Capítulo 7

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Despierto sobre las diez de la mañana, algo apurada ato los cordones de mis zapatillas y poniéndome el abrigo ante las bajas temperaturas del invierno salgo de la habitación dejándola tal como la encontré.

Bajo las escaleras, saludo con la mano al recepcionista y salgo camino a la agencia, me faltaban como media hora más de viaje que terminar anoche.

En el camino compro unas galletitas para desayunar. Tarareo una canción mientras sigo caminando.

Paro de caminar cuando estoy al frente del lugar, de la calle posterior. Tomo aire, cruzo y una vez llego a la puerta donde hay un guardia de seguridad, le sonrío. Mi mano está por tocar el pomo de la puerta, cuando su voz me detiene.

—Disculpe señorita, no puede entrar sin identificación.

—¿Cómo? —trago en seco.

—¿Tiene su identificación de que trabaja en este lugar? —frunce el ceño.

—No, pero...

—Entonces no puede ingresar —me interrumpe de manera tosca.

—¿No podría llamar al agente Cooper? ¿O a Vander? ¿A Poskler? —digo sus apellidos para que vea que sé de ellos.

—Señorita, nada me asegura que no sepa más de ellos que sus nombres.

¿ES EN SERIO?

Estoy por replicar cuando me detengo a mí misma, tomo aire y lo dejo salir lentamente.

—Bien. Me quedaré aquí entonces hasta que salgan —me pongo a un lado de él, del otro de la puerta para no molestar a los que ingresan y sí tienen identificación.

Me siento en canastita.

—Puede que ni siquiera salgan por aquí, lo mejor será que se retire —insiste.

—Esta es la vía pública señor, no interrumpo el paso de nadie, así que no hay problema con que me quede.

Me mira de reojo pero no dice nada más.

Pasan como media hora y me canso de esta posición. Me levanto para estirar las piernas y es ahí que lo recuerdo.

"Pueden que ni siquiera salgan por aquí"

¡Claro! ¡Por la entrada al estacionamiento!

Voy corriendo a la entrada que queda del otro lado pero freno en seco cuando veo a otro guardia. Carajo.

¿Estaba ayer cuando salí por ahí? ¿Por qué no lo vi?

Tal vez porque para salir no necesito identificación.

Rendida doy media vuelta y voy a sentarme otra vez cuando una cara conocida pasa frente a mí, acaba de salir de la agencia.

—¡Tú! —señalo, obteniendo su atención y la del guardia. —Mark, Sanz, como sea —ignoro el que no recuerdo su nombre. —Tú me viste el otro día con Tyler, Mike y Reesler.

—¿Es así señor Weitz? —cuestiona el guardia.

—¡Weitz! —celebro. —Lo sabía.

Ambos esperamos su respuesta.

Este es el imbécil que me despreció cuando me vio pero que ahora es mi entrada al cielo.

Mi esperanza decae cuando muestra una sonrisa cínica.

—No. No la conozco. Jamás la vi —y así como así se va.

Quedo de pie, parpadeando, perpleja por la situación.

¡Si será el maldito!

El guardia me da una mirada de pocos amigos y mi corazón se oprime ante la posibilidad de que me eche.

Yo soy la claveDonde viven las historias. Descúbrelo ahora