Una furia templada

119 22 28
                                    

Nathair llegó hasta su nueva habitación, cuando la puerta se cerró detrás de ella corrió hasta la cama y se tiró sobre el colchón

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Nathair llegó hasta su nueva habitación, cuando la puerta se cerró detrás de ella corrió hasta la cama y se tiró sobre el colchón. Gruñó de placer al sentir la suavidad de la cama contra su cuerpo. Todo el cansancio acumulado de estar encerrada golpeó todo su ser y sintió como sus ojos se cerraban con pesadez. No luchó contra aquella necesidad de su cuerpo y se entregó totalmente al sueño.

Durmió sin soñar. Como hacía mucho tiempo que no hacía. Todas las veces que había intentado dormir en aquella celda los recuerdos dolorosos de su pasado llegaban a su cabeza. Sus manos rodeando el cuello de sus hermanos mientras la luz de la vida se escapaba de sus ojos, la mirada de Brielle tras las rejas y cómo se reía de ella, la caricia de la mano de su madre contra su mejilla intentando dominarla, y el que más le dolía, la sonrisa de Melione contra sus labios.

Pero todo aquello se acalló en aquella habitación como si las paredes amortiguaran todo su dolor y la dejasen descansar tranquila, sintiendo la nada recorrer su cuerpo maltrecho y débil. Y durmió todo el día y parte del siguiente, sanando todo su ser gracias al sueño. Cuando se despertó, estiró los brazos sobre su cabeza y abrió los ojos despacio, acostumbrándose a los rayos de sol que entraban por la ventana los cuales eran de un color anaranjado e indicaban que estaba llegando la noche.

Miró la habitación donde estaba, era bastante sencilla. Solo tenía un armario en la pared de enfrente de su cama, la cual tenía postes en cada una de sus esquinas decorados con una tela blanca que caía como la niebla. Eso no le gustaba dado que eran muy aparatosos aunque daban elegancia a la cama. Al lado del armario había un tocador con un espejo y una silla de terciopelo, pero no había nada más que decorase la habitación. Era demasiado sencilla para una reina, pensó. A su izquierda había un gran ventanal y justo a su lado una puerta que seguramente debía de ser el aseo.

De aquel lugar se escuchaban sonidos, y ella se levantó alarmada. Con renovadas fuerzas levantó la única silla que había con su magia dispuesta a lanzarla contra un enemigo, cuando bajó de la cama observó que esta tenía debajo una alfombra de color rojo que pasaba por debajo de toda ella. Sus pies agradecieron aquella suavidad que seguramente había ignorado cuando había ido directa contra el colchón.

Mientras se perdía ante la suavidad que acariciaba su piel observó como la puerta se abría y de ella apareció una inmortal. Tenía las facciones redondeadas con un cabello rojizo que llegaba hasta sus hombros, llevaba un uniforme del servicio y se estaba secando las manos con el delantal que llevaba sobre la falda. Sonrió y sus mejillas ascendieron cerrando de forma leve sus ojos amarillos.

―Buenas tardes, majestad. Me alegro de que por fin estéis despierta, os he preparado la bañera.

Los dedos de sus pies se contrajeron ante la sensación de placer que le dio escuchar la palabra bañera. Se sentía tan sucia que había pasado ante el espejo y ni se había mirado en el reflejo.

―Acompañadme, os vendrá bien―le tendió la mano para guiarla.

―Ni se os ocurra tocarme, sucia cocodrilo.

Corona de venganza y magia ancestral [Legado Inmortal 2]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora