• Capítulo 3. El palacio

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2776 palabras

A raíz de aquel acontecimiento, la vida de Cristina se descontroló por completo. Cuando volvieron a casa esa noche, no tuvo oportunidad de hablar con su padre, puesto que se fue al despacho y no admitió ningún tipo de interrupción. Su siguiente opción fue su madre.

Tocó la puerta del dormitorio de Rebecca y esperó casi un minuto a que esta la abriese. Cuando lo hizo, Cristina supo que tendría que pelear muy duro para dar la vuelta a aquella situación.

-Madre – saludó mientras la mujer se hacía a un lado y la dejaba entrar. Envió a una sirvienta para traerles una infusión y se sentaron en una pequeña mesa redonda.

- ¿Qué ocurre Cristina? – preguntó clavando sus ojos marrones en los de su hija. La joven decidió no perder la compostura frente a su madre, cuanto más madura y responsable se mostrase, más de acuerdo estaría ella.

-Lo que ha ocurrido hoy en el palacio, ¿cómo ha podido suceder? Estoy comprometida con otro hombre – su madre respiró un poco más fuerte de lo normal y enderechó la espalda más aún. Fue en ese momento en el que la joven supo que su madre había tenido algo que ver.

-Cristina, cariño – cogió las manos de su hija y la miró a los ojos – lo siento mucho si esto te ha causado algún trastorno. Decidí no comentarte nada hasta que la decisión estuviese tomada, y con garantías.

Cristina apartó las manos y se colocó recta en la silla, sin llegar a posar la espalda en el respaldo. Miró a su madre con seriedad y contó mentalmente cinco segundos para poder suprimir sus emociones, tras lo cual, esbozó una sonrisa.

- Madre, creo que esta decisión ha sido algo apresurada – su madre sonrió también.

-Hija, una oportunidad como esta solo se presenta una vez en la vida – ladeó la cabeza con ternura, como quien intenta explicarle a su pequeña hija algo muy obvio – no había tiempo que perder.

-Al menos podría habérmelo comentado – recalcó – han estado cortejándome los últimos meses y me he comprometido con otro hombre. ¿Sabe ahora en qué posición se queda él?

-No me importa en qué posición se queda otro hombre, si no dónde acabas tú – habló firmemente, dejando claro a Cristina que la conversación no le estaba resultando cómoda, pero esa vez la joven no estaba dispuesta a ceder.

-Hemos roto el compromiso con un duque emparentado con el rey, sobrino de Lady Harrinton, ¿cómo cree que influirá eso en nuestra reputación? – Rebecca sonrió irónicamente y movió la mano en un gesto que restaba importancia a las palabras de su hija.

-Cristina por Dios, serás reina – sus ojos parecieron brillar – Serás la envidia de todas las mujeres del reino, nadie se atreverá a decirte nada, ni siquiera Lady Harrinton. Por no hablar del Duque – negó con la cabeza mientras sonreía- acaba de volverse de nuevo el soltero más cotizado, al contrario de lo que piensas, su reputación ha aumentado. Al fin y al cabo, ha estado comprometido con la futura reina.

Cristina no pudo conseguir mucho más de su madre. Sabía que realmente aquella era la decisión correcta, ser reina era mucho más de lo que nunca había soñado, pero había una pequeña parte egoísta dentro de ella que prefería casarse con un joven apuesto que con un viejo decrépito.

Esa noche tuvo que repetirse a sí misma mil y una veces la importancia de su nuevo título. Lo necesario que era, más que nunca, poner en práctica todo lo que había estado aprendiendo desde pequeña.

-Seré reina – se dijo a sí misma en un susurro entre las sombras de la noche mientras se cubría más con el cobertor de la cama. Una lágrima silenciosa rodó por su mejilla, pero se la secó antes de poder mojar la almohada.

La batalla de la realeza IDonde viven las historias. Descúbrelo ahora