La caricia de la furia

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Nathair odiaba aquel lugar, cada día que pasaba lo odiaba aún más

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Nathair odiaba aquel lugar, cada día que pasaba lo odiaba aún más. Pensó que aprendería a ver la belleza en algo de aquel castillo, o en la situación, o que simplemente podría aprovechar para aprender algo, pero cada día que pasaba tenía más claro que despreciaba aquel lugar.

Estaba sentada en un banco de piedra en el jardín trasero del castillo, las nubes tapaban el sol de la mañana mientras intentaba sentirse lo menos miserable posible. Cuando todo esto acabara destruiría el castillo con su poder, reduciría hasta la última piedra a polvo.

Cuando una nube cubrió el sol de forma total y la oscuridad invadió el castillo y el jardín. cerró los ojos abatida. Era una reina sin corona y sin trono y tenía que aceptarlo. Se lo habían arrebatado todo de un plumazo. Brielle y la mujer que la amaba se lo habían quitado todo.

La furia le lamió la piel y la contrajo con fuerza. Se odiaba a sí misma por haberse dejado engañar tan fácilmente, y por haber creído que dejando el reino en las manos de Melione estaría bien. Al final era una humana y todos los humanos querían lo mismo, poder. Nunca tendría que haber subestimado su naturaleza por mucho que la hubiera moldeado a que la amara y la respetara. Al final era normal que quisiera apuñalarla por la espalda y robárselo todo.

Miró el anillo de su mano, el rojo brillaba debido a la magia. No se lo había quitado aún, quería recordar lo necia que había sido al hacer un pacto con Melione y haberle entregado parte de su reino. Pero tenía tantas ganas de destruirlo, de aniquilarlo con su magia que a veces le costaba resistirse a ello.

Una vez que lo hiciera el pacto estaría roto y podría cazar y matar a Melione, pero al mismo tiempo ella haría lo mismo. El anillo le aseguraba que no pudiera matarla y al mismo tiempo la ataba a las dos, era un castigo y una salvación al mismo tiempo.

Frunció los labios mientras la melodía que siempre guiaba su alma incrementaba su fuerza. Iba a destruir y derramar tanta sangre que el mar acabaría siendo rojo.

Notó una presencia a su lado, como la mano espectral de un fantasma y antes de abrir los ojos supo quien se había sentado a su lado. Había pensado que su día no iría a peor, pero parecía que se había equivocado, pensó.

Abrió los ojos y Brielle la estaba escrutando.

Aquel día llevaba un vestido verde musgo que acentuaba su piel clara y su pelo oscuro. Sus ojos brillaron con un tono citrino divertidos.

―Largaos ―dijo Nathair a modo de saludo.

―Mi castillo, mis normas. Puedo ir donde quiera.

Nathair movió el torso para mirarla, sus cejas se contrajeron en su ceño y suspiró.

―Lo sé, pero no deseo que estéis aquí. Así que largaos, iros a follar o algo así.

―Es muy tentador lo que me decís―se llevó un dedo a la barbilla―. Pero prefiero hablar con vos.

Corona de venganza y magia ancestral [Legado Inmortal 2]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora