3386 palabras
Llevaba más de un día encerrada en aquel lugar y sus ánimos estaban por los suelos. No soportaba tener al insufrible y prepotente William en la misma habitación que ella. Ni siquiera era capaz de comprender cómo alguien como él era una de las pocas personas de confianza de Násser.
Levan apenas hablaba y Omar había intentado distraerla, sin mucho éxito. Lo único que podía evadirla un poco, era practicar combate cuerpo a cuerpo.
Observaba desde la ventana a los transeúntes y recordaba su antigua vida; caminando despreocupadamente por las calles, con Chlotilde y Helena. Aquellos días en los que lo más preocupante para ella era escoger los lazos que conjuntasen mejor con la tela del vestido.
Esa noche se quedó sentada en una silla, observando a través de la ventana y en absoluta oscuridad. Los faroleros comenzaban a iluminar las calles y cada vez había menos personas paseando. Ella solo quería ver a Násser volver sano y salvo. Los ojos se le cerraban, pero no era capaz de dormir más que unos minutos, para volver a despertarse angustiada y seguir observando por la ventana.
Por la mañana temprano dieron unos golpes en la puerta; era Omar quien le traía algo de comida. Apenas comió y decidió expresar su preocupación al chico.
-Temo que haya ocurrido algo – confesó – ha pasado tiempo y no sabemos nada de Násser. La misión era muy peligrosa y por si fuera poco, está rodeado de traidores.
-Násser estará bien – aseguró el chico - Hasta ahora no le he visto en ningún aprieto real. Es más fuerte de lo que crees.
Ella suspiró y siguió observando por la ventana.
>> No puedo decir lo mismo de ti – se quejó – estás perdiendo peso y tu cara luce horripilante. La verdad es que estás perdiendo todo tu atractivo, Cristina.
Ella sonrió ante la broma del chico, pero no respondió, por lo que se quedó sola de nuevo en la habitación.
Estaba oscureciendo y ella aún se peleaba con el sueño, quien iba y venía a su antojo. La comida seguía en la mesita, intacta. Unos golpes sonaron en la puerta y ella volvió a levantarse, con mucho esfuerzo para abrir. Siempre tenía la puerta atrancada y los hombres hacían turnos por fuera para vigilar que nadie se acercase.
Abrió la puerta y se encontró con unos ojos verdes brillantes que le quitaron el aliento.
-Násser – susurró sin esperarse que el chico apareciese. Él le dedicó una sonrisa y, sin un ápice de cortesía, entró en la habitación sin permiso.
-Tienes una cara horrible – dijo plantándose frente a ella. Cristina controló sin problema las lágrimas que amenazaban con desbordarse y dio un suspiro de alivio.
-Has tardado mucho – Él sonrió más aún.
-¿Me esperabas con ansias?
-¿Eso te gustaría?
Él la cogió de la mano y la llevó a la cama, sentándose uno frente a otro, se puso un poco más serio y la observó con preocupación.
-Me han dicho que apenas has dormido y tampoco has querido comer.
-Quiero saber qué ha pasado – Respondió ella – Supongo que habrás hablado con Omar.
Él suspiró.
-Lo he hecho. Sé que te atacaron y me disculpo por ello. También por no decírtelo, pero las cosas se complicaron demasiado.
-¿Puedes explicármelo? Quiero saberlo todo – ella suplicó con la mirada y él asintió.
ESTÁS LEYENDO
La batalla de la realeza I
RomanceEn una sociedad donde las damas son vendidas en matrimonio al mejor postor, nuestra protagonista acaba casada con un hombre egocéntrico que la humilla y la maltrata. Envuelta, sin quererlo y sin buscarlo, en un complot entre reinos, se convierte en...