2364 palabras
Esa tarde comieron en el salón todos juntos. Y ese "todos" hace alusión al grupo que últimamente se pasaba casi todo el tiempo junto: Násser, Cristina, Helena, Robert, Omar, María y Cinthya.
En un principio había dudado del éxito de aquel plan, pues Násser no se caracterizaba por ser el mejor conversador, y sus capacidades sociales estaban muy poco desarrolladas. Pero Omar podía suplir las carencias de su amigo en ese ámbito, por lo que la comida resultó ser de lo más entretenida.
-Yo estoy segura de que no podía ser tan malo – comentó María cuando el tema de conversación derivó al estilo de vida de Alamár. Fue Helena quien la contradijo.
-Tenías que pasarte muchas horas en la misma posición; tu espalda debía de estar recta, con las manos apoyadas en el regazo y la cabeza erguida – lo hizo para mostrarle como se hacía y María pronto adquirió esa postura.
-Oh, pero es pura elegancia – Omar sonrió.
-Yo estoy de acuerdo. Nuestras mujeres no pueden compararse a esas hermosas damas delicadas y hermosas.
-¿Olvidas que nosotras también vivimos aquí? – preguntó María, ofendida.
-Claramente no estaba dirigiéndome a usted, mi hermosa señorita – le cogió la mano y le dio un beso en el dorso, a lo que María respondió con una sonrisilla.
Násser miró a Cristina con elocuencia y ella evitó reírse.
-Creo que a ti te gustaría – comentó de nuevo Helena – si tuvieses suerte y pudieses casarte con un joven, apuesto y rico caballero. Podrías tener una mansión enorme, con sirvientes para satisfacer todas tus peticiones, así como dinero suficiente para comprarte todos los vestidos y joyas que desees. Acudirías a todas las fiestas de lujo que quisieras y te regodearías entre las mujeres de alta clase.
-Pero si no tuvieses suerte, te harían casarte con algún viejo – respondió Cristina antes de llevarse la cuchara a la boca.
-Oh – le quitó importancia con la mano – A mí no me importaría casarme con un viejo, si supiese que no le queda mucho de vida. Después tendría los títulos y el dinero, y podría casarme con quien quisiese.
-¿Sabes que aquí también hay hombres apuestos y con dinero? – preguntó Helena.
-Pero aquí los hombres no te tratan tan bien como allí, ni son tan educados. O dime – se giró hacia Cristina - ¿Násser te conquistó con palabras bellas y gestos amables?
Cristina abrió la boca ante el comentario, asombrada. Miró a Násser, quien había dejado el tenedor a medio camino entre el plato y su boca.
Fue Omar quien rompió el momento con una sonora carcajada. Incluso Cinthya intentó disimular la risa.
Poco a poco, el grupo había ido uniéndose, permitiéndoles conocerse mejor entre ellos. Násser dejó de inspirar temor en las jóvenes y estas ya no se sentían incómodas con su presencia.
Cristina agradecía que hiciesen ese esfuerzo, más aún porque sabía que en realidad solo querían mantenerse cerca de ella para vigilarla y evitar que algo malo le pudiese ocurrir.
Cuando terminaron de comer, Násser y Cristina decidieron coger un par de caballos e irse a pasear. Cabalgaron más allá de los cultivos, hasta que la gran fortaleza dejó de verse. Násser buscó el lugar concreto al que quería dirigirse, a las orillas de un arroyo, donde crecía un gran sauce. Se recostó contra el tronco del árbol e hizo un gesto a Cristina para que se sentase a su lado.
-Nunca te he contado que iba a tener una hermana – comentó de repente, llamando la atención de la chica.
-¿Una hermana? – el asintió.
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La batalla de la realeza I
RomanceEn una sociedad donde las damas son vendidas en matrimonio al mejor postor, nuestra protagonista acaba casada con un hombre egocéntrico que la humilla y la maltrata. Envuelta, sin quererlo y sin buscarlo, en un complot entre reinos, se convierte en...