Capítulo 24

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El enojo de la señora Amelia se desvaneció de inmediato al escuchar la gran noticia de nuestro compromiso. Me atrevería a decir que estaba incluso más emocionada que yo, después de todo, nos quería como si fuéramos sus propios hijos y había estado presente en cada etapa de nuestro crecimiento, apreciaba demasiado su amor incondicional. La señora Amelia no tardó en avisarle a las demás chicas, las cuales armaron un escándalo en la cocina, felicitándonos y llenándonos de buenos deseos. Derek se veía incómodo entre los chillidos y las risas, pero al mirarme parecía no importarle nada más que yo, se sentía como si todo al rededor fueran ecos lejanos y solo nos halláramos nosotros. ¿Era esto un sueño?

El señor Leblanc también se alegró muchísimo cuando Derek me presentó ante él como su prometida, más de lo que imaginé. Jamás me había sentido tan acogida por él, pero me llenó de felicidad por fin pertenecer a su familia después de tantos años. Pronto sería la futura señora Leblanc y, aunque por una parte me llenase de ilusión, para mí esto significaba una gran responsabilidad. Si bien pretendía permanecer fiel a mí misma, también aspiraba a estar a la altura de Susan, siguiendo sus pasos y haciendo todo desde el corazón.

...

24 de junio, mi cumpleaños. Aquel día desperté temprano con mucho ánimo y, como había hecho costumbre desde la fecha de nuestro compromiso, lo primero que hice fue contemplar mi anillo con ilusión, era precioso. Salí de entre las sábanas y caminé hacia la ventana, corriendo las cortinas hacia los lados para ver el hermoso paisaje que se me presentaba, el día parecía estar celebrando conmigo. Por fin cumplía mi mayoría de edad, no como lo esperaba, sin las personas que siempre deseé tener a mi lado, pero era suficiente y le agradecí tanto a Dios por permitirme vivir un año más. Los últimos meses le habían dado un rumbo completamente distinto a mi vida, a mis planes, a mis deseos. Ahora todo lo que quería se encontraba dentro de las paredes de esta mansión, irónico, ¿No?

De querer escapar, pasé a encontrar mi hogar en unos cálidos brazos, en unos tristes ojos café, en un serio semblante y en un corazón tan herido como el mío. Siempre estuvimos allí, uno frente al otro, pero fuimos demasiado ciegos para darnos cuenta. Entendí que ser libre significa que también puedes elegir quedarte.

La boda se llevaría a cabo en menos de dos semanas, no vimos la necesidad de alargarlo tanto cuando ya vivíamos juntos y nos sentíamos listos para dar el siguiente paso. Deben imaginarse todo el ajetreo que teníamos por delante, ¿Cierto? La elección del vestido, del presupuesto, elaborar una lista de invitados, la degustación de la comida y bebida, decidirnos por la decoración y el lugar, contratar a algún organizador o hacerlo por nuestra cuenta, todo aquello y más en tan poco tiempo. Gracias al cielo tenía el apoyo de la señora Amelia, de mis amigas y de mi futuro esposo, quien parecía solo querer complacerme.

Una vez estuve lista, salí de mi habitación con dirección al piso de abajo. Al pasar, los guardias que estaban ubicados en diferentes zonas inclinaban su cabeza ante mí como saludo, era algo nuevo para mí y debo confesar que se me hacía incómodo. No deseaba que me vieran como superior a ellos, pero supongo que era parte del protocolo.

Antes de llegar a la cocina escuché unos ruidos y la risa de la señora Amelia fulgurar. Me coloqué detrás de la pared y asomé mi cabeza para descubrir que se trataba de ella y Derek preparando aparentemente la masa para un pastel. Las demás chicas observaban la situación con risas discretas mientras preparaban el desayuno. Derek llevaba puesto un delantal de cocina, la camisa remangada y tenía en las manos un recipiente de metal y una cuchara de madera, mezclando con dificultad lo que contenía. Tenía el rostro manchado con un poco de harina y la nariz arrugada con disgusto.

—Venga, déjeme ayudarle. –dijo la señora Amelia mientras le arrebataba el envase. –Insisto en que no me molesta preparar el pastel por usted.

—Se lo agradezco mucho, Amelia, pero si Liana llegara a enterarse de que fue usted quien lo hizo no dejaría de fastidiarme. –contestó, sacudiendo las palmas de sus manos una con la otra para quitarse el polvo blanco que tenían. Reí en mis adentros al escuchar aquella certera declaración.

TAN SOLO TRES MESES | COMPLETADonde viven las historias. Descúbrelo ahora