CAPÍTULO 6

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JUEGOS PELIGROSOS

La verdad me resultó sencillísimo robarle a Carlos el bañador, incluso juraría que él me ayudó. Aunque no lo creo, porque qué vergüenza desnudarse frente a sus amigos. Estábamos en el agua, yo estaba sobre Carlos, y él me tenía agarrada de las nalgas con su dedo en mi ano. Me había quedado tumbada sobre él, abierta de piernas. Entonces tiré del bañador hacia abajo, y bajó fácilmente hasta las rodillas. Carlos se puso de pie como pudo mientras yo me quedé de rodillas frente a él, aún sujetando su bañador.

Carlos me miraba desde arriba sonriéndome y yo le sonreía mientras seguía tirando de su bañador hasta llegar a sus tobillos. La verdad es que la situación era un poco embarazosa, porque frente a mi cara, a escasos centímetros, estaba su pene medio dormido. Demasiado gordo, pensé, eso podría reventar a una persona de mi tamaño. Menos mal que estaba en reposo, porque si eso se despertaba, uff. 

Mirándole a los ojos le pedí que levantara un pie para poder sacarle el bañador. Él seguía mirándome sonriente. Pasó su mano por mi cara acariciándome la barbilla y acercando un poco su pene hacia mi carita. Yo seguía sonriéndole, esperando que levantara alguno de sus pies. Su mano pasó de mi barbilla a mi cuello, acariciándome luego la nuca. Sin pensarlo quizá provocó un poco de presión en la misma.

Carlos finalmente levantó uno de sus pies bajo el agua permitiéndome retirar una parte del bañador. Para no perder el equilibrio, su mano se apoyó más fuerte sobre mi nuca. Por supuesto, esto provocó que mi cara quedara más pegada aún a su gordo pene. Quizá demasiado para mi gusto. Como yo estaba mirando hacia abajo en ese momento, no me percaté de que Carlos había llevado su otra mano a su pene, sujetándolo por la base. Al elevar la cabeza casi tropiezo con ese monstruo de carne.

Tuve que echar la cabeza hacia atrás para poderle mirar a los ojos, esquivando su miembro. Me puse un poco seria, porque me sentía amenazada y no entendía si era una broma o qué estaba pasando. Él me miraba sonriendo, todavía acariciando mi nuca con una mano y con la otra sujetándolo.

—¡Carlos! Levanta la otra pierna, por favor. —Dije seriamente

—Sólo con una condición. —Me dijo tirando de mi nuca.

—¿Qué condición?

—Es sencillo, Cinthya, simplemente tienes que cerrar los ojos y abrir bien la boca.

Lo miré extrañada, sorprendida, y la verdad es que divertida. No sabía qué se proponía con todo eso. Pero de esos chicos no me podía esperar nada más que alguna tontería relacionada con el juego, así que me relajé. Cerré los ojos, y abrí mucho la boca.

En ese momento estaba convencida de que trataría de echarme agua salada dentro de la boca, o algo parecido. Por eso, me llevé una gran impresión cuando no noté ningún líquido entrando en ella, sino más bien algo sólido. Sólido, caliente y bastante blandito.

—¡Carlos no te pases! —Oí decir a Luis que estaba detrás de mí.

Yo no podía tener la boca más abierta, y sin embargo la tenía completamente llena de esa cosa blandita. Palpé con la lengua y sabía muy salada. Sería algo que había encontrado en el mar, aunque no sabía bien qué era.

Por fin mi boca fue liberada y ahora sí, cayó un montón de agua de mar sobre mi cara y mi boca, aún abierta. Me atraganté un poco, pero luego me entró la risa por haber adivinado sus intenciones. Abrí los ojos y ahí seguía mi amigo Carlos, que levantó su otra pierna sonriéndome.

—¿Qué era eso que me has puesto en la boquita? ¡Casi no me cabía! —Pregunté mientras le sacaba completamente el bañador.

—Nada Cinthya, sólo era un pez que he logrado capturar y quería hacerte una broma.

—Pues no he notado las escamas, si te digo la verdad. Qué pez más raro y suavecito. Respondí sonriéndole.

Me puse de pie con la ayuda de Carlos, que me abrazó bien contra él para que no me cayera al agua. Noté con mis pechos cada bulto de su marcada musculatura, y me sujeté con mis manos sobre sus poderosos antebrazos. Me giré para seguir jugando con los otros, pero él me abrazó, estando yo de espaldas a él. Intentaba escapar, pero claro, él era más fuerte.

Con tanto movimiento no podía evitar restregar mi piel con la suya, también notaba su anatomía sobre mi espalda. Era un chico bastante divertido, la verdad, pero no sé si se daba cuenta de que su gran miembro se estaba restregando entre mis nalgas con tanto jugueteo. Pero al fin me liberó de la presa y todo volvió a la normalidad.

Seguimos jugando, ahora con Luis y Carlos sin bañador, al igual que yo. Así el juego era más justo. Pero entre ellos no se lanzaban los bañadores, solo jugaban a lanzarse el mío. Yo intentaba recuperarlo y siempre acababa cayéndome sobre uno de ellos, puesto que desde atrás no paraban de empujarme.

Algunas veces acabamos bajo el agua, ellos agarrándome y yo aprovechando para hacerles ahogadillas y vengarme un poco. Me gustaba la confianza que estábamos tomando y que nadie se sintiera incómodo por la desnudez, o por el hecho de que a veces mi vagina se restregaba sobre sus muslos o sus penes con el movimiento. Quizá otras personas me habrían llamado sucia, pero estos chicos no, nos habíamos convertido en mejores amigos.

Aún quedaba Pedro por desarmar y de alguna manera poder sentirme vencedora del juego. Cada vez que le pasaban mi bikini, yo corría hacia él, y con la excusa me tiraba encima y le hacía caer bajo de mí. Entonces intentaba bajar su bañador, aunque me resultó algo difícil porque apenas se dejaba.

—Cinthya, no sigas que te vas a llevar una gran sorpresa.

Yo no sabía a qué se refería, pero al ser tan curiosa, lo único que él conseguía con esas palabras era alentarme a continuar. Lo de tirar de su bañador hacia abajo no daba resultado, siempre lograba colocárselo de nuevo y vuelta a empezar.

Así que decidí que tenía que cambiar de estrategia. Lo vencería por cansancio. La siguiente vez que me acercara a él me lanzaría sobre su torso, manteniéndome agarrada a él con todo mi cuerpo, y cuando se cansara de mi peso, aprovecharía para robarle su bañador. ¡Era el plan perfecto!

Así hice. En una de las veces en que él tenía mi bikini, corrí hacia su posición. Salté sobre él lo más alto que pude, y me agarré sobre su torso. Logré realizarle una prensa con mis piernas rodeando su fornido cuerpo, mientras que con mis brazos abrazaba su cabeza.

Él se mantuvo de pie todo el rato mientras mis pechos quedaron a la altura de su cara. Espero que no se asfixiara demasiado. Él con sus brazos me tomaba por la espalda. Estaba segura de que no podría aguantar mucho en tal postura.

Pero me equivoqué. Era un chico fuerte y lo hizo notar. Bajó sus manos hasta mis nalgas para sujetarme mejor, mientras que intentaba respirar con dificultad entre mis pechos. Creo que le costaba trabajo, porque tenía que abrir mucho la boca para tomar aire, provocando sin querer que su lengua pasara continuamente por la tela de mi bikini, o directamente por mi piel.

Logré bajar mi pie derecho por su espalda hasta la tira de su bañador. Con él comencé a bajárselo. Al fin y al cabo mi plan estaba dando resultado. Sentí una gran alegría.
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Demasiado Inocente (+18)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora