CAPÍTULO 7

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PARA ACABAR...

En ese momento escuché a mi novio llamándome desde la arena, haciendo gestos con la mano para que volviera con él. Pensé que estaría enfadado por algo, así que solté un poco a Pedro dispuesta a terminar el juego e ir a la arena con mi novio.

Sin embargo algo me lo impidió. Carlos se había puesto tras de mí, sujetándome por las caderas y diciéndole a Pedro:

—¡Vamos a hacerle una ahogadilla a nuestra amiga!

Comenzó a tirar de mi cuerpo hacia abajo. A medida que bajaba centímetro a centímetro, mi pie se iba adentrando en el bañador de Pedro haciendo que bajara al mismo tiempo. Carlos también se había pegado a mí por detrás. Me estaban haciendo lo que se llama un sándwich humano; mis amigos eran el pan y yo era la lechuga.

Cuando mi cara estuvo a la altura de la cara de Pedro, vi que ponía una mirada extraña. Me recordaba a la cara que hizo Carlos cuando le quité el bañador. Seguían tirando de mi cintura hacia abajo hasta que algo me hizo parar. Noté cómo un tope que chocaba con mi entrepierna y me impedía seguir bajando.

Pedro se mordió el labio inferior mientras que sus manos apretaron con fuerza mis glúteos, separándolos un poco. Me asusté porque me dí cuenta de qué era lo que había entre mis piernas. Bueno, no solamente entre mis piernas, sino que en ese momento estaba empezando a adentrarse entre mis labios vaginales. Además debía de ser muy grueso, y me pareció que estaba bastante hinchado, porque forzaba la apertura de mi vagina de una forma que no había sentido nunca. Me sentí mal porque en realidad me estaba gustando mucho, y por curiosidad me hubiera gustado saber qué pasaba si entraba del todo.

Ahora sentía mi vagina muy abierta, y con Carlos empujando hacia abajo me entró unos centímetros más. Tuve que contenerme para no gemir, y no quería que Pedro se pensara que me estaba aprovechando de la situación. Me costó mucho porque me dio mucho gusto cuando noté esa cosa moverse un poco más clavándose en mí. Si me descuidaba iba a acabar entrando del todo. Eso me dio mucho miedo y miré hacia la costa donde mi novio seguía haciendo señas para que saliera del agua.

Con un movimiento de cadera logré elevarme un poco y logré sacar esa dura barra de carne que amenazaba con acabar con nuestro inocente juego entre amigos. Miré a Pedro, que tenía cara de sufrimiento, seguramente por lo embarazoso de la situación. Al fin y al cabo él no pudo evitarlo, y fue mi culpa por haberle bajado el bañador justo en ese momento.

Su pene estaba ahora entre su vientre y el mío, y yo, habiendo evitado la penetración accidental, estaba más tranquila. Aunque no lo había visto, por la presión en mi vientre adiviné que se trataba también de un pene bastante largo. Recorría todo mi vientre, aunque es cierto que él era bastante más grande que yo.

Carlos siguió empujando por detrás de mí hacia abajo, y la situación volvió a tornarse embarazosa, ya que la suave punta de ese monstruo empezó a alojarse entre mis pechos. Yo seguía llevando la parte superior de mi bikini, pero por el tamaño de mis pechos, el hilo que unía ambas telas quedaba bastante separado de mi canalillo, permitiendo que el pene se abriera camino. Pero al mismo tiempo el bikini hacía presión contra mis pechos, de manera que Pedro debió notar su pene bastante apretujado entre ellas.

Pedro tenía a estas alturas la cara completamente desencajada, seguramente de la vergüenza. Igual me pasaba a mí. Y me temía lo peor, porque si Carlos seguía tirando de mí hacia abajo, sin saber lo que estaba ocurriendo, esa cosa iba directa a mi cara.

Al menos mi novio no podía ver qué pasaba desde la distancia, porque el tonto seguro que lo habría malinterpretado y se habría puesto celoso.

Miré hacia abajo, hacia mi escote, y pude ver como la punta de su pene emergía entre mis pechos. Miré a Pedro horrorizada. Menos mal que parecía controlar la situación y me sujetó de ambos brazos para evitar que yo bajara más. Yo me había quedado casi de rodillas frente a él. Lo que pasa es que desde atrás aún intentaban hacerme caer más abajo, mientras Pedro me sujetaba contra él tirando hacia arriba.

Sin querer estaban haciendo que su pene fuera de arriba abajo al mismo tiempo que mis pechos lo estrujaban. Intenté quitarle hierro al asunto, sonriendo a Pedro, dándole a entender que ante todo éramos amigos. No quería que nuestra amistad sufriera por ese tonto incidente. Tampoco quería que se diera cuenta de que, a pesar de todo, a mi me estaba poniendo bastante excitada. No quería que pensara que era una cualquiera. Era un amigo, y no podía aprovecharme de él sexualmente.

Su barra de carne siguió recorriendo mi pecho rítmicamente durante unos segundos más. Hasta que de repente, todo se paró. Pedro decía palabrotas al cielo, mientras yo notaba que mi cuello recibía húmedas descargas de algo caliente. Miré hacia abajo y vi que el pene de Pedro comenzaba a retirarse, volviendo a estar ya blandito.

Parece que se le había pasado el apuro, por fin, y su pene se liberó completamente de la presa a la que yo le había sometido sin querer. Cayó delante de mí jadeando. Carlos, que estaba agarrándome por detrás, pasó su mano por mi cuello, quitándome algo que se me había quedado pegado.

—Cinthya, he encontrado algo relacionado con el pececito ese que te enseñé antes. ¿Lo quieres probar? —Me preguntó Carlos.

—Bueno, si crees que merece la pena. —Respondí intrigada y ya mucho más tranquila.

—De acuerdo, pues abre bien la boca y cierra los ojitos. —Respondió Carlos.

Sonreí mientras hacía lo que me pedía, deseosa de averiguar qué era eso acerca del misterioso pez. Noté sus dedos introduciéndose en mi boca, con una buena cantidad de una sustancia viscosa y caliente en ellos. Me pidió que lamiera y así hice. Me pidió que tragara, y lo tragué. Intenté saborearlo bien para adivinar qué era, ese sabor me resultaba muy familiar, y de no ser por la sal del agua, creo que lo habría adivinado.

Me acordé de mi novio y rápidamente me dispuse a volver a la arena. Pero entonces Lusi gritó:

—¿¡No te olvidas de algo!?

Me giré y vi a mis amigos en línea uno al lado del otro. El agua les llegaba a los tres al borde de sus miembros, lo que me permitió verlos todos sin dificultad. Tenían los miembros de buen tamaño y duros, excepto el de Pedro que se había deshinchado. Entonces me fijé que Luis había puesto mi bikini de manera que se sujetara sobre su pene erecto.

Que tonta fui, me iba a salir del agua olvidándome de ponerme otra vez el bañador. Me acerqué a Luis para que me lo devolviera, pero me dijo que lo tomara yo misma. Encontré la broma un poco de mal gusto, porque al alcanzarlo tuve que rozar su pene con mi mano, cosa que no quería hacer. Pero fue un segundo nada más y ya me pude poner otra vez el bikini para salir.

Pedro también se pudo vestir rápido y acompañarme, pero los otros dos dijeron que necesitaban un momento para encontrar sus bañadores antes de salir. Me pareció muy raro porque los vi que estaban flotando ahí justo a su lado.
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Demasiado Inocente (+18)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora