La furia de la amante

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Los dedos de Nathair descansaban ociosos sobre el abdomen de Brielle mientras ésta dormía plácidamente en su cama

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Los dedos de Nathair descansaban ociosos sobre el abdomen de Brielle mientras ésta dormía plácidamente en su cama. Ella se había despertado hacía un rato y contemplaba los rayos de sol que danzaban contra el dosel que decoraba el armazón del lecho.

Momentos de la noche de pasión y lujuria que había mantenido con la reina se colaron en su mente. Brielle era una amante muy pasional y le encantaba que ella tomara las riendas de sus encuentros piel con piel. Le gustaba tanto que se dedicaba a veces de forma exclusiva a darle placer a ella y olvidarse de recibirlo. Nathair no se quejaba de ese comportamiento dado que siempre había disfrutado más cuando era ella la que recibía.

Además Brielle tenía el extraño fetiche de que le gustaba que ella le infligiera algún tipo de daño físico y se ofrecía con mucho gusto a la hora de proporcionárselo. Disfrutaba de escuchar su voz suplicante y como se estremecía su cuerpo de placer al recibirlo.

Aquella noche habían añadido algo más a sus juegos pasionales, dos machos habían entrado a su alcoba dispuestos a ofrecerse para cualquier deseo que ellas anhelasen. Habían disfrutado de sus apéndices varoniles mientras ambas retozaban la una con la otra. Habían acabado revolcadas entre las sábanas cubiertas del sudor de ambas y de la excitación de los machos.

En aquel reino podía tener todo lo que ella quisiera y eso era incluso más de lo que siempre había deseado.

Brielle se movió bajo sus dedos y se dio la vuelta dándole la espalda. Ella contempló los arañazos que tenía en la espalda y que ella le había producido por la noche. En aquel momento y gracias a la magia de curación de su cuerpo eran líneas finas de un color rosáceo, pero sus uñas habían rasgado su carne mientras la lengua de su amante había estado entre sus piernas y el miembro de uno de los machos entre sus labios.

Le dio un pequeño beso en su hombro desnudo y perfiló su figura con las yemas de sus dedos. Brielle era una hembra muy hermosa, no podía negar lo que veían sus ojos, pero lo más importante era la aliada potencial que había resultado ser.

Acarició la parte baja de su abdomen anhelando al futuro vástago que un día tendría. Ese ser capaz de convertirla en una emperatriz y cuando lo tuviera se desharía de Brielle como de un paño viejo. Pero mientras tanto pensaba disfrutar de su compañía que tanto le podía ofrecer.

La reina cocodrilo era su actual trofeo, uno lleno de poder y ambición capaz de dárselo todo. Al igual que había sido Melione en el pasado.

La imagen de la joven de pelo castaño pasó por su memoria, y todas las palabras dulces que le había dicho. Se había enamorado de ella, algo normal debido a su belleza e inteligencia, y la había manipulado para que pensara que sus sentimientos eran correspondidos, pobre ilusa. Pero ahora era una piedra en su camino y debía de eliminarla de este. Quería su reino de vuelta.

Miró su anillo, la piedra roja estaba apagada como si comprendiera que los sentimientos que en ella se guardaban eran falsos. Ya no lo necesitaba, estaba deseando romperlo y así deshacer el pacto. Podría darle caza a Melione ella misma.

Corona de venganza y magia ancestral [Legado Inmortal 2]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora