𝐋𝐀 𝐏𝐑𝐄𝐆𝐔𝐍𝐓𝐀

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La muchacha caminó unas cuantas calles hasta estar lo más lejana posible y asegurarse de que nadie le observaba.

Se acercó a un viejo roble el cual estaba casi seco y sin hojas, además tenía un gran hueco en medio, dentro de este logró divisar una bota sucia y apestosa, se sujetó a ella, de pronto se sintió mareada, todo parecían dar vueltas, ya anteriores veces había viajado por traslador, pero nunca se había logrado acostumbrar al mareo que le provocaba.

Por fin recobró la compostura y cayó de pie en el mullido pasto que se extendía inmensamente y parecía no tener final.

La gran planicie era perfecta a sus ojos, tan solo había árboles, flores, mariposas, entre otras maravillosas criaturas y, por último, no menos importante la acogedora casa del Sr. Scamander la cual aunque no parece ser muy grande dentro, poseía mil maravillas.

Caminó rápidamente a la reconfortante casa que se encontraba a unos pocos pasos de donde ella había aparecido.

Adorada estar allí, aunque no conocía mucho el hogar de su maestro, ya que la joven solo se limita a cuidar y estudiar las criaturas que Scamander le enseña.

Tocó la puerta, luego solo observo cómo esta se abría sola.

—¿Maestro? —la aprendiz alzó la voz mientras sostenía firmemente su varita en su mano derecha.

Sin previo aviso se escuchó un estrepitoso sonido, y de las escaleras apareció Newt con unos cuantos Occamys alrededor de su cuerpo, además de unos cuantos libros y comida de animales arrojada por el suelo, se había caído.

Se levantó del suelo y alcanzó el alimento para los occamys.

Se levantó del suelo y alcanzó el alimento para los occamys

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—Se me complicó un poco. —dijo con una sonrisa de lado y haciendo un gesto con la mano restándole importancia.

—Lo noté. —dijo mientras reía.

—Deja de reír y mejor ayúdame a resolver este desastre. —dijo mientras se reía igualmente, y lograda dejar en su nido a los Occamys.

Con su varita, Scamander limpio y organizó todo sin mucho esfuerzo, mientras que Harmony alimentada a los bebés Occamys.

—Maestro, ¿cómo es que los Occamys no crecen dentro de su casa?

—En realidad es un simple hechizo, te lo enseño luego. —recogió una bolsita con alimento y se la entregó— Dale estas bolitas a los Mooncalf, deben estar hambrientos.

Ella solo asintió y se acercó a donde los pequeños Mooncalf corrían libremente

—Hola, pequeñitos, espero que estén hambrientos. —corrieron hacia ella y la joven les dio de comer a cada uno.

Cuando hubo terminado su tarea, se acercó a su maestro, el cual estaba acariciando al bello Thunderbird.

Newt hablada con sus animales como si fueran personas, lo sorprendente es que los animales parecían entenderle.

EL MESTIZO Y LA SANGRE PURADonde viven las historias. Descúbrelo ahora