Cegada de furia

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Nathair contemplaba el cielo despejado de aquella mañana de otoño como un perro contemplando un jamón, hambrienta y furiosa.

Llevaba varias semanas en aquel castillo horrible, aunque ya no estaba en los calabazos estar en aquella habitación no era algo demasiado agradable. Porque aunque estuviera entre cuatro paredes bonitas, tuviera una cama mullida y un baño seguía estando atrapada. Con la guadaña del destino sobre su cabeza y a punto de caer sobre su cuello.

Había perdido la cuenta de los días que llevaba ahí, pero debido al cambio de los días que cada vez eran más cortos, sabía que el invierno se aproximaba como una amante helada. Y ella aun seguía ahí, encerrada como un animal.

Frunció el ceño mientras observó como una ave volaba por el cielo gris de tormenta. Aquel pajarillo tenía la suerte que ella no tenía.

Apretó la mano contra el cristal, el frío de la superficie le acarició la piel mientras dejaba sus huellas sobre él. Suspiró y su aliento empañó la ventana. Estaba encerrada como un animal.

Sintió como a su espalda Saoire se movía. Estaba tumbada sobre su cama y movía sus pies en el borde mientras escribía una carta. Según lo que le había dicho era para su reino, para que Sliab supiera de su situación.Ella solo le había dicho a Saoire que exigiera un ejercito para sacarla de ahí y con Melione liderando la marcha. Quería ver a su esposa, la cual no se había puesto en contacto con ella y quería saber la razón.

Saoire sólo había recibido noticias de Sliab, ninguna de Melione, y eso era algo que le preocupaba. No por el bienestar de ella, sino de su reino. Que estaría haciendo con su reino. Eso tampoco venía en las cartas, y comenzaba a desquiciarla. Había estado años para ganarse una reputación como reina, como soberana para que una niñata movida por el amor y la venganza se lo rompiera. Tenía que saber que estaba pasando con su reino.

―Listo, carta terminada. He puesto que su majestad desea ser salvada por la reina Melione.

―Recuerda, Saoire, que la legítima reina soy yo―dijo entrecerrando los ojos.

―Lo sé, pero Melione también es una reina. No es mi culpa que sea vuestra esposa.

Nathair bufó, no aguantaba la insolencia de la sirvienta.

―No siempre tomo las mejores decisiones.

La joven sonrió, una risa cruel le cruzó la cara. Era lo que quería oír, como ella se había equivocado.

Saoire se levantó de la cama, dobló la carta entre sus dedos y la metió en un sobre que sacó del bolsillo de su pantalón. Introdujo el papel dentro y lo cerró.

―¿No debes de lacrarlo?

―Lo haré más tarde, no disponéis de cera aquí para hacerlo.

Se mordió la cara interna de la mejilla. Cada vez odiaba más a esa hembra y su forma de hablarle.

Corona de venganza y magia ancestral [Legado Inmortal 2]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora