CAPÍTULO 13

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ENCREMADOS

Mi novio estaba justo ahí a mi lado, tan cerca que de hecho su mano rozaba mi muslo. Lo llamé pero no se despertaba. Su única reacción fue empujarme como si quisiera apartarme de él y murmurando algo incomprensible. La fuerza que ejerció sobre mi pierna, aumentó aún más la presión de ese pene tan duro que amenazaba con penetrar mi vagina. Mis labios estaban abiertos por completo, aunque por suerte no había llegado a mayores.

Carlos, pobrecito, que seguro estaba muy nervioso debajo de mí, le hizo señas a Luis para que hiciera algo que nos sacara de ese aprieto. Pero como todo estaba cubierto por mi vestidito, Luis no debió entender nada, ya que simplemente se incorporó diciendo:

—Voy a por unas cervezas ¿Alguien quiere una?

—Si. —Dije yo en un suspiro.

Mientras, otro milímetro acababa de adentrarse entre mis labios. Ya debía haber como un centímetro. Yo ya no podía ni mirar a Carlos de la vergüenza, ni él a mí tampoco. Él tenía cerrados los ojos y suspiraba.

—¿Me puedes ayudar a levantarme, Cinthya? —dijo entonces Luis.

Se apoyó sobre mi hombro para ponerse de pie. Tanta presión era demasiada. El pene de Carlos presionaba fuertemente contra mí, pero no entraba. Notaba el glande aplastado contra mi entrada, pero es que era más grueso de lo normal y solo la puntita me cabía. Solté un gemido y cerré los ojos.

—Vaya Cinthya, sí que te alegras de que te traiga una cerveza. Si quieres te traigo dos —dijo Luis riendo, y entonces se apoyó más fuerte para levantarse del todo.

Esta vez mi agujerito no resistió y se abrió poco a poco para recibir varios centímetros dentro. Otro gemido apagado se escapó de mi boca, esta vez más alto y largo. Mis manos se apretaron sobre el vientre de Carlos, arañándolo. Sus manos sobre mis muslos también realizaron más presión en ese momento. Llegué a pensar que a él también le podría estar gustando, pero me sentí culpable por creer que él era igual de aprovechado que yo.

Luis se había levantado del todo por fin, parando ya de empujarme hacia abajo. Pero entonces decidió situarse de rodillas detrás de mí para hacerme un masaje en los hombros. Se acercó tanto que con su pene me golpeaba en la espalda mientras me masajeaba con sus fuertes manos.

—¿Estás disfrutando de la playa, Cinthya? Te noto un poco tensa. —Dijo. —Mira a Carlos, parece que se ha quedado dormido debajo de ti.

Dicho esto comenzó a empujarme de nuevo hacia abajo por culpa del dichoso masajito. Y claro, provocando que el pene de su amigo entrara lentamente pero ya de manera imparable. Fue abriéndose camino entre las paredes de mi vagina, que no estaba acostumbrada a tanto grosor. El placer era indescriptible, y la sensación de culpa, mayor.

Me saltaron un par de lágrimas debido a lo mal que me sentía conmigo misma, o quizá fue por el dolor que sentí cuando Luis, ignorando la situación que había bajo la tela de mi vestido, me dio otro empujón que acabó clavando todo hasta el fondo. Ese pene era demasiado grande para mí, me estaba partiendo en dos.

Me moví hacia arriba intentando liberarme de ese aguijón y logré sacarlo un poco. Pero Luis se puso otra vez de pie apoyándose en mí, haciendo que mi vagina volviera a tragarse ese trozo de carne por completo. Se quedó con una mano apoyada en mi cabeza justo a mi lado. Su pene, que aunque no estaba erecto, se veía un poco hinchado, y estaba tan cerca de mi cara que podía olerlo.

—Luis —Dije mirándole a los ojos desde ahí abajo. —Te acompaño por las cervezas.

Fue casi una súplica. Intenté incorporarme, consiguiendo sacarme casi todo el pene de Carlos de mi interior. Me sentí mejor cuando noté que estaba casi todo fuera, solamente la puntita faltaba de sacar.

—No te preocupes, quédate aquí que no tardo nada —dijo Luis, y volvió a empujarme hacia abajo con fuerza.

Noté cada uno de los centímetros de Carlos clavándose en mi vagina, dilatando las paredes de mi vagina a su máximo. Esta vez ya no sentí nada de dolor, simplemente sentí cómo me taladraba su pene bien duro. Mis ojos se cerraron no sin antes soltar otra lágrima, esta vez de placer, y mi boca se abrió para lanzar un fuerte suspiro.

Intenté contenerme, pero era tan intenso el placer que perdí un poco el equilibrio, cayendo hacia donde estaba Luis. Mi cara chocó sobre la robusta pierna de mi amigo, que aún me sujetaba la cabeza con una mano.

Me fijé en que su pene estaba a solamente milímetros de mi cara, pero no me importaba. Era tan fuerte lo que sentía entre mis piernas que no podía pensar en nada más. De hecho, no me importó en absoluto cuando noté que el pene de Luis me empezó a dar golpecitos en la cara. Su miembro se paseaba por mi nariz, mis mejillas y mis labios. Yo seguía con la boca abierta, jadeando levemente.

Me agarré más fuerte a la pierna de Luis, ya que sin querer Carlos me hacía resbalar sobre él con sus constantes empujes en mis muslos. Una de mis manos se agarró a uno de los muslos de Luis, e intenté levantarme de nuevo sacándome ese pene de mi interior. Pero él me sujetó bien por la cabeza con un gesto rápido haciendo que me resbalara hacia abajo otra vez. Qué buen chico era, seguro que pensó que me iba a caer y me empujó sobre Carlos para que no me cayera en la arena.

El pene de Carlos entró sin ninguna dificultad otra vez, con la única resistencia que proporcionaba la estrechez de mi agujerito. Pero en menos de un segundo se me había clavado de nuevo hasta el fondo. Solté un gemido agarrándome a Luis y estrujando su fuerte muslo. Su pene seguía peligrosamente cerca de mi cara, y otra vez noté como golpeaba mi labios. Me dejé hacer cuando sentí que se hacía camino entre ellos tocando la punta de mi lengua. También me dejé hacer cuando Carlos estrujó mis nalgas con ambas manos, acompañado de un movimiento que hizo que su pene se saliera y se volviera a clavar sin piedad unas pocas veces.

No lo pude soportar más y acabé por correrme sobre mi amigo. El orgasmo fue largo, y tardé unos diez segundos en darme cuenta de que aún estaba sobre él. Diez segundos que estuve suspirando abrazada a la pierna de Luis con su pene en el umbral de mi boca. Diez segundos en los que mis ojos derramaron lágrimas de culpa y placer. Diez segundos que fueron eternos.

Finalmente me separé de Luis y me incorporé lentamente, sintiendo cada milímetro del pene de Carlos al salir. Aunque me sorprendió, porque estaba ya mucho más flácido. Al pobre, de la vergüenza que debía haber pasado por verme así, se le había pasado la erección. Menos mal, pensé, pero me dio pena porque me caía muy bien y no quería que pensara mal de mí.

Luis, sin decir nada (y es que no había nada que decir, ¿no?), terminó por dar media vuelta y por fin se fue a por las dichosas cervezas. Yo me quedé sentada junto a mi novio en nuestra toalla. Con Carlos no nos dirigimos la palabra durante un rato. Simplemente nos evitamos tontamente. Me sentía fatal, seguro que él se sentía sucio y utilizado. Ojalá pudiera explicarle que fue todo sin querer, que no había sido mi intención aprovecharme de él. Ojalá… pero no me salían las palabras.

Luis volvió con las cervezas y con un helado para mí. Al final se despertó mi novio, así que también le invitó a una de las cervezas. Mientras me comía el helado y con más gente para entablar conversación, me fui atreviendo a dirigirme a Carlos y hablarle normal otra vez. El pobre se notaba que hacía de tripas corazón para poder hablar conmigo y no romper el buen ambiente que había entre todos.

A los pocos minutos, mi novio señaló la cara interior de mis muslos, diciéndome que estaban sucios. Me fijé y me di cuenta que era un reguero de líquido blanco que fluía desde mi entrepierna. ¡Qué error! No me había fijado que mis propios flujos se habían escapado de mi vagina después de correrme. Y era bastante copioso, supongo que se debía a que nunca me había corrido tan intensamente.

Carlos estuvo hábil y me echó una mano:

—Debe de ser del helado, que se derrite rápido con este calor.

Rápidamente me eché arena sobre el muslo, intentando limpiar el estropicio. Improvisé, pero la verdad lo ensucié todo aún más. Ahora seguro me tendría que dar un buen baño para limpiarme.
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Demasiado Inocente (+18)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora