𝐒𝐀𝐍𝐆𝐔𝐈𝐉𝐔𝐄𝐋𝐀

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La peli negra movía su cadera al compás del estruendoso sonar de sus tacones, con cada paso que daba hacía notar más su llegada.

La peli negra movía su cadera al compás del estruendoso sonar de sus tacones, con cada paso que daba hacía notar más su llegada

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La mansión anteriormente del apellido Rosier y ahora Zabini, era un "hogar" bastante complejo, si se le puede llamar así...

Emmalie sentía una grata sensación al quitarle la felicidad a los demás, retomando de esta manera lo que hicieron con ella, helando su palpitante corazón y sulfurándolo con ira.

Era la única forma en la que se sentía llena.

—¿Volviste? —pregunto secamente Darian Zabini sentado en su sofá leyendo el periódico mágico.

—Lastimosamente. 

La mujer se quitó su abrigo y lo dejo en un perchero, para luego llamar a gritos a un pequeño elfo doméstico.

El elfo apareció entre las sombras de la mansión con una vela, para no ser ahogado entre las tinieblas.

—Eru lo siente, Madame Zabini. —el elfo dejo la vela en una mesa con un poco de dificultad.

—Esto debe ser una broma —dijo entre dientes la mujer, se agachó al nivel del elfo y anclo sus uñas fuertemente en su piel—, No quiero tus insípidas excusas, si te llamo debes venir a mí inmediatamente, ¿lo entendiste?

—Eru lo entiende, Madame Zabini. —dijo conteniéndose las lágrimas.

«Zabini, Zabini, ¡ZABINI!» La mujer estaba harta de ese maldito apellido, siempre que la llamaban por aquel, recordada la maldita tortura que fue para ella casarse con un inepto y mísero sangre pura y ahora después de salvar la vida de ese imbécil sin dinero, ¿ella debe llevar ese apellido con orgullo? 

«Zabini, Zabini, ¡ZABINI!» La mujer estaba harta de ese maldito apellido, siempre que la llamaban por aquel, recordada la maldita tortura que fue para ella casarse con un inepto y mísero sangre pura y ahora después de salvar la vida de ese imbécil...

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La mujer apartó sus uñas de la piel sangrante del pequeño elfo, desgarrado por la fuerza con la que la mujer lo sometió.

—Tráeme un Whisky.

—Eru esta a sus órdenes, Madame. —dijo el elfo para luego marcharse sosteniendo nuevamente la vela en silencio.

La única luz que iluminada la gran sala era una pequeña lámpara a la cabeza de su "querido Marido".

EL MESTIZO Y LA SANGRE PURADonde viven las historias. Descúbrelo ahora