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Una misión.
Los guerreros y guerreras se preparaban para partir en una nueva misión que Guillermo les había encomendado. Cristina había tenido la esperanza de que hubiese encontrado la forma de ayudar a los rehenes de Bendér, pero por las indicaciones que Násser le había dado, supo que no podía ser así. Una maniobra como aquella requeriría de todos los hombres y mujeres posibles, pero solo un pequeño grupo se estaba preparando para partir.
En ese momento, estaba con Násser en su habitación. El chico había cogido la costumbre de visitar las habitaciones de la chica más que las suyas propias.
-¿Dónde iréis? - Él hizo una mueca.
-No puedo decírtelo - Ella se sentó en la cama con un bufido y él se acercó a ella – sabes que no puedo, de verdad – le revolvió el cabello.
Se fue sin despedirse, como hacía siempre. Ella había insistido de todas las formas posibles a Násser para que le diese más información, pero al parecer ese privilegio lo tenían solamente unos pocos guerreros. Helena había intentado sonsacarle algo a su marido, pero en esa misión incluso él había quedado excluido.
-Buenas tardes – dijo Cristina acercándose a la mesa dónde estaba su hermana y su cuñado.
-Hemos estado pensando en comprarnos una casa a las afueras – explicó su hermana. Ella frunció el ceño.
-¿No deben de vivir todos aquí, en la fortaleza? – fue Robert quien le respondió, tras darle un chocolate, que Cristina aceptó agradecida.
-No tiene por qué. Realmente vivir en la fortaleza es una ventaja, pues tienes todos los servicios cerca, estás cerca del trabajo y te relacionas socialmente a diario. Pero hay personas que prefieren construirse casas a las afueras; solo necesitas un permiso del Mandato.
-Es una buena idea– asintió comprendiendo– qué envidia me dais.
Helena sonrió.
-Tú podrás comprarte otra algún día, y cerca de nosotros, para vernos siempre que queramos.
-No tengo dinero suficiente para comprarme una casa, o en su defecto, construirla. De aquí a que comience a hacer misiones y ganar dinero, pasará tiempo.
-Sí es cierto que es más complicado – reconoció Robert – los guerreros son los sustentadores de Mugiwa. De todo lo que consiguen, un gran porcentaje se va para el Gran Banco, de donde salen las asignaciones anuales, y de lo restante se divide entre los que hayan realizado la misión. A veces los guerreros tienen incluso menos beneficios que el resto de trabajadores.
-No sabía que trabajaseis con el Gran Banco – se sorprendió Cristina – tenía entendido que solo unos pocos privilegiados y con grandes cantidades de dinero podían gestionar cuentas allí.
-¿Qué es el Gran Banco? – preguntó Helena ignorante. Fue su marido quien respondió a ambas hermanas.
-El Gran Banco es una pequeña fortaleza que se encuentra al suroeste de Alamár, casi en la frontera con Rima. Es independiente, como nosotros, pero se mantiene gracias al comercio. Es una fortaleza inexpugnable, más vigilada que ningún palacio que se haya conocido. Ellos crean sus propios soldados, entrenados por los mejores guerreros de los Reinos del Este. Toda persona que tenga cantidades considerables de dinero puede abrir una cuenta en el Gran Banco y este se encargará de gestionarlo y protegerlo. Nosotros trabajamos con cantidades grandes, ten en cuenta que no es el dinero de una sola persona – se dirigió esa vez hacia Cristina – Es un arca común donde se ingresa el dinero de todos los guerreros de Mugiwa.
-Comprendo. Yo solo he conocido a una persona que tuviese dinero en el Gran Banco. Lady Harrinton – explicó a su hermana – Ni siquiera el rey lo hacía.
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La batalla de la realeza I
RomansaEn una sociedad donde las damas son vendidas en matrimonio al mejor postor, nuestra protagonista acaba casada con un hombre egocéntrico que la humilla y la maltrata. Envuelta, sin quererlo y sin buscarlo, en un complot entre reinos, se convierte en...