Capítulo 9: Tienes que ir.

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Cuatro años después.

Seraphina se encontraba en su laboratorio mezclando diversas pociones y brebajes, para nuevos medicamentos. Hacía tres años que trabajaba en el hospital San Mungo de Enfermedades Mágicas. Era muy respetada por sus compañeros y por los pacientes, que siempre se sentían agradecidos por su ayuda.

Sus amigas del colegio trabajaban junto a ella. Giselle era enfermera. Y Anabel, trabajaba en el salón de té del quinto piso. Fini les había conseguido el puesto a las dos. Giselle se dio cuenta que esa era su vocación hacía dos años y Anabel aún no había descubierto la suya, pero era muy buena atrayendo personas, cosa que el encargado del salón de té estaba más que feliz por los ingresos de los últimos años.

- ¡Por favor Ana eso es ridículo! – las dos mujeres entraron al laboratorio discutiendo donde su amiga estaba con los ojos en el microscopio. Y ésta levantó la mirada de las pócimas.

- ¿Y ahora por qué pelean? –

- Solo le decía a Giselle "la aburrida", que tendríamos que salir otra vez las tres como lo hacíamos hace años atrás. –

- Y yo le decía que no. Punto. -

- Y pensar que la casada soy yo. – dijo Anabel. Marcel Leduc, su marido es un apuesto mago francés mucho más grande que ella. Exactamente quince años mayor que Anabel. Que se dedica a la importación y exportación de balanzas y calderos mágicos. Había hecho mucho dinero desde que su padre le dejó la empresa para retirarse y vivir una vida tranquila lejos de los negocios. Ana les había mostrado una foto de Marcel, del día en que se casaron. Lamentablemente Fini no había estado en ese momento, primero porque se encontraba en el campamento en Rumania. Y segundo porque el suceso había acontecido en Nueva York. Marcel estaba de viaje de negocios y Ana lo acompañaba. Él le pidió matrimonio y simplemente se casaron. Tampoco Giselle conocía al hombre muy a pesar de que el matrimonio ya llevaba cuatro años. Ana siempre decía que Marcel viajaba mucho pero que lo amaba y que era muy feliz con él. Y eso era lo que más deseaba Fini, que sus amigas sean felices.

- ¿Quieres dejar de refregarnos que estas casada? Ya sabemos que tuviste suerte y nosotras no. - Soltó Giselle muy molesta.

- ¡Aaaah! ¿Cómo puedes decir eso? Jamás insinué que yo tuviera suerte y tú no. ¿Verdad Fini? –

- Chicas, chicas... dejen de discutir. Ambas son muy afortunadas. Por tenerme a mi, claro. – Bromeó haciendo que las aguas se apaciguaran. En el colegio sucedía lo mismo Fini era la que mediaba entre sus amigas. Se sabía que Giselle tenía pocas pulgas y que Anabel no pensaba las cosas que decía. "Como se suele decir, las cosas nunca cambian" pensó.

Y al final las tres rieron. Anabel se sentó sobre la mesada y sin querer tiró al suelo uno de los libros de Fini. De éste salió disparada una foto que quedo a los pies de Giselle. Ella tomó ambas cosas pero se quedó observando la foto con evidente sorpresa y le dijo,

- ¿Y esto? – Fini tomó la fotografía mágica y la observó con tristeza. En ella se veía a una Seraphina de cabello corto de color castaño, que reía muy feliz. Detrás abrazándola, se encontraba un joven pelirrojo, que miraba sonriendo a la cámara y de repente la besaba en la mejilla. Ambos se veían muy enamorados.

- Dame... quiero ver. – dijo Anabel. Fini se la tendió y se quedó mirando el piso. – ¿Acaso este no es el pelirrojo con quien te acostaste antes de lo que paso con tus... - pero antes de mencionar lo sucedido con los padres de Fini, Giselle la miró con dureza.

- Fini... ¿Estás bien? – Seraphina miró a sus amigas, con lágrimas en los ojos, pero sonriendo. Jamás les había contado de Charlie en todos esos años.

Me Enciendes. [RESUBIDA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora