💫○Como la casita de un ratón○💫

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—¡Leorio ya deja eso, maldita sea!— Le gritaba Kurapika desde la cocina, ya que desde hace unos minutos que se habia puesto a revisar los cajones del living de Gon sin el consentimiento del chico

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—¡Leorio ya deja eso, maldita sea!— Le gritaba Kurapika desde la cocina, ya que desde hace unos minutos que se habia puesto a revisar los cajones del living de Gon sin el consentimiento del chico.

—¡Kurapika cállate ya!, Gon podría venir en cualquier segundo— No intentó dar alguna excusa, ya que era mera curiosidad, revisaba los papeles, los objetos pequeños, habia muchas cuentas pagadas.

—¡Somos sus malditos invitados!, no debes husmear— A pesar de que tenía unas insanas ganas de golpearlo, se contenía al morderse los labios, susurrando lo más alto posible.

—Ya, ya, que conste que no lo dejo por que tú me lo hayas dicho—  El hombre de lentes dorados cerró todos los cajones de golpe e irritado se fue junto a Pairo al sillón, el niño se reía de las discusiones de los mayores, con nostalgia y alegría.

—"Si claro, viejo chismoso"— Se alejó del living, debía revisar la nueva tanda de pizzas del horno, ya que tenía algunas preparadas en la mesa; todos los presentes escucharon el pestillo de la puerta destrabarse, dejando pasar 3 fuertes voces.

Alluka fue la primera en pasar, como un torbellino de emoción que revoloteo la mirada por cada pared, mueble o persona de la sala a la vista; allí reconoció a Leorio que sin tapujos se levantó corriendo del sillón con los brazos abiertos, recibió a la pequeña en ellos, levantandola del suelo de un tirón y girando en su lugar.

—¡Señor Leorio!, lo extrañe tanto— El mundo de Alluka giraba, así que por inercia se agarró del cuello del mayor para no sentirse desprotegida.

—Es un milagro, la pequeña Alluka aun me recuerda— Una lágrima de felicidad tras otra, no quiso bajar a la niña porque a pesar de los años, ella se seguía sintiendo frágil.

Kurapika se acercó a Pairo lentamente, quien solo se limitaba a escuchar las conversaciones a lo lejos; lo tomó del hombro y lo ayudó a acercarse, ahora se sentía un poco avergonzado de su "situación", agradecía que Gon se hubiese adaptado a él con tanta facilidad, pero no era algo precisamente normal.

—Rata albina, tiempo sin vernos, eso si, sigues tan feo como siempre— Le pasó bruscamente un brazo por encima de los hombros a Killua.

—Mira quien habla, la última vez que te vi estabas más presentable— A pesar del cariño con el que lo habían recibido, decidió alejarse del abrazo por incomodidad, Leorio prefirió darle un golpe en la espalda con la palma abierta, una especie de segundo saludo.

—¡Killua, Alluka, vengan!— El repentino llamado casi le da un infarto a Pairo, mientras que Kurapika se plantaba en el hecho de que Gon pudiese ser tan sigiloso al ponerse tras ellos sin que nadie se diera cuenta.

Los hermanos fueron a presentarse frente a los primos, los mayores se mantenían callados en un mutuo análisis rápido. Killua observaba los rasgos cansados del rubio, como su postura mostraba debilidad o sueño, mientras que Pairo simplemente se veía nervioso, pues temblaba un poco; Kurapika habia quedado anonadado de los ojos de los Zoldyck, un azul apagado, increíblemente similar entre sí, sus pieles eran demasiado pálidas, no podía comprarse con la propia, para colmo habia algo que no podía negar, le inquietaba un poco la mirada del albino, que sabía, estaba haciendo exactamente lo mismo que él.

Un gato en el vagónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora