CAPÍTULO 12

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ACCIDENTES CON LA CREMA

—Bueno, pues vaya, ¡Qué tendrá Luis que no tenga yo! —dijo Carlos medio riendo medio en serio. —Además, solo necesito que me la pongas por este lado. —dijo señalando su espalda.

Eso me convenció, puesto que la espalda no era ningún problema para mí. Cuando me incorporé me pude fijar en que el pene de Luis estaba completamente erecto y húmedo. Quise creer que debido a la crema que pudo llegar hasta ese lugar, y nada más.

Me senté a horcajadas igual que antes pero ahora sobre Carlos, y me dispuse a aplicar un poco de crema sobre su fuerte espalda. Pero en el momento en el que puse mi mano sobre él, pegó un salto y lanzó un pequeño grito.

—¡Ah! Creo que ya estoy completamente quemado en la espalda. Por favor, para, que me duele. —suplicaba. —Deja que me dé la vuelta y me pones por delante porque sino me quemaré del todo.

Yo sin entender mucho me levanté apoyándome sobre mis rodillas para quitarme de encima. Pero igual que Luis, Carlos aprovechó para darse la vuelta debajo de mí sujetándome de mis muslos, e impidiendo que me quitara de encima de él.

Volvía a encontrarme en la misma situación incómoda que con Luis. Al menos ahora tuve la suerte de que el vestido se me quedó pegado y no me senté directamente sobre su piel. Y aún mejor, me había quedado sentada más arriba, sobre su bajo vientre y no directamente sobre su pene.

Me pidió otra vez que le echara crema, a lo que accedí a regañadientes. Empecé a esparcir la crema por ese pecho tan fuerte. Me gustaba tocarlo ya que lo llevaba sin nada de bello. Sin darme cuenta lo estaba disfrutando y me recreé mientras iba untando con tranquilidad.

—Me gusta mucho como lo haces, Cinthya.

—Gracias, eres un sol.

Sin embargo, mi tranquilidad se desvaneció cuando noté algo crecer detrás de mí. El pobre de Carlos estaría pasando un momento muy embarazoso, sufriendo una erección no deseada estando yo encima de él. Intenté continuar con mi tarea como si no pasara nada para ver si se le pasaba la erección. Pero a cada momento la cosa se ponía peor, o más grande, mejor dicho. En poco tiempo su pene se había erigido en toda su magnitud y lo notaba ejerciendo presión entre mis nalgas. Al menos esta vez la tela del vestido de verano nos separaba. Me quedé más tranquila, la situación no era tan tensa.

En ese momento mi novio se movió un poco entre sueños, y me asustó que pudiera verme sentada sobre mi amigo con él exhibiendo tal excitación. Menos mal que Carlos se dio cuenta y tiró de mi vestido para tapar sus intimidades con él. El problema fue que ahora su pene se posicionó entre mis glúteos directamente, rozando mis nalgas desnudas bajo la falda.

Carlos me agarró más fuerte de las caderas apretando un poco. Sin darse cuenta, con sus brazos musculosos me empujaba contra su miembro. No entendía muy bien lo que intentaba conseguir con eso, y es que accidentalmente provocaba que el espacio entre mis nalgas se abriera y presionara más fuerte contra su miembro.

Con cada presión mi calentura aumentaba. Miraba a Carlos sonriendo como si no pasara nada, para que no se sintiera demasiado en tensión.

—Bueno Carlos, ya he acabado contigo. Ahora le toca a mi novio, que se ha dormido sin ponerse crema y se va a quemar. —Dije, levantándome un poco para alcanzar el bote de crema y marcharme de ahí.

Sin embargo, Carlos, tan juguetón, tomó el bote y lo alejó de mí sujetándolo por encima de su cabeza. Tuve que alargar mi brazo para tomarlo, incorporándome un poco sobre mis rodillas hacia adelante. Pero él tenía el brazo más largo y el bote seguía inalcanzable.

Apoyé una mano sobre su pecho para intentar atraparlo, pero con tan mala suerte que me resbalé por culpa de tanta crema. Justo caí sobre él quedando mis pechos sobre su cara y provocándole una pequeña asfixia al pobrecito. Carlos tuvo que soltar el bote de crema, lo que aproveché para recuperarlo.

Me eché de nuevo hacia atrás, pidiéndole disculpas por lo ocurrido. Pero ese pequeño accidente me puso más excitada todavía, porque él sin darse cuenta y al intentar respirar, me había lamido completamente el canalillo.

Aunque lo peor estaba por llegar. Al volver a mi posición sentándome sobre él, noté que la punta de su pene completamente erecto chocó accidentalmente contra la entrada de mi vagina. Me mordí los labios sin querer, lanzando un oprimido gemido. Miré a Carlos a los ojos pensando “pobrecito, la vergüenza que le debe estar dando todo esto”. Y es que su mirada era también todo un poema.

Debido a la excitación, estrujé sin querer el bote de crema, haciendo que un chorro se desparramara sobre su vientre. Disimulando, comencé a extendérselo de nuevo como si lo hubiera hecho expresamente.

No sé qué había pasado para quedarme atrapada en esa situación. Estaba muy excitada, lo reconozco, pero no iba a aprovecharme de un amigo que tan solo me había pedido un poco de crema solar. Por no hablar de que mi novio estaba a mi lado durmiendo.

Carlos debía estar muy nervioso porque puso sus manos en mis muslos, y me empujaba hacia abajo como transmitiendo su tensión. El pobre no se daba cuenta de que empeoraba la situación porque cada milímetro que bajaba mi cuerpo, era un poquito más que su glande se metía entre mis labios vaginales.

Decidí que lo mejor era despertar a mi novio y pedirle que nos fuéramos a dar una vuelta. No sería fácil explicarle lo que ocurría, pero era mucho mejor que aprovecharme de Carlos y ser infiel a mi novio por un estúpido accidente.
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Demasiado Inocente (+18)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora