CAPÍTULO 22

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COSQUILLAS

Las manos de Pedro subieron un poco hacia mis costillas, rozando la parte baja de mis pechos, y comenzó a hacerme cosquillas haciendo el payaso. Por supuesto empecé a reírme y a moverme sin querer sobre su pierna. Espero que no se notara que con tanto movimiento, mi desnuda intimidad estaba en contacto con la piel de su musculosa pierna.

A medida que continuaba con sus cosquillas, fui notando como su pene presionaba más fuerte entre mis glúteos. Empujaba entre ellos, amenazando peligrosamente mi cerrado agujerito. Entre las cosquillas que me hacía y la presión de su pene, me forzó a relajarlo un poco. Cuando sentí como se hundía levemente dentro de mí, descubrí lo mucho que me estaba gustando. No podía ser, otra vez en esa situación. Tenía que pararlo, así que insistí con lo de mi novio, para salir de la situación.

—Por favor, traigan el móvil del auto, que quiero hablar con él —dije algo tensa, intentando no reír por las cosquillas y que no se notara lo que pasaba.

—Venga, vale, ya voy a por el móvil —dijo Soco.

—¿Has visto? Me puedo aguantar las cosquillas si así quiero. —Le dije a Pedro desafiante, como con un doble sentido a ver si entendía que podía resistirme a su pene.

—¿Sí? ¿Aguantas bien las cosquillas, Cinthya? —preguntó de repente Carlos, que parecía vuelto a la vida.

—Perfectamente. —Dije apenas consiguiendo no reírme. —Si me río es para que Pedro no se sienta mal jajaja

Carlos se acercó hasta quedarse cercq de mi cara. Su semblante era serio.

—¿Serías capaz de hablar con tu novio y que no se diera cuenta de que te estoy haciendo cosquillas? —dijo. —Que conste que soy muy bueno.

—Bueno, no sé, quizás sí. ¿Quién sabe? —dije sin saber muy bien qué responder.

Me parecía una idea un tanto infantil, pero también divertida a la vez.

Aunque a Pedro le costó soltarme, finalmente me pusieron sentada entre él y Luis, consiguiendo liberarme de ese miembro que amenazaba mi apretado culito bajo el agua.

Carlos seguía enfrente mío y me miraba fijamente, como examinándome. Se puso en acción, con sus manos palpando torpemente mi cuerpo por debajo del agua intentando hacerme reír. Tocó mis piernas, mis pechos ligeramente, otra vez mis piernas, que estaban flexionadas. Otra vez volvió a mis pechos, quizá durante un segundo más que antes.

Luego se dirigió otra vez a mis piernas, esta vez acariciando primero mis rodillas y luego la piel suave de mis muslos por la parte interna. Fue subiendo lentamente hasta llegar a mi vientre.

Lo que él no sabía es que me estaba excitando bastante con tanto manoseo. Mis manos se aferraron a la piel de mis muslos, como frenando la tensión que estaba aguantando. Sus manos pasaron a mis costillas, apenas rozando, y sin querer esbocé una ligera sonrisa.

—¿Ves? No me haces cosquillas. —Dije forzadamente.

—Vaya, así que ahí no tienes cosquillas, ¿eh? —dijo sonriendo.

Bajó sus manos hasta mis caderas y las apretó con firmeza, pero suavemente. Tiró un poco de ellas hacia él.

—Aquí tampoco tienes, ¿verdad? —Preguntó.

Negué con la cabeza mirándole a los ojos. Tiró un poco más de mis caderas hacia él, haciendo que me tumbara ligeramente. Sus manos pasaron de mis caderas a mis piernas, acariciándolas. Por algún motivo estaba haciendo todo lo contrario a lo que normalmente se hace para provocar cosquillas. Así no íbamos a llegar a ningún lado.

Al acariciar mis muslos, de vez en cuando sus manos se acercaban demasiado a mi entrepierna. Me estaba poniendo demasiado nerviosa. Sus manos palpaban otra vez mis piernas, por todas partes. De vez en cuando las apretaba, supongo que buscando hacerme cosquillas, pero lo cierto es que con cada apretón lo único que conseguía era hacer que me quedara un poco más tumbada.

—¿Nada? ¿no sientes nada? —insistió.

—No, ahí tampoco me haces cosquillas.

A mí ya se me estaba olvidando que tenía que hablar con mi novio por el móvil. Me iba a resultar complicado ante tal situación. Intentaba buscar la mirada cómplice de Pedro y Luis, pero ellos se mantenían callados mientras Carlos seguía con sus toqueteos. De hecho, en alguna ocasión me dio la impresión de que había más de dos manos sobre mi cuerpo, pero supuse que eran imaginaciones mías.

Una de sus manos viajó de nuevo a mis costillas y comenzó a apretar un poco. Sonreí, porque ahí si parece que lograba encontrarlas por fin. Me tranquilicé al comprobar que el juego no se iba demasiado del guión. Sin embargo, su otra mano se posó directamente sobre mi vagina. Solo un contacto, sin caricias, como apoyándose en mí.

Me quedé en estado de shock. Mis manos fueron directamente a tapar la suya, en un intento instintivo de que nadie lo viera. Intenté sonreír, pero no pude. Intenté decirle que parara, pero mi cuerpo no me pedía lo mismo. Sólo logré morderme un labio mirándole fijamente y solté una suave risa, acompañada de un gemido apenas audible.

—Vaya, parece que ahí si tienes cosquillas, ¿eh? —Dijo Carlos.

—No, ahí no. Bueno, sí, pero ahí no —balbuceé sin saber qué decirle.

Su mano comenzó a acariciar mis intimidades suavemente. Mis piernas no me respondieron y se abrieron por voluntad propia, facilitando su labor. Mis labios soltaron un suspiro. Mis manos ya no estaban sobre mis muslos, sino sobre los de Pedro y Luis, que estaban a mi lado. Agarrándome a ellos como una niña asustada en una atracción de vértigo.

Me mordí otra vez el labio inferior.

—Oye pues parece que sí sabes aguantarte la risa, voy a intentar un poquito más.

Sus dedos comenzaron a surcar por mi vagina, separando los labios y acariciando directamente la suavidad entre ellos. No pude evitar soltar otro gemido apagado. Mis manos se aferraron más fuerte a las musculosas piernas de Pedro y Luis, esta vez más cerca de sus cinturas, mientras Carlos seguía haciéndome lo que él creía que eran cosquillas.

—Veamos si esto lo aguantas. —Dijo ya más seriamente.

Noté la presión creciente de uno de sus dedos, entrando lentamente en mi interior. Estaba completamente excitada y él seguía jugando. Mis piernas rodearon las suyas, estando él de rodillas frente a mí. Comenzó a mover su dedo dentro de mí haciendo círculos. Era un dedo largo, de una mano de hombre fuerte y áspera. El pobre aún me buscaba las cosquillas y yo me preguntaba dónde habría aprendido a hacerlas.

Esta vez mi gemido fue perfectamente audible. Aunque sonó más como un quejido.

—¿Te ha dolido? —preguntó Carlos, muy atento.

—Noooh —Logré responder con un gemido.

Su dedo salió delicadamente de mi intimidad. Aliviada porque todo esto se había terminado. Suspiré tranquila y me relajé un poco por fin. Sin embargo, me extrañé al notar que la mano que Carlos apoyaba en mis costillas, rozando mi pecho, bajó hasta tocar mi culito. Lo sujetó con fuerza y tiró del mismo hacia arriba, provocando que me quedara aún más horizontal. Mis piernas seguían rodeando las suyas. Mis manos seguían apoyadas en los muslos de Luis y Pedro.

Ahora podía ver mis pechos recortando la superficie del agua, coronados por mis endurecidos pezones. Mi respiración, entrecortada, se aceleraba por momentos. Carlos, muy cerca frente a mí, lucía sus pectorales húmedos por el agua y brillantes ante la tenue luz de la luna. Su mano izquierda sostenía mi culito. Su mano derecha se perdía bajo el agua, sujetando algo en la profundidad que no conseguía ver.

Noté de nuevo un calor que empujaba en mi entrepierna. Por un momento creí que era su dedo otra vez. Cuando empezó a presionar entendí que era otra cosa de un tamaño mucho más grande. Intenté abrir mis labios para explicarle que el juego había acabado, que así no conseguiría hacerme cosquillas. Sin embargo no dije nada, no pude.

Entonces noté el cristal frío de mi teléfono móvil pegado en mi oreja.
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Demasiado Inocente (+18)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora