Por fin había llegado el día de celebrar el baile anual caritativo para el pueblo, auspiciado por la familia Leblanc. Desde que tengo uso de memoria, incluso antes de venirme a vivir a la mansión, se celebraba esta fiesta. Se dice que Susan Leblanc, la madre de Derek, fue quien dio vida a dicha tradición familiar y religiosamente, cada año, se hacían los preparativos para que se llevara a cabo tan noble evento. A mí me llenaba de ilusión cada vez que llegaba la fecha, pues sabía que muchos pueblerinos no tan afortunados saldrían beneficiados.
El baile de caridad de los Leblanc consistía básicamente en reunir a la burguesía del pueblo y motivarlos a donar dinero o a invertir en alguno de los negocios locales. ¿Qué tenía de especial esta celebración? Sencillo, para la clase trabajadora oportunidades de crecer y mejorar, para los ricachones, jactarse de ayudar a los pobres. De todos modos, la intención detrás de sus aportes era lo menos importante, lo fundamental era conseguir los fondos.
El día parecía celebrar la ocasión, ya que era soleado y fresco. Los pajarillos ambientaban con su música mientras que, desde muy temprano, ya estábamos preparando todo. La señora Amelia insistió en que no era necesario que les ayudara, pero me negué rotundamente a perder el tiempo haciendo nada mientras los demás trabajadores se rompían el lomo para que todo quedara nítido.
Íbamos preparando el salón de baile, las mesas alrededor con sus manteles y centros de mesa, cajas de champaña y vino entrando a la cocina, la señora Amelia esperando los encargos de la pastelería, los cocineros preparando los aperitivos pautados por el dueño de la casa, un millón de cosas haciéndose y por hacer. Aun en medio de todo el caos y la presión, me sentía contenta, disfrutaba trabajar con la señora Amelia y las demás chicas, además, estoy segura de que vería al señor Birdwhistler aquella noche.
Mientras limpiaba y desempolvaba los grandes cuadros de uno de los pasillos, tarareaba la melodía de una música de piano que había estado aprendiéndome. Me detuve a observar el retrato de la señora Leblanc, era muy hermosa. Susan tenía un largo cabello oscuro, sus ojos eran una mezcla entre café y miel, su rostro transmitía amabilidad y seguridad, me hubiera gustado conocerla.
—Parece estar muy concentrada. – su tono divertido me sorprendió y provocó que saliera de mi transe. Volteé a mirar sobre mi hombro y allí estaba él. No podía evitar sentir un cosquilleo en el estómago o un punzón en el corazón cuando le veía.
—Lo siento, es que era muy hermosa. –dije simplemente, volviendo mi vista al cuadro. Derek se paró junto a mí, mirando la pintura.
—Concuerdo con usted. –contestó, asintiendo levemente. Tenía los brazos detrás de su cuerpo y una expresión serena.
—Usted se parece mucho a ella. –comenté mirándole, él imitó mi acción, ladeando una sonrisa socarrona.
—¿Está insinuando que soy hermoso? –preguntó. Rodeé los ojos y dejé escapar una suave carcajada mientras volvía mi vista al retrato. Su madre llevaba un vestido rojo, con detalles y encajes blancos en la parte del escote.
—En los ojos, son muy similares. –aclaré. Él miró el cuadro nueva vez, dejando escapar un suspiro casi inaudible y luego asintió, dándome la razón. Nos mantuvimos en silencio por algunos segundos, entonces recordé algo importante. – Derek, ¿Puedo hacerle una pregunta? – Él me miró con intriga.
—Adelante.
—Pues... –dudé un poco antes de hablar, tratando de elegir sabiamente mis palabras. No había tocado el tema por indecisión y falta de valor, pero no era simple curiosidad lo que sentía, estaba preocupada. – No sé si recuerda aquella noche en la que estaba ebrio. – dije, él asintió.
—Vuelvo a pedirle disculpas por eso. –dijo.
—No se preocupe. –contesté negando. – Verá... Usted tuvo una pesadilla aquella noche, me alarmó mucho. –confesé. Al escuchar esto, Derek frunció ligeramente el ceño y pasó su vista al frente, como si estuviera avergonzado, como si no recordara aquel momento. Tal vez era borroso para él ya que era muy tarde y estaba bajo los efectos del alcohol.
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TAN SOLO TRES MESES | COMPLETA
RomanceLiana era la única hija del señor y la señora Basurto, con dinero suficiente como para alimentar a todo el pueblo. Con todo eso, la teníamos aquí como sirvienta, ¿Cómo? "Ella no lo sabe, ¿Verdad?" Mi padre negó con su cabeza, mientras una pequeña so...