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Mientras más lo pensaba, más nerviosa estaba. Le parecía imposible creer que el rey haría una barbaridad como aquella, pero ahí estaban las pruebas. Las cartas que tenían, con el sello real y la firma del rey.
Si se lo decía a Násser, ¿sería capaz de detener los planes del monarca? ¿Y si decidían atentar contra ella también? Sabía que a lo largo de la historia había ocurrido un fraude por parte de uno de los reyes y toda la familia real había sido asesinada como castigo. ¿Por qué mentir? Tenía miedo de que no solo mataran a rey, si no a ella también.
Aquellas personas no le debían nada, ni a ella, ni a su hermana, ni a las demás personas que no tenían ni idea de lo que estaba ocurriendo. No era culpa suya de que Alamár no tuviera dinero suficiente para comerciar con Rima, y mucho menos que el rey fuese un loco que quería tratar con esclavos. ¿Entenderían eso los asesinos que seguían a Násser?
Una piedra rebotó contra el cristal y ella no tardó en levantarse y asomarse al balcón, sabiendo de quién se trataría. Respiró profundo e intentó controlar las lágrimas que amenazaban con escaparse de sus ojos.
-¿Qué haces? ¿Te has vuelto loco? - le susurró. El chico estaba cruzado de brazos, mirándola desde el suelo. Si alguien veía a un hombre bajo el balcón de la reina, podría ser su fin.
-Baja – ordenó.
-Yo no puedo bajar por ahí – clamó. Escuchó como el chico bufaba y se metió dentro de la habitación. Si quería la información, que subiera a por ella. Ya se estaba arriesgando más de lo que debía.
-Ya puedes estar cambiándote de habitación – exigió Násser recogiendo una cuerda. Cristina no le respondió, solo le miró con temor.
>> Información.
Ella le contó lo que habían descubierto gracias a las cartas, el fraude que el rey de Alamár iba a llevar a cabo.
-Interesante – añadió Násser.
-¿Solo eso? ¿Interesante? ¿Qué piensas hacer para impedirlo? - él levantó una ceja.
-¿Quién te dice a ti que yo vaya a impedirlo? - Cristina se quedó sin palabras. Había dado por hecho que él quería detener al rey.
-¿Cuál es tu objetivo entonces?
-Eso no es de tu incumbencia.
-Me dijiste que a tu gente no le importaba el dinero, ¿Qué le importa entonces? Pensé que querían detener al rey.
-Lo que quieran hacer o no, no es asunto tuyo.
-Está bien. Pero te he conseguido información, así que deja en paz a mi hermana – sin responder, Násser se acercó a la ventana, con intención de marcharse. Pero se giró en el último momento.
-Mañana estate preparada, vendré a por ti para enseñarte un par de cosas.
Cristina se quedó estática mientras el joven saltaba del balcón. No estaba segura de si era del frío o de miedo, pero su cuerpo comenzó a temblar, por lo que cerró la ventana y corrió las gruesas cortinas, para meterse después en la cama y taparse hasta la cabeza. Las mantas ahogaron el sonido de su llanto. Estaba cansada de ser el títere de hombres poderosos que amenazaban su vida a diario. Solo quería tranquilidad y no sabía cómo conseguirla.
Esa noche durmió incómoda y a ratos, por lo que a la mañana siguiente Chlotilde tuvo que hacer un esfuerzo considerable con el maquillaje para conseguir que luciese igual de radiante que siempre.
Se despidió de su hermana temprano en la mañana, haciéndole prometer que le escribiría todo lo que ocurría. Tomó el desayuno en compañía de otras cinco mujeres, entre las que se encontraba Cassandra, que la observaba con detenimiento. Cristina quería evitarla a toda costa, sabía que el asunto con el rey era algo de lo que no debía de hablar con ella, por muy cercana que fuese.
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La batalla de la realeza I
RomanceEn una sociedad donde las damas son vendidas en matrimonio al mejor postor, nuestra protagonista acaba casada con un hombre egocéntrico que la humilla y la maltrata. Envuelta, sin quererlo y sin buscarlo, en un complot entre reinos, se convierte en...