Capítulo Treinta Y Nueve: Todo Lo Que Tengo

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Emdrick

—Amo... 

Escuché la voz de Diederik sobre mis sueños y de inmediato me giré para verlo.

—Amo...

—¿Die?

Él tenía los ojos cerrados y el ceño fruncido, tenía una pesadilla.

—Hey... —susurré al abrazarlo a mí—, estás en casa, tranquilo.

—Mmm...

Sonreí cuando se acurrucó en mis brazos.

—Eso es —volví a cubrirlo con la manta. Siempre me obedecía incluso cuando soñaba—, estás a salvo, Die. Estás conmigo.

Últimamente, Diederik tenía pesadillas por las noches, pesadillas que lo hacían gritar o a veces sólo lo asustaban; lo cual no me preocuparía si fuera algo extemporáneo, pero ya era la tercera en esta semana y sabía que algo no andaba bien con él. Sabía que algo le asustaba y quería ayudarlo a saber qué era.

—Estás a salvo, Die —acaricié su cabello con suavidad haciendo que poco a poco controlara su respiración—, yo estoy aquí. Yo estoy aquí.

Die abrió sus ojos lentamente y como un golpe de la realidad, sus orbes azules poco a poco comenzaron a mirarme con amor después de despertar de aquella pesadilla.

—Estoy aquí.

—Lo siento —susurró aferrado a mí—, es la tercera vez que te despiertas por mi culpa.

—Soy un demonio —negué con la cabeza—, no necesito dormir para sentirme bien, en serio.

Él rió y cerró de nuevo sus ojos acurrucando su cabeza en mi pecho.

—¿Quieres decirme qué es lo que pasa? —pregunté tratando de no ser invasivo—, quizá si lo hablamos podamos resolverlo, ¿No lo crees?

—No es nada importante, de verdad.

—Todo lo que es acerca de ti, es importante para mí.

Die me miró de nuevo y asintió.

—Es un sueño, un horrible sueño.

—¿Y qué hay ahí? —. Quité un rulo de su frente.

—Estás tú.

Sonreí.

—¿A sí? —besé su frente—, ¿Y qué tal luzco? ¿Soy tan guapo en tus sueños como lo soy en tu cama?

Miré a Diederik cuando no respondió y noté lo triste que estaba, sus ojos poco a poco se cristalizaron y supe que no era nada bueno aquel sueño.

—¿Qué pasa, Die? ¿Por qué lloras?

—Es que tú estás ahí, pero yo no puedo tocarte mientras tú estás herido... —sollozó. La sangre comenzaba a brotar de sus ojos—, quiero protegerte pero no puedo. Es como si sólo pudiera ver como mueres frente a mí.

Aquello sí me sorprendió, era la primera vez que Die estaba tan asustado desde que llegó a mí.

—En mi sueño tú mueres y yo no puedo salvarte.

—Tranquilo —lo abracé a mí tratando de calmarlo—, todo está bien, Die. No corremos peligro alguno, no tengas miedo.

—Eso no lo sabes...

—Lo sé porque yo te protegería de todo, Die. No debes tener miedo, jamás te abandonaría y mucho menos moriría.

Él me miró asustado.

El Destino De Un Alfa © [PAUSADA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora