35. Viene el héroe de la literatura palaciega VII

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Capítulo 35
Viene el héroe de la literatura palaciega
Parte 7

Cuando Qin Ruwang agarró su muñeca, la temperatura fría surgió del punto en el que se encontraba sus pieles, y Ji Ning le miró aturdido. Antes de que pudiera pensar en algo que decir, vio que aparecían unas ondas de emoción en la cara de Qin Ruwang; éste mostró un rastro de confusión en su rostro, y levantó la mano para sujetar su frente.

Al ver tal reacción, Ji Ning se conmovió y fingió desconocer el nombre de "hijo de Dios" mientras lo llamaba:

"¿Ruwang?".

"...Maestro". Un momento después, Qin Ruowang bajó su propia mano. Su rostro recuperó la calma mientras agachaba ligeramente la cabeza y llamaba respetuosamente a Ji Ning, haciendo que éste sintiera unos momentos de tranquilidad, confirmando que Qin Ruwang no había recuperado de hecho sus recuerdos de su vida anterior, sino que simplemente, mostraba signos similares a una recuperación de memoria.

La aparición de tal reacción estaba dentro de las expectativas de Ji Ning, sólo que la velocidad era mucho más rápida de lo que había previsto, lo que le había sobresaltado.

En realidad era bueno que hubiera utilizado su poder para ayudar a Ruwang a recuperar su cordura, y una vez que Ruwang hubiera despertado completamente, podría abandonar este mundo, sólo que no sabía qué tipo de reacción tendría Ruwang en ese momento.

Ji Ning recogió la máscara de plata que yacía junto a su almohada, acariciando con las yemas de los dedos los patrones desiguales de la misma y suspiró muy suavemente.

Volvió a recordar lo que le había sucedido en ese mundo: Debido a su compasión por el joven y solitario Qin Ruwang, le había pedido al Señor del Gran Reino de Xia, en su calidad de hijo divino, que mantuviera a Qin Ruwang a su lado. Así que, de la noche a la mañana, este hijo imperial, originalmente impopular, había entrado repentinamente en el candelero (en el centro de atención).

Hasta entonces, mucha gente no tenía ni idea de que existiera un niño así en palacio, y sólo después de algunas averiguaciones apresuradas, se enteraron de que el niño favorecido por el hijo de Dios era el noveno príncipe, llamado Qin Ruwang; un nombre que ni siquiera estaba registrado en el libro ritual, sino que se lo había dado su madre esclava.

Al principio se armó un revuelo al no saber qué hacía el hijo de Dios con Qin Ruwang, pero pronto quedó claro que el hijo de Dios trataba al muchacho con tanto cariño y afecto, que todos en el palacio sentían envidia.

Incluso la Diosa sintió curiosidad y le preguntó a Ji Ning en privado por qué trataba al niño con tanto cariño, pero Ji Ning sólo sonrió y no respondió a su pregunta.

"Espero que este niño pueda apreciar tu esfuerzo".

La Diosa sacudió ligeramente la cabeza, bajando los ojos mientras suspiraba suavemente; no iba a interferir en las acciones de Ji Ning, pero estaba preocupada por él en su corazón.

Este niño había sido muy frío cuando se trataba de ellos, entendía que el trato hacia ella fuera así, pues, había matado indirectamente a su madre, y podía entender completamente que la odiara, pero el hecho de que Ji Ning hubiera sido arrastrado a esto junto a ella, haciendo que el niño fuese frío y alienado con ellos, la hacía sentir incómoda.

Ji Ning sonrió levemente. La diosa no sabía que Qin Ruwang lo había apuñalado, ya que había ocultado el incidente, de lo contrario Qin Ruwang habría sido culpable de asesinar al hijo de Dios y habría muerto.

Aquella noche, le dijo a Qin Ruwang que en el futuro se convertiría en el Señor del Gran Reino Xia por encima de todos los demás, y que por eso era tan amable con él. Desde entonces, Qin Ruwang finalmente había recogido sus emociones, reprimido su trato silencioso, detenido su huelga de hambre, y comenzado a seguir todas las disposiciones de Ji Ning.

Después de correr por diez mundos, ya no pude huirDonde viven las historias. Descúbrelo ahora