de tanto tiempo y el miedo le cubría la garganta. Todavía recordaba la bestia que los cazadores habían usado para empujar la vieja camioneta azul de Reich.

Cuando salieron del camino de entrada, una pareja de ancianos los miró sorprendida desde atrás de la acera al otro lado se la calle. Pero a Alemania, honestamente, no le importaba en ese momento lo que lleguen a pensar. Mañana o en unos días probablemente golpearla a Russia por avergonzarlo de esa manera, pero ahora no importaba. Sím estaban desnudos, ¿y qué? Nadie obligó a esa gente a mirarlos. Probablemente había una ley que prohibía correr desnudo en público y sobretodo en la callé, pero no podía importale menos. Estaba bastante seguro de que ya había infringido la ley cuando se comió al conejo porque eso se consideraba un robo o incluso un asesinato.

Russia colocó su mano sobre la de Alemania apretandola y se acercó más mientras entrelazaba sus dedos. ¿Era una abeja especial por esto? Probablemente. Pero de nuevo, no le importaba. Sería cualquier cosa siempre que pudiera estar cerca del ruso.

Con curiosidad miró al alfa que estaba concentrado en la calle casí vacía y pudo vee que tenia cierta dureza en sus ojos, como si todavia hubiera una especie de batalla en su interior. Alemania frunció el ceño confundido. Quizás era realmente extraño tener una pareja masculina, pero no era el fin del mundo. Le tomaría un tiempo acostumbrarse, pero esperaba, contra todo pronóstico, que fueran felices algún día en el futuro.

Tenía muchas ganas de volver a ser feliz.

Russia apretó suavemente su mano y Alemania se mordió el labio para sonreir como un tonto.

De alguna manera lo harían funcionar.

𝐌𝐈 𝐃𝐄𝐒𝐓𝐈𝐍𝐀𝐃𝐎Donde viven las historias. Descúbrelo ahora