Capítulo 22

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Me removí entre las sábanas tratando de cambiar de posición, pero un peso encima de mí lo evitaba. Abrí los ojos con pereza y sentí como si se me derritiera el corazón al verle allí, tan tranquilo, aún dormido. No se había ido. Su brazo encima de mí me había impedido movilizarme. Una pequeña sonrisa se asomó en mi rostro al mismo tiempo que llevé mi mano con cautela hacia su mejilla para acariciarla con gentileza. Parecía estar durmiendo plácidamente, me alegraba que también haya podido descansar.

Derek dejó escapar un leve quejido mientras se removía ante mi toque, provocando que alejara mi mano rápidamente. Él se dio la vuelta, dándome la espalda y prosiguió durmiendo. Dejé escapar una suave carcajada mientras me levantaba con cuidado de la litera para no terminar de despertarle. Algunos rayos de sol se colaban entre las cortinas iluminando vagamente la habitación, por suerte ya no llovía más.

Me metí entre las cortinas y apoyé mis codos en el borde de la ventana, mirando hacia afuera. El césped lucía mojado y, de los árboles y el techo, caían algunas gotas de agua que se habían acumulado de la pluviosa noche anterior. A pesar de la paciencia y el apoyo que había recibido por parte de Derek, no podía evitar sentir vergüenza ante lo que había sucedido. Me preguntaba si algún día haría las paces con mi pasado y dejaría ir lo que tanto me atormentaba.

Miré por encima de mi hombro al escuchar unos pasos acercarse, no me había dado cuenta de que Derek se había despertado. Me di la vuelta sin dejar de mirarle.

—Buen día, Liana. –Saludó con la voz ronca mientras estiraba sus brazos por detrás de su cabeza, provocando que los músculos de su pecho se expandieran. Mis ojos merodeaban por su cuerpo, no podía negar lo atractivo que era. – ¿Liana? –De inmediato llevé mi vista a su rostro, esbozando una sonrisa nerviosa.

—Buenos días, Derek. –contesté, inclinando ligeramente mi cabeza. – ¿Lo desperté? –pregunté, a lo que él negó con la cabeza.

—¿Cómo durmió? –preguntó acercándose a mí y colocándose a mi lado, haciendo la mitad de la cortina hacia un lado y mirando hacia afuera. – Ha dejado de llover... –murmuró, como si estuviese aliviado.

—Mejor de lo que esperaba, y todo gracias a usted. –contesté observándole por algunos segundos mientras él aún miraba hacia el exterior. – Lamento haberle importunado. –Me disculpé, dándome la vuelta para también volver a mirar hacia afuera.

—No hay nada que lamentar. –contestó, mirándome. – Es un placer ayudarla en lo que pueda. –continuó diciendo. – Además, no había dormido tan bien en meses. –confesó, dejando escapar una leve carcajada. Levanté mi vista hacia él algo sorprendida y sonreí, asintiendo antes sus palabras. Mantuvimos el contacto visual por un momento sin decir nada, y por cada segundo que pasaba sentía cómo me latía con más velocidad el corazón. –Me alegra que esté bien. –dijo finalmente, colocando con gentileza una mano tras mi cabeza para acercarme y abrazarme. Rodeé su torso con mis brazos, apretándolo suavemente contra mí.

—¿Hice que se preocupara mucho? –pregunté casi en un susurro, a lo que no respondió, dándome a entender que así fue. – Perdóneme. –Él plantó un suave beso en la coronilla de cabeza y luego se alejó de mí.

—No pasa nada. –contestó, brindándome una leve sonrisa. – ¿La veo luego? –preguntó, dando algunos pasos hacia atrás. Asentí, dejando escapar una suave carcajada.

—Sí, señor. –contesté en tono divertido.

—Bien, señorita Basurto. –dijo con una sonrisa juguetona antes de hacer su camino hacia la salida.

...

—Liana, que no se te olvide nada, por favor. –reiteró la señora Amelia mientras buscaba el dinero que iba a utilizar para los encargos que me había asignado.

TAN SOLO TRES MESES | COMPLETADonde viven las historias. Descúbrelo ahora