Toda una vida soñando con un final feliz y bastaron tan solo tres meses para darme cuenta de que no existe. Por mucho tiempo viví aferrada a un destino de fantasía, con la esperanza de que algún día mi sufrimiento acabara, pero la vida real no es así. En la realidad todos debemos enfrentar infortunios y estos no se desvanecen cuando llega algo mejor; si no hacemos las paces con nuestro dolor, con nuestro pasado, entonces estaremos condenados a sabotear todo lo bueno que nos venga.
Por años idealicé el amor, esperando que mis futuras relaciones fueran como la de mis padres, sin pensar en que, tal vez, por ser tan pequeña, obviaba que ellos también tenían problemas, se enfadaban y discutían. Mis padres no eran perfectos, pero, al final del día, el amor que se tenían era más fuerte que cualquier circunstancia. Ahora me doy cuenta de que estuve deseando las cosas equivocadas.
La historia que quise contarles no tiene un final feliz, de hecho, espero que no lo tenga, pues eso significaría que ha de acabarse y no es lo que deseo. Conocí a alguien que está muy lejos de ser perfecto, pero que, al igual que yo, también tuvo un pasado duro, pasado que lo condicionó a ser algo de lo que no se enorgullece. Sin embargo, gracias a esa persona que él solía ser pude conocer a quien realmente es: un hombre herido pero dulce y deseoso de amar.
Nuestra historia no es la más hermosa, pero es suficiente para mí. Aún seguimos conociéndonos, sanando, creciendo y superando cosas, pero el amor que sentimos el uno por el otro es más fuerte que cualquier circunstancia. Quizás lo que dijo Derek sea cierto y realmente Dios o el destino utilizó aquel vil plan para unirnos y cambiarnos. No pretendo negar que recordar lo sucedido no duele, que desearía que las cosas hubieran sido diferentes, pero confío en que todo pasó como debía pasar.
—¡Adelante! –respondí luego de escuchar varios toques a la puerta. En ese momento Derek asomó su cabeza por la puerta, mirándome con una sonrisa juguetona. – ¡¿Derek?! –exclamé con sorpresa, él se colocó el dedo índice sobre los labios, como pidiéndome que hiciera silencio. Rápidamente me di la vuelta para que no pudiera verme de frente mientras él entraba en la habitación y cerraba la puerta tras él. – ¿Qué está haciendo? Sabe que no puede estar aquí. –dije, mirándolo por encima de mi hombro. Derek lucía un elegante traje negro mientras caminaba hacia a mí con la misma sonrisa socarrona del principio, lucía precioso.
—¿Quién ha puesto tan absurda regla? –preguntó él, tomándome gentilmente por la cintura y dándome la vuelta para que le diera la cara. Apreté los labios, reprimiendo una sonrisa mientras le miraba hacia arriba. Al parecer Derek se había asegurado de que todas mis damas estuvieran afuera para escabullirse en mi alcoba.
—Es de mala suerte que vea el vestido de la novia antes de la boda. –objeté, llevando mis manos a los bordes del saco de su traje, donde se encuentran los botones, y los acomodé mejor con una pequeña sonrisa.
—¿Es usted supersticiosa? –preguntó, alzando una ceja y acercándome un poco más por la cintura. Dejé escapar una leve carcajada mientras negaba sin dejar de mirarle. – Entonces esas son solo estúpidas restricciones que le impiden al novio disfrutar de su futura esposa.
—Por supuesto, tiene toda la razón. –respondí sarcásticamente, provocando que ambos riéramos. Aquel era el día de nuestra boda, tal vez uno de los días más felices de mi vida. – Luce muy bien en esta mañana, señor Leblanc. –halagué unos segundos más tarde, él sonrió levemente.
—Usted me supera por mucho, señorita Basurto. –contestó él y sentí como mis mejillas se calentaban ligeramente, indicándome que se habían sonrojado. Era increíble cómo aún reaccionaba así estando con él, esperaba que ese efecto que causaba en mí jamás desapareciera.
—Futura señora Leblanc. –corregí en tono divertido.
—Futura señora Leblanc. –repitió él, asintiendo. Seguido a esto, Derek se mantuvo mirándome en silencio por varios segundos, me veía con admiración, con cariño. Luego llevó una de sus manos hasta mi mejilla e incliné mi rostro hacia su tacto, también mirándole.
ESTÁS LEYENDO
TAN SOLO TRES MESES | COMPLETA
Lãng mạnLiana era la única hija del señor y la señora Basurto, con dinero suficiente como para alimentar a todo el pueblo. Con todo eso, la teníamos aquí como sirvienta, ¿Cómo? "Ella no lo sabe, ¿Verdad?" Mi padre negó con su cabeza, mientras una pequeña so...