El cambio de la lealtad

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Cian estaba tumbado en la cama de su habitación contemplando el techo y maldiciéndose a sí mismo

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Cian estaba tumbado en la cama de su habitación contemplando el techo y maldiciéndose a sí mismo.

―Idiota, es que eres gilipollas.

Alzó la mano y la dejó caer sobre su frente. Se sentía un completo desecho humano por lo que acababa de hacer en el baño. Pero no se había podido frenar. Al ver a Melione entrar al agua desnuda, con su espalda perfectamente tonificada, su cadera ancha que acentuaba su abultado trasero, y el tono caramelo de su piel había perdido completamente la cabeza.

Para él, su reina era Melione. Vivía por ella y mataría por ella, si Melione le pedía que fuera al infierno él iría. Porque la adoraba, la veneraba y solo quería estar a su lado. Recordaba los labios de la joven contra los suyos, la suavidad de la piel de su espalda, y sus ojos de un profundo castaño que eran toda una joya en Emyerald, donde todo el mundo los tenía verdes, ella reinaba por tenerlos del color del tronco de los árboles.

Y él sabía que ella no se veía ni la mitad de hermosa, y maravillosa que la veían todos los demás. No era de extrañar que en unos meses se hubiera ganado a los sirvientes del castillo, ni que poco a poco se fuera ganando a los habitantes de estas tierras, su carácter arrollador los dejaba a todos sin aliento. Y más aun que no estaba bajo la sombra de Nathair, ella podía brillar por cuenta propia.

Se dio la vuelta intentando conciliar el sueño, sintió las sábanas rozar contra su pijama, y cerró los ojos intentando dormir. Era mejor olvidarse de lo que había hecho y asumir que Melione jamás se fijaría en un joven y menos, en un macho.

Cian estaba en medio del sopor del inicio del sueño cuando llamarón a su puerta. Sus nervios de guerrero enseguida lo despertaron y se levantó de la cama.

―¿Quién es? ―preguntó en el tono más autoritario que pudo.

―Soy Melione, no puedo dormir ¿puedo pasar?

Cian se miró un momento en el pequeño espejo que estaba pegado a la pared. Se acomodó el pelo y los puños de las mangas y abrió la puerta.

Melione le miraba con una sonrisa en los labios. Llevaba una camisa que le quedaba grande y le llegaba hasta la mitad de los muslos. Su cabello estaba suelto sobre su espalda e iba descalza.

―Entra, vas a enfermar.

―Por lo menos me tuteas, es un avance.

―Es hora de dormir, no me apetece ser formal―cerró la puerta detrás de ella.

Ella sonrió y se sentó en el colchón. Su camisa se subió un poco y él pudo ver aún más de su muslo. Apartó la vista intentando calmarse.

―¿En qué lado te apetece dormir?

―En el que tú no quieras.

Él se tumbó en el lado que quedaba libre.

Melione se recostó sobre la cama y los tapó a los dos.

Corona de venganza y magia ancestral [Legado Inmortal 2]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora