La furia de la pasión

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El estómago de Nathair gruñó de placer cuando llegó hasta sus fosas nasales el aroma de la comida que tenía delante. Se encontraba delante del tocador sentada en la silla mirando el plato mientras cuidadosamente cortaba la carne con el cuchillo. Saoire se encontraba a su lado, con la bandeja de plata que había cubierto la bandeja entre sus manos.

No le había dicho nada cuando había llevado la cena tras dejarla que se bañara sola, y tampoco quería intercambiar palabras con ella. Ya había cumplido su función, darle la piedra y traerle la cena, no la necesitaba para nada por mucho que fuera la enviada de su esposa.

Se llevó el trozo de carne a la boca y frunció los labios de placer al sentir la jugosidad contra su lengua. La carne de jabalí se deshizo entre sus dientes, se llevó un poco de la guarnición a la boca y lo masticó todo junto.

Comió tranquilamente mientras sentía la mirada de la criada contra su espalda. Estaba acostumbrada a la mirada de los criados y no le molestaba, aunque estaba en alerta por si le había mentido y en realidad quería atacar en cualquier momento. Estaría preparada para partirle todos los huesos de su cuerpo y hacerla gritar de dolor. Es más lo esperaba, así tenía la excusa perfecta para torturar y mutilar a uno de esos asquerosos cocodrilos que se creían merecedores de mirarla.

Se apartó el cabello de encima del hombro que cayó como la seda contra su espalda, el cual, llegaba hasta el almohadón de la silla y discurría por los laterales. Al terminar la cena, dejó los utensilios sucios sobre el plato y se levantó.

La criada se movió de forma grácil a su lado y con unos pocos movimientos retiró la bandeja de encima de la mesa y la colocó entre sus brazos.

―Os ayudaría a retiraros la ropa, pero dudo mucho que queráis que os ayude. Así que buenas noches, reina Nathair.

Ella ni la miró, se quedó dándole la espalda mientras escuchaba sus pasos hacía la puerta.

―No estáis retenida dentro de la habitación, pero os recomiendo no vagar por el castillo de noche. A la reina Brielle no le gusta que nadie ronde los pasillos cuando cae el sol.

―Haré lo que me plazca.

―Como queráis, que descanséis.

La puerta se abrió y Saoire desapareció por el pasillo. Nathair observó cómo no había guardias detrás de la puerta y eso hizo que sus hombros se relajasen.

Odiaba que le dieran permiso para hacer las cosas, desde que su madre de pequeña le había dicho todo lo que debía de hacer para ser una buena hija y princesa, la había desobedecido. No pensaba acatar las normas de una sucia criada.

Esperó unos minutos sentada en el colchón de su nueva cama, mirando el reflejo de su cuerpo contra el espejo del tocador. Su clavícula sobresalía debajo de su piel, tan afilada como la hoja de un cuchillo, sus ojos verdes estaban hundidos en sus cuencas y sus pómulos antes pronunciados ahora le hacían ver cadavérica. Necesitaba volver a ganar peso. Pero lo que más le dolió fue mirar a su cabeza y no ver su corona reposando en ella, la había perdido, se la había arrebatado esa horrible cocodrilo cuando se la habían llevado de su reino, y la quería de vuelta consigo.

Corona de venganza y magia ancestral [Legado Inmortal 2]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora