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Alexander:

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Alexander:

Cuando abrí los ojos, Magnus seguía a mi lado: durmiendo plácidamente, con su cabeza sobre una mano, haciendo ruidos apenas audibles de profunda inconsciencia.

Sonreí sintiendo una alegría intensa recorrer mi cuerpo. Mi corazón bombeó con fuerza y las mariposas revoloteaban en mi estómago.

Anoche, después de hablar con mis amigos y pensar en varios motivos por los cuales James pudo haberse enojado con ellos, me quedé observando a Magnus, intentando guardar el recuerdo en lo más profundo de mi corazón, por sí en la mañana siguiente, desaparecía sin dejar rastro, como un simple sueño.

Algo en mí osciló emocionado, al tenerlo a solo unos centímetros, disfrutando sus horas de sueño. Después de todo, no había sido solo mi imaginación.

Me acerqué un poco y con sutileza acomode los machones que de manera rebelde cubrían parte su rostro.

Una vez con la frente descubierta, lo observé nuevamente, deteniéndose a contemplar cada detalle. Sus facciones son delicadas, su piel brilla como sí un destello de propio fulgor lo envolviera, sus labios esponjosos color carmesí, asimilan ser el perfecto sinónimo de salvación, o de ruina, en su caso.

Magnus, realmente es un joven hermoso, no hay nada en él que llegue a ser desagradable, es como sí cada célula de su anatomía estuviera correctamente posicionada. Hasta aquellas marcas de una posible guerra con el acné, se volvían sublimes, por hacer de su belleza, mucho más realista.

Nada de película.

Nada que fuera imposible.

Solo un semblante bonito, que para los ojos humanos se vuelve un deleite mirar, tanto que puedes sentirte ligeramente aturdido y embelesado. Justo como yo en este momento.

Parpadee, saliendo del encanto y regrese a mí posición inicial. Me acomodé sobre mi almohada y fijé mi atención en el pequeño reloj que tenía a mi derecha.

8:18 AM.

Sin ninguna intención, habíamos perdido las primeras dos clases del día. Maldecí en silencio.

-Magnus, Magnus.. -llamé, moviendo su cuerpo de un lado a otro, sin llegar a ser brusco. -Es hora de levantarse. Ya vamos tarde para la escuela.

Después de varios segundos y más intentos por despertarlo, sus ojos se fueron abriendo poco a poco, acostumbrándose a la escasa luminosidad que entraba por las ventanas.

-Hola. Buenos días. ¿Dormiste bien? -me aventuré a preguntar, una vez que estuvo totalmente consciente.

-De hecho, sí. Muchas gracias por dejarme quedar. ¿Tú cómo dormiste? -contestó sonriente.

Una característica que nunca entendería de él, es que siempre amanece de buen humor. No importa que tan pesada estuvo la noche, o quién haya interrumpido su comodidad, su ánimo estaría impecable.

why ¡! malec auDonde viven las historias. Descúbrelo ahora