Capítulo Treinta Y Tres: Sombras De Verdad

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Ily

—¡Auxilio! —grité desesperada—, ¡Auxilio!

Corrí tan rápido como pude cuando aquellas pisadas se hicieron más pesadas, podía sentir el olor de Baruk cerca. Wagh, que asco.

—¡Auxilio, por favor!

El pueblo era pequeño, pero cuando entré muchas personas comenzaron a gritar aterradas mientras corrían hacia todas partes tratando de alejarse a toda costa de mi camino. Tenían miedo de lo que venía detrás de mí.

—¡Es la bestia! —uno de ellos gritó—, ¡Corran!

Exacto, corran, corran, hormiguitas.

—¡Ayuda! —. Grité.

El olor de Argus en el aire no me permitía distinguir otros aromas, pero mientras más me acercaba al centro de ese lugar, podía encontrar nuevos aromas.

Cazador.

—¡No!

El lobo tonto me había golpeado para caer y quedé tendida en el suelo cuando choqué contra la pared de una casa vieja.

Maldito seas, Baruk Hale.

—No... —. Dije poniendo mis manos frente a mí cuando el lobo se detuvo sólo para acercarse de nuevo cuando conmigo.

¿Pero dónde se habían metido esos idiotas?

—¡Cuidado! —. Una chica lanzó una maceta al lobo y aproveché eso para huir, bueno, fingir que corría lejos de él.

La miré un segundo notando que no era una cazadora, una lástima, sería una gran chica si tan sólo tuviera el don y no sólo la valentía.
Me gustaba encontrarme con la gente que era valiente incluso sin la fuerza, pero en este instante era una tontería, ella no sabía ni siquiera en lo que se metía. Sólo esperaba que el lobo de Baruk supiera seguir órdenes de su amo.

Me puse de pie y corrí nuevamente hasta el centro del pueblo en donde una fuente vieja y seca se alzaba.

—¡Ayuda! —. Grité más fuerte.

El golpe me había hecho sangrar de la cabeza y estaba segura de que mi pierna estaba herida, sin embargo, poco tuve que esperar cuando Robin vino a mi rescate.

—No te muevas —. Escuché una voz masculina y de inmediato miré como un hombre saltaba desde el techo de una casa hacia el lomo del lobo de Baruk.

Este ni siquiera se amedrentó, sólo lo tomó con su hocico y se lo quitó de encima tirándolo sobre un puesto de madera que se hizo trizas.

—Ay, pero qué desperdicio —. Susurré hastiada de la incompetencia de los cazadores de este tiempo.

—Rápido, muévanse —escuché a alguien gritar, más bien, ordenar—, atrapen a esa cosa ya.

En cuanto vi a más de ellos acercarse, supe que de inmediato aparecería el tipo al que debía de capturar.

—¿Estás bien? —. Un chico me preguntó y me sostuvo del brazo.

Pero en su cuello no había nada. No era Forest.

—Creo que sí... —. Me tomé del pecho.

—Ven conmigo —otro de ellos se acercó y en cuanto vi su cuello supe que era él. El ingenuo Forest—. Hay que llevarla a un lugar seguro, el lycan parece sólo quererla a ella.

Cabello negro y ojos oscuros, guapo y galante, pero con cero sentido de alerta encima.

—Siento que me desmayo —. Fingí caer en sus brazos cual damisela en apuros.

El Destino De Un Alfa © [PAUSADA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora