Prólogo

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En la vida real las historias no tienen finales felices, más bien, las personas felices tienen un final. Sin embargo, yo no veía el mundo de tal manera. Era tan inocente, tan ilusa... ¿Me culpas por desear ser feliz, aunque fuera al final?

Por las noches era una princesa en las páginas de mi libreta, en donde escribía lo que anhelaba experimentar alguna vez, una libertad y un amor como los que se cuentan en las obras románticas que había leído. Por el día, no obstante, servía en la mansión Leblanc. Qué tonto, ¿no? Una sirvienta deseando ser algo más. Era joven, viva y muy, pero muy ingenua. Nada me quitaba las ganas de soñar, después de todo, era lo único que me quedaba.

Mi madre era una mujer hermosa por dentro y por fuera, me enseñó que no existe mal que por bien no venga y que era capaz de convertir cada cosa que me llegara a las manos en algo que me beneficiara. Provenía de ella la mentalidad tan positiva y optimista que siempre tuve a pesar de todo lo que pasé a temprana edad.

En mi mente se repetía una y otra vez aquel día en el que aprendí de golpe lo que era la muerte. Huérfana a los trece años mi vida cambió completamente. Recuerdo cómo un amigo de la familia se ofreció a cuidar de mí, no teníamos ningún pariente cercano en donde vivíamos, no tenía a nadie. Siendo todavía una niña incapaz de muchas cosas, ¿Qué derecho a elegir tenía yo?, ¿con qué otra opción contaba aquel señor? Su reputación en el pueblo corría el riesgo de ser manchada si dejaba abandonada a la única hija de su gran amigo.

Pasé de ser el tesoro de mis padres a convertirme en una extraña en un lugar que tampoco conocía. Aún recuerdo cómo aquel hombre caminaba con pasos rápidos delante de mí, mostrándome, como si le pesara, lo que sería mi nueva vivienda, porque no veía cómo podía llamarla hogar.

Cinco años más tarde es cuando comienza la historia que realmente quiero contarte, pocos meses antes de cumplir la mayoría de edad. En ese entonces seguía siendo la chica dulce, confiada y optimista que mi madre soñaba que fuera, pensando que el amor siempre sería como el que se tenían mis padres el uno al otro.  Por tal razón, no me di cuenta de muchas cosas y me dejé llevar por el deseo o, más bien, por la esperanza de, por fin, vivir mi felices para siempre.

TAN SOLO TRES MESES | COMPLETADonde viven las historias. Descúbrelo ahora