• Capítulo 31. Siempre me salgo con la mía

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1407 palabras

Viajaron durante poco más de tres semanas, rodeando por el Este la capital de Alamár. Omar era uno de los informadores, que cada día se adelantaba para recopilar información.

En esa misión no habían llevado cartógrafo, con los mapas era suficiente. Cristina no había desatendido sus entrenamientos, por el contrario, en cada parada practicaba, si bien no era con Násser, con Yasha o Agatha. Omar había decidido pasar tiempo con ella y entre ambos estaba creciendo una curiosa amistad. Omar era un conquistador nato, un poco presuntuoso, que disfrutaba con la atención de las mujeres. Y aunque Cristina no estaba interesada en atraer la atención de nadie, no se quedaba atrás en técnicas de conquista. Esto resultó un tema frecuente entre ambos, que se ilustraban recíprocamente acerca del estilo de cortejo de sus lugares de origen y cómo se había desenvuelto cada uno.

Pero hablar no era lo único que hacían. Cristina estaba aprendiendo mucho con Omar; desde todo tipo de nudos y para qué podían utilizarse, hasta la manera perfecta de hacer una luxación o estrangular a alguien.

-Los nudos y las llaves de lucha son muy similares – le había dicho en una ocasión – ambos tienen un proceso muy concreto, un lugar por el que pasar y una tensión que ejercer. El cuerpo humano es como un nudo, observa con atención y verás que una vez que empiece a moverse, serás capaz de ver el nudo que quiere formar.

Y aunque esto le había parecido un poco abstracto, pudo entenderlo según iba practicando. Comprendió que dos centímetros de diferencia podrían significar romper un brazo o no hacer absolutamente nada. Omar le enseñó cómo ser consciente de cada una de las partes de su cuerpo una vez que estuviese en el suelo luchando con alguien, y de cómo manejar el peso y la fuerza del oponente como un arma.

Cristina aprendía rápido y mejoraba con cada entrenamiento. Y a pesar de que Násser no le dijo nada en esas tres semanas, ella podía ver en su rostro ese sentimiento que ya había visto más veces. Estaba satisfecho y orgulloso de lo que ella estaba consiguiendo.

Por fin llegaron a los territorios del Duque Brain y los soldados de Násser desmontaron y aseguraron la posición. Escondieron la mayoría de las cosas en lugares frondosos, evitaron claros y zonas despejadas y se camuflaron muy bien entre el paisaje boscoso.

Násser se quedó junto a Cristina tras unos arbustos mientras el resto de sus hombres se escondían en el bosque y Omar, junto con otro informador, se adelantaban para observar la situación.

-Tendremos que esperar bastante tiempo – le advirtió Násser a Cristina.

La chica había asentido, pero cuando ya llevaba casi una hora en la misma posición, comenzó a quejarse. Estaba sentada, pero estiraba las piernas, para evitar que se le durmiesen.

No se dio cuenta de que los soldados habían regresado, pero Násser sí, porque se levantó de golpe, asustándola. Salieron a su encuentro y la chica observó que venían bastante agitados.

-Son demasiados – dijo Omar, cogiendo aliento – varias centenas. Están apostados a un kilómetro y medio de la mansión, en un valle. Hacen turnos para vigilar toda la propiedad y siempre van en grupos y armados.

-¿Cómo van a ser tantos? - William, el joven impaciente, se había inmiscuido en la conversación.

-Lo son. Todas nuestras esperanzas de poder atacar cuerpo a cuerpo, son inviables. Tendremos que infiltrarnos y actuar por sorpresa.

-¿Cómo vamos a infiltrarnos? - reprochó el joven de nuevo – Nos verán, son demasiados.

-Lo haremos – concluyó Násser. Cristina sabía que aquello era muy arriesgado. No era lo mismo que infiltrarse en el palacio. En un momento replanteó la idea de ir en busca de Dafne Brain, pero Násser lo descartó.

La batalla de la realeza IDonde viven las historias. Descúbrelo ahora