CAPÍTULO 16

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ROPA A LA MODA

Narra él:

Por fin llegamos al campamento. Me alegró ver que al salir del auto Luis no seguía excitado. Parece ser que le quedaba un poco de decencia y se había comportado adecuadamente con una señorita en su asiento.

Pero el dolor en mi piel era total. Fuimos a la piscina para ver al socorrista, que me dio una crema para quemaduras de sol y me mandó beber mucha agua. Estuvimos comiendo y me fui a echar la siesta. A pesar del calor, tenía cansancio, quizá estaba deshidratado.

Cinthya dijo que se iba a la piscina con nuestros vecinos de tienda. Para ello se puso tan sólo un precioso bikini amarillo y se cubrió con una toalla. Por supuesto que se fueron en el auto, y yo me tuve que contentar con mirar cómo se marchaban. Me puse a dormir y unas horas después cuando me desperté aún tuve que esperar a que volvieran, cosa que hicieron como a eso de las ocho de la noche.

Venían todos, los tres vecinos más el socorrista, y Cinthya llegaba con la toalla alrededor de la cintura y con el pelo y el bikini aún mojados. Estaba preciosa, como siempre. Yo esperaba sentado en una silla junto a la tienda de campaña. Solo me faltaba una armónica y un sombrero para parecer un completo solitario.

—Hola cariño, ¿qué tal estás? —preguntó mi novia abrazándome y besándome, también apestaba a alcohol y se le notaba algo despistada. —Nosotros nos lo hemos pasado muy bien, ¿a que sí, chicos?

Ellos me saludaron también muy amablemente, parecía que al fin y al cabo me tenían aprecio. Así que intenté relajarme. Según Cinthya, habían estado en la piscina y luego habían echado unas partidas al billar. Por lo visto jugaron por parejas, y cada bola del contrario o cada falta propia tenían que dar un trago de cerveza. A Cinthya normalmente no le gustaba la cerveza, pero debía haber hecho una excepción.

Entonces vi a Pedro acercándose por detrás a mi novia, y agarrándola por la cintura dijo:

—¡Ah por cierto, compañera de billar! Esta mañana mientras íbais a la playa he aprovechado para comprarte una camiseta.

Cinthya dio un salto de alegría y se abrazó a él, quien la apretó más fuerte contra su pecho. Se hizo un poco demasiado largo el abrazo, en mi opinión. Luis vino por un lado acercando a Pedro un trozo de tela de tamaño casi inexistente y color blanco, que supuse sería la dichosa camiseta.

—Toma, pruébatela —Dijo. —En la tienda me han dicho que normalmente se lleva sin ropa interior por eso, pero que es muy cómoda.

—¡Claro que se debe llevar sin sujetador! —¡Exclamé! —¡Esa talla debe ser como para niñas de seis años!

—No seas maleducado —Dijo mi novia mientras observaba la prenda. —Es muy bonita, eres todo un caballero, Pedro. —Y se puso de puntillas para darle un beso en la mejilla.

Intentó ponérsela por encima del bikini, pero era demasiado estrecha y apenas le cabía la cabeza por el cuello de la camiseta. Se estaba quedando atorada, mientras todos aprovechábamos para mirar sin disimulo como sus redondos pechos se agitaban con tanto esfuerzo.

—Tranquila, que esto lo arreglo yo en un momento —Dijo Luis.

Agarró la prenda y con unas tijeras comenzó a recortar la tela alrededor del cuello, aprovechó para cortar también las mangas, a pesar de que ya eran casi inexistentes. Por último, estiró la tela y le dijo a Pedro:

—¡Sujeta a Cinthya y haz que se mantenga bien firme!

Mi novia, medio riéndose, sacó pecho y se puso muy seria, casi como un militar. Pedro la sostuvo desde detrás, manteniéndose pegado a ella. Luis colocó la camiseta sobre su torso, y como si fuera un sastre listo a tomarle las medidas fue palpando la tela acomodándola sobre la figura de mi chica. No se me pasó por alto que aprovechó para acariciar ligeramente sus pechos.

Demasiado Inocente (+18)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora