Capítulo 2: El cambio.

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8:10 hs. - Londres.

Seraphina despertó completamente abombada. No quería mover la cabeza para que no le explotara. "¿Por qué rayos había tomado de esa forma?".

Alguien llamó a la puerta y los golpes se le incrustaron en los tímpanos como rayos.

- ¡Yaaaa! Dejen de golpear. – Lentamente Fini se levantó y fue hacia la puerta "¡Para colmo estoy en Londres! ¿Por qué diablos no me quedé en Francia?". Al abrir, estaban sus dos amigas sonriendo. Pero el gesto se desvaneció apenas la vieron.

- ¡Oh por todos los seres mágicos! Fini eres un desastre. - exclamó Anabel.

- Gracias... Solo denme un minuto que voy a vomitar y regreso. – Fini se dio vuelta y se dirigió al baño. No sin antes ver las caras de asco de sus amigas. Al mirarse al espejo no podía creer lo que veía. Tenia toda la cara pintarrajeada. Su cabello ensortijado peor que de costumbre. Y no aguantó más. Se dio vuelta para vomitar en el inodoro.

- Oye amiga, ¿cómo te fue con el pelirrojo? – le preguntó Giselle del otro lado de la puerta. Fini que estaba sosteniéndose la frente con una mano y con los ojos cerrados, levantó la cabeza rápidamente al oír la pregunta. Se puso de pie y fue prácticamente volando hacia la puerta para enfrentar a su amiga. Ambas estaban allí nuevamente sonrientes.

- ¿Qué pelirrojo? –

- ¿Cómo? ¿No lo recuerdas? Yo lo recordaría perfectamente porque estaba como para comerlo sin respirar. Tienes suerte que se haya acercado a ti. – dijo Anabel abanicándose con la mano, dando a entender que estaba acalorada.

- Pues no... No lo recuerdo. ¿Y ustedes dicen que pase la noche con él? –

- Bueno nosotras nos quedamos en la habitación de al lado y parecías estar muy contenta. Escuchábamos gritos y muchas risas. Y fueron hasta altas horas de la madrugada. – le respondió Giselle giñando un ojo. Fini suspiró pensativa pero al fin dijo.

- Bueno no importa. Porque cuando desperté por suerte ya no estaba. Y estoy segura que no se acordará de quien soy. Por lo que respecta a mí, tengo que ir a casa a convencer a mis padres que no tengo que casarme para ser una mujer hecha y derecha. -

- ¿Y si no te escuchan que harás? – preguntó Anabel.

- No lo sé amiga. No lo sé. -

Después de haber pasado una noche alocada, las tres jóvenes partieron hacia Paris, donde se despidieron tomando cada una, el camino hacia sus hogares.

En el barco que llevaba a Fini hacia la isla, tuvo tiempo para pensar sobre el tema de su futuro matrimonio.

Como primer intento trataría de convencer a sus padres de que eso era una locura. Ella no necesitaba casarse para estar acompañada de alguien. Tenia a sus amigas y también pensaba conseguir un trabajo donde conocería muchas personas. Todavía no tenia pensado que hacer de su vida pero tampoco era para tomárselo a la ligera aún tenía diecisiete años y toda una vida por delante.

Al llegar a su casa sintió que algo no andaba bien. Estaba todo demasiado calmo. Siempre había gente que estaba dando vueltas por el todo lugar. El ama de llaves, las mujeres que aseaban la casa, el jardinero que siempre comenzaba por arreglar el frente. Sin ir más lejos los perros siempre la venían a saludar. Pero esta vez no escuchó ni un ladrido. Fini tenía dos rottweiler y un chihuahua.

Al entrar a la cocina el horror lleno sus ojos. Los perros Rottweiler estaban muertos sobre el piso de cerámica. Esta visión hizo que la joven corriera escaleras arriba para saber si sus padres estaban bien. Pero lo que vio termino por destrozar su corazón. Su madre estaba en la cama con los ojos abiertos viendo el techo sin mirarlo. En cambio su padre, estaba tirado en el piso. A pocos centímetros de su mano se hallaba un arma muggle que siempre tenía en su cajón de la mesita de luz. Era obvio que esto era cosa de magos. No había sangre por ningún lugar. Ni tampoco signos de que su padre haya disparado.

Me Enciendes. [RESUBIDA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora