Una madre muy leal

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Llevaba varios días evitando a Melione, pero ya no podía hacerlo más. Desde que habían llegado al castillo después de su viaje la joven reina había estado muy ocupada, y él lo había agradecido. No sabía cómo actuar a su lado, le daba vergüenza mirarla y que ella pudiera ver que la miraba. Se culpaba todo el tiempo por haber roto su amistad.

Pero como era su guardia personal debía de acompañarla en todos los viajes que tuvieran que hacer, incluso si fuera al final del mundo él debía de estar a su lado. En aquel instante estaban a punto de llegar a la fortaleza del mar, donde Melione quería hablar con el servicio y preocuparse por ellos.

Cian no podía no admitir que lo que estaba haciendo Melione le honraba, hacía que todo el mundo quisiera estar a su lado y venerarla. Había visto cómo los criados y los demás guardias se acercaban a hablar con ella de sus problemas o solo para decirle alguna palabra amable, y ella escuchaba y sonreía.

Al principio pensaba que todo era un truco, que la joven solo lo hacía para aparentar que les importaba como una vez le había dicho, pero ahora sabía que no era así. Melione disfrutaba de ayudar a los demás, se podía ver en sus gestos, y en la forma de inclinar la cabeza mientras escuchaba. Sabía que no lo admitiría, pero había encontrado un nuevo hogar entre esos muros.

―Cian ¿tu casa no esta por aquí cerca?

Él tardó un poco en contestar dado que estaba enfrascado en sus propios pensamientos.

―Si, mi madre vive en esa dirección ―señaló entre los árboles hacía el este.

―¿Quieres ir a visitarla? Me encantaría conocerla.

―¿Podemos?

No se había planteado la posibilidad de ver a su madre, hacía meses que no la veía y la echaba mucho de menos, pero como guardia no podía pedir nada a su reina. Ni siquiera podía desviar el rumbo para ver a la única familia viva que le quedaba.

―Por supuesto. Tengo que agradecerle los jabones―sonrió.

Su corazón dio un vuelco al ver su sonrisa y reprimió el impulso de alzar la mano y rozarle los labios con el pulgar. Debía reprimir sus sentimientos si no quería volverse loco.

Cian guió a su montura mientras Melione le seguía sobre la suya. Al cabo de pocos minutos vislumbraron a la lejos una pequeña casa formada por piedras oscuras y llenas de musgo. Él sonrió al ver el jardín lleno de flores que su madre tenía tan cuidado. Esperaba que ella estuviera en casa. Se acercaron y dejaron los caballos atados en la barandilla del porche.

Notó el corazón acelerarse en su pecho, estaba nervioso por volver a ver a su madre. Quería abrazarla entre sus brazos y oler la fragancia que siempre desprendía su pelo. Lo único que sabía de ella era lo que le decían sus cartas. Con los nervios a flor de piel llamó a la puerta.

Corona de venganza y magia ancestral [Legado Inmortal 2]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora