Capítulo 18

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Narra Derek:

No pude descansar aquella noche dando vueltas y vueltas en mi litera. Los pensamientos no me dejaban en paz y si lograba conciliar el sueño, las pesadillas me turbaban. No me encontraba bien, ¿Qué estaba pasando conmigo? Debería estar contento, había logrado deshacerme del señor Birdwhistle y ahora era solo cuestión de tiempo para que Liana se desposara conmigo, ya que con el teatrito público que habíamos montado era casi un deber casarme con ella, aunque con nuestra entrada había dejado muy en claro que esa era mi intención. Jamás me había presentado con una mujer, mis enredos eran muy discretos, con mujeres muy diferentes a Liana o a cualquiera de estas damas criadas y moldeadas perfectamente para encajar en la alta sociedad, como muñecas sin decisión propia cuya mayor ambición era el casamiento.

Sin embargo, no me sentía realizado, sentía una fuerte molestia en el pecho y el estómago. "Hay algo que me da mucho miedo... que usted vuelva a dejarme." Aquella escena se repetía una y otra vez en mi cabeza, haciéndome sentir enfermo, ansioso y culpable. Sabía que no era buena idea meterme en esta mierda, sabía que era un error. Lo que no me prevenía era que mis sentimientos quedarían involucrados, para mí era algo imposible. Pero ahora estaba aquí, perdiendo el sueño por alguien que hace algunos meses era inexistente para mí, dudando de un plan que parecía ser pan comido y luchando con los fantasmas de mi pasado, todo a la vez.

Aquella mañana desperté inquieto, me levanté de la cama y fui a asearme. Tenía una tremenda cara de cansancio al verme en el espejo. Me vestí con rapidez y salí de mi alcoba, caminando a paso rápido por los pasillos. "Buenos días, señor." Escuchaba a las criadas decirme mientras pasaba, yo inclinaba mi cabeza como respuesta, sin detenerme. Toqué un par de veces la puerta antes de entrar sin indicación y caminé con paso firme al escritorio de mi padre, quien estaba dándome la espalda, mirando hacia fuera por el ventanal. Al escucharme, se dio la vuelta con el ceño fruncido, sin entender el porqué de mi visita ni de mi inquietante actitud.

—Padre, no puedo hacerlo. –solté, cruzando mis brazos tras mi espalda y mirándole con seriedad, aunque mi ritmo cardíaco estaba muy elevado. Su expresión denotaba confusión.

—Antes que todo, buenos días, Derek. –dijo, tomando asiento en la silla detrás de su escritorio. – ¿Podrías explicarme de qué me estás hablando? –preguntó, poniéndose sus lentes y mirándome hacia arriba.

—De Liana, no puedo casarme con ella. –Respondí. Él me observó por algunos segundos en silencio y luego estalló en carcajadas.

—Hijo, ¿No crees que es muy temprano para tus bromas? –preguntó negando con la cabeza. Tensé la mandíbula sintiéndome aún más frustrado.

—Padre, ¿Acaso me ves riendo? – pregunté de vuelta. – No puedo seguir con esto. –Repetí. Su expresión se tornó dura, como si estuviera enojado y bajó un poco sus lentes, mirándome por encima de ellos.

—¿No crees que es demasiado tarde para arrepentirte? –preguntó, poniéndose de pie para quedar a mi altura.

—Aún no he pedido su mano, creo que estamos muy a tiempo. –contesté con firmeza, tratando de no alterarme.

—¡¿Te has vuelto loco?! –preguntó, soltando una carcajada de incredulidad. – Y yo que estaba a punto de felicitarte por tu logro en el baile de anoche.

—Es que... —negué lentamente, frunciendo el ceño. – No puedo dejar de pensar que estamos cometiendo un grave error.

—¿Un error? Estamos salvando nuestro futuro, Derek. – contestó mi padre con enojo. – ¿Es que no lo ves? ¿Cómo podría ser esto una equivocación?

—¿Y qué hay de Liana? –pregunté alzando un poco la voz y señalando hacia atrás, como si ella estuviera allí. – ¿Qué hay de su porvenir?

—¿Desde cuándo te interesa tanto esa muchacha? –preguntó alzando una ceja. Tragué saliva y desvié la mirada por unos cortos segundos. – No me digas que es lo que estoy pensado, Derek. –reflexionó mirándome fijamente, dando la vuelta al escritorio con pasos lentos para acercarse a mí. – ¿Te estás enamorando de ella? – Preguntó intuitivamente, mirándome a los ojos. Abrí la boca para hablar, pero no logré articular una respuesta. ¿Será que es eso, que me estoy enamorando? Mi padre empezó a reír, procediendo a caminar de un lado a otro frente a mí, negando repetidas veces con su cabeza. – No es eso, ¿Cierto? Es que ya estás enamorado de ella. –afirmó con seguridad.

TAN SOLO TRES MESES | COMPLETADonde viven las historias. Descúbrelo ahora