• Capítulo 29. Conviértete en guerrera

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Sabía que convertirse en una auténtica guerrera requería de mucho esfuerzo y disciplina. Y ella había sido una mujer disciplinada toda su vida, pero cuando se encontró en la arena y con todo su cuerpo dolorido, se preguntó realmente si sería capaz de soportar aquello.

Había hecho muchos ejercicios con Násser cuando vivía en Alamár y había mejorado su condición física considerablemente, pero no tenía nada que hacer contra la persona que tenía frente a ella.

Había intentado acercarse a Omar de varias maneras, pero el chico siempre conseguía derribarla. Fue humillada una y otra vez, hasta que Násser decidió que ya había sido suficiente por ese día.

-¿Cuáles son tus planes? – preguntó Omar. La joven le miró con cansancio y preguntó con la mirada – Násser va a entrenar ahora, creo que te vendría bien observarle.

No le pareció mala idea y, tras un asentimiento de cabeza, caminó junto al chico hacia otra pista de entrenamiento.

-Násser te ha enseñado varias de sus técnicas – comentó de la nada – cuando aprendas a luchar y las perfecciones, podrías convertirte en una mujer muy fuerte.

-¿Tienes algún consejo? – Él la observó con una sonrisa.

-Tienes un increíble maestro. No todo el mundo tiene esa suerte. Aprovecha cuanto puedas.

-Mi intención es mejorar rápido para poder ser tutelada por uno de los maestros guerreros – Omar la miró entonces, sin entender, y ella formuló su pensamiento de manera diferente – No siempre tendré que entrenar con Násser. En algún momento tendré los conocimientos básicos suficientes para poder entrenar con el resto de guerreros.

Omar abrió mucho los ojos y detuvo el paso, obligando a Cristina también a dejar de caminar.

-Por Dios mujer, no eres consciente de lo que estás diciendo. Los maestros guerreros no son ni la mitad de buenos de lo que es Násser – ella controló su gesto, pero se sorprendió al escuchar aquellas palabras – De todas las personas que yo he conocido, pocas destacan tanto como Násser. Aquí, en Mugiwa, puedo asegurar con total certeza que solo hay un guerrero capaz de vencerle. Y ese no es otro que Guillermo.

-¿Tan bueno es? – Omar asintió - ¿Mejor que tú?

La carcajada que salió de su boca pudo escucharse en varios metros a la redonda.

-¿Yo? Yo no soy nada más que un hombre al que le encanta fijarse en los movimientos de las personas. Soy superior a algunos guerreros de Mugiwa, pero ni de lejos de los mejores. Si has de fijarte en alguien, sin duda alguna es en Násser.

Y eso hizo. Cuando llegaron a la arena, sintió un poco de nerviosismo al darse cuenta de que el chico iba a entrenar con Guillermo.

Ambos se enfrascaron en una simulación de combate, que a Cristina le pareció de todo menos simulación. Los golpes eran firmes y certeros la mayoría de las veces. Eran fuertes y rápidos.

Guillermo asestó un golpe, que Násser esquivó, devolviéndoselo. Pero el mayor se alejó con precisión, aprovechando para dar una patada, de la que Násser se protegió con los brazos.

Era un ataque continuo, del que los dos se protegían con la misma frecuencia. En cierto momento, ambos terminaron en el suelo retorciéndose de maneras de las que Cristina pensaba que un cuerpo jamás sería capaz. Omar les observaba con deleite, más consciente de lo que estaba ocurriendo.

-No suelen pelear – comentó – Násser suele entrenar físico y en ocasiones pelea contra los maestros. Pero entre ellos muy pocas veces se da la oportunidad. Es una sensación extraña y a la vez satisfactoria.

La batalla de la realeza IDonde viven las historias. Descúbrelo ahora