Capítulo IV

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"Una verdad."

Llevaban alrededor de seis semanas viviendo juntos, para Kyoko, esto parecía un sueño hecho realidad, pues le encantaba lo cómoda que se sentía en ese lugar, mientras que para su hermano y Hanma era lo contrario. Detestaban la compañía el uno del otro y el hecho de compartir habitación empeoraba la situación.

Una de esas veces que estaban peleando, la chica tuvo que ir a gritarles a ambos que cerraran la boca al menos dos minutos  puesto que no la dejaban descansar. Parecían una pareja tóxica, ¿familia disfuncional? También podría considerarse así.

Ese día era uno (considerablemente) normal, Kyoko estaba recién levantándose de la cama en su tan deseado sábado, y como era de esperarse, no tenía nada que hacer, y se estaba levantando a las dos de la tarde tal cual como alguien que no tenía nada que hacer. Creyó estaba sola en casa pues no había ruido alguno, salió de su habitación atando su cabello en una coleta alta y se caminó en dirección al baño.

Para su sorpresa, antes de que lo intentara abrir alguien más jaló la puerta desde dentro y era aquel chico de mechones rubios. Solo vestía un pantalón color gris, su cabello húmedo sin peinar y tenía una toalla encima de sus hombros que cubría sutilmente su pecho.

La chica no pudo hacer otra cosa más que observar los abdominales de quién se encontraba frente a ella, pero aquella admiración no le duró mucho ya que Hanma lanzó la toalla al rostro de la chica, cubriendo su rostro. Pasó alrededor de ella y se dirigió a su habitación, abrió la puerta y antes de entrar, habló.

—No te enamores de mí. Una vez que lo haces, ya no hay marcha atrás.

—¿Enamorarme de ti? Pf.— Chistó mientras movía su cabeza de lado a lado provocando que la toalla que yacía en su rostro ahora cayera en su hombro izquierdo. —Ni en un millón de años, preferiría morir.

El de mechones rubios mostró una sonrisa ladina. —Sí, claro.

Kyoko chasqueó la lengua ante sus últimas palabras y entró al baño con la intención de tomar una siesta. A final de cuentas, hoy era un día especial para ella.

Por otro lado, Hanma ya se encontraba en su habitación, Keisuke estaba ahí en su cama viendo algo trivial en su teléfono. El mayor, como buen entrometido que era, se acercó a mirar la pantalla del pelinegro y apenas pudo visualizar lo que había en esta, se percató de que eran diferentes tipos pasteles y ramos de rosas de diversos tamaños, colores y incluso sabores (literalmente). En pocas palabras: regalos.

El dueño del teléfono alejó este empujando al entrometido con ayuda de su pie, mirándolo con el ceño fruncido. —Deja de mirar como si fuera tu propio teléfono, Hanma.

Nuevamente hizo una sonrisa ladina. —Oi, oi, ¿Acaso estás viendo regalos para tu novia?— El otro sólo lo miró con una expresión de disgusto.

—Imbécil.— Se sentó en la orilla de la cama, mientras que Hanma se levantaba del piso e iba a su armario en busca de una camiseta que ocupar. —Sólo estoy buscando un regalo para Kyoko.

Hanma volteó. —¿Un regalo? ¿Para qué?

Keisuke no respondió nada al instante, sólo le mostró su calendario, señalando con su dedo índice la fecha de hoy. Hanma, cuando vió la fecha se sorprendió: veintiséis de noviembre, ahora el repentino regalo tenía sentido, hoy era el cumpleaños de la Baji menor.

—Ya veo... suerte con encontrar algo de último minuto.— Dió unas palmaditas en el hombro del y se dió la vuelta con la intención de salir de la habitación pero la voz del pelinegro lo detuvo.

—Espera.— De su boca salió un pesado suspiro, ni siquiera quería voltear a mirarlo —Necesito que me ayudes a encontrar algo para ella.

—¿Baji Keisuke necesita de mi ayuda? ¿En serio?— Rió con incredulidad, pero después le miró de reojo y negó con la cabeza. —No.

Por siempre seré tu pecado [Hanma Shuji x OC] EDITANDO !!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora