CUELLO (Thorki)

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Había vivido tantas, vida. Presenciado como una nueva vida se formaba y como está llegaba a su fin. Era testigo del ciclo de la vida: nacer, crecer, reproducirse y morir. Aquel bucle sin fin alguno era como un juego para él, veía como las personas se esforzaban por vivir con las mayores comodidades, como buscaban sobrevivir.

Para él solo eran insectos insignificantes, bueno tal vez no tan insignificantes, pues eran su fuente de alimento. Aquel líquido carmesí que se encontraba en su interior. Tan caliente y delicioso para él. Su elixir de vida. Había mordido millones de cuello y en cada una de esas ocasiones se deleitaba del sabor que llegaba a su boca. No era un problema para él el encontrar una víctima, algún omega, beta o alfa que cayera ante sus encantos, un alfa tan dominante como él era imposible de ignorar, de igual manera el resistirse a él. Sus feromonas eran densas, un aroma a ron y whisky, aroma que lograba doblegar a cualquiera, solo necesitaba liberar una poca cantidad de feromonas para conseguirlo.

Siempre había sido minucioso para escoger a sus víctimas. La sangre siempre desprendía un aroma distintivo, uno que a pesar de ser omega o alfa y poseer feromonas no intervenía demasiado, solo le ayudaba, cuando las feromonas eran demasiado dulces su sangre igual lo serían y si su aroma era demasiado asfixiante o desagradable, no valía la pena, solo sería un trago amargo. Era cuidadoso al momento de encajar sus colmillos en el cuello de los omegas, no planeaba enlazarse con ningún omega. Sería estupido si lo hiciera, si se enlazara con un humano, su existencia se complicaría. Siendo un vampiro, un ser inmortal el enlazarse sería su más terrible perdición, pues si el otro falleciera, su alfa y él lo harían poco a poco, nunca existió problema alguno con su necesidad primitiva de querer marcar a un omega, su alfa comprendía su naturaleza antes que su instinto.

Había sido de esa manera, su alfa no mostraría interés en marcar a una persona. De no ser por el hecho de haberse topado con él, aquel hermoso omega de ojos verdosos y cabellera tan oscura como la brea. En un principio no lo había visto, solamente lo sintió pasar a su lado, pero aquello fue más que suficiente para que él, su alfa y su instinto dictaran sus acciones, cuando sintió el aroma de la menta y la frescura del bosque. El aroma de su sangre también llamó su atención, pues nunca antes había percibido algo similar, sonrió grande y pasó su lengua por su labio superior. Iba a ser un bocadillo delicioso.

Comenzó a recorrer el lugar buscando encontrar a ese omega, para su suerte no le fue difícil encontrarlo, lo vio junto a Frandal y su alfa rugió dentro de él al ver como, el rubio tomaba la delgada mano del omega y besaba sus nudillos. Se acercó a pasos agigantados a ellos y el hecho de desplegar un poco sus feromonas consiguió que el alfa se alejara del omega, creyó que en ese momento el omega se lanzaría a sus brazos, estaba demasiado equivocado.

— ¿Quieres calmar tus feromonas? Son molestas — lo escucho decir mientras lo veía tapar su nariz y boca con un pañuelo.

— ¿Qué fue lo que dijiste? — no estaba seguro si lo que había escuchado era verdad, porque nunca en todos sus largos años de vida alguien había rechazado su aroma.

— Lo que escuchaste, guarda tus malditas feromonas idiota — cuando el omega lo dijo, dio media vuelta dispuesto a irse de no ser porque lo tomo de la muñeca, evitando que se fuera — ¿Qué mierda crees que haces estupido?

— ¿Quién eres tú? — pregunto, pues estaba seguro de que no era beta, por que de ser así no olería a menta y a la frescura del bosque.

— Eso no es de tu maldito interés. Ahora suéltame imbécil — sus últimas palabras hicieron remover a su alfa e hicieron que lo soltara, gruño al sentir como su cuerpo era recorrido por una corriente eléctrica, como esta invadía todos sus instintos que antes ignoraba y que ahora le gritaban que los siguiera.

Que fuera detrás de ese omega, que lo marcara. Quería enterrar sus colmillos en esa piel tan pulcra y clara como la porcelana. Quería ver como sus mordidas se realizarían y cartografiarían su cuerpo, quería morder y marcarlo, hacerlo suyo, su alfa y su instinto lo ordenaban y él en ese momento era esclavo de su instinto.

Durante toda la fiesta no despego su mirada del omega pelinegro, se contenía de atacar a todos los que buscaban su atención y lo insinuaban, en especial Frandal. Después se encargaría de ellos, sus colmillos deseaban clavarse en su delgado cuello que fácilmente podría cubrir con una de sus manos. En instantes sus miradas conectaron cuando el pelinegro se giraba un poco para ver en su dirección, pero lo único que dejaba ver era una sonrisa burlona acompañada de una ahogada y silenciosa risa. El ver como Frandal lo sacaba a bailar fue el colmo, por lo que se unió a la pista de baile tomando a cualquier omega como su pareja, se movía al compás de la música al igual que todos, pero no prestaba atención a la omega frente a él, sino en el omega que se encontraba a dos parejas frente a él. Volvió a ver aquella sonrisa burlona en sus labios, después de eso lo vio pegar aún más su cuerpo al de Frandal al igual que vio como la mano en la pequeña cintura del omega bajaba un poco más.

En el momento en que hizo girar a la omega con quien bailaba y pasarla con el alfa a un lado, se movió con rapidez e intercambio puestos con el alfa a un costado, recibiendo así al pelinegro en sus brazos.

— Estás jugando con mi paciencia omega — sujetaba sus caderas y lo pegaba lo más que podía a su cuerpo, borraría el aroma de Frandal de su cuerpo y lo impregnaría con el propio.

— No tengo idea de que estás hablando — su tono cantarín hizo que apretara solo un poco el agarre en su cintura y que sus feromonas fueran un poco más densas, las pupilas del omega se dilataron al percibir su aroma.

— Dime ¿Cuál es tu nombre? — pregunto, pero solo recibió una risilla y una negación por su parte — Tu nombre, ahora — no planeaba seguir con aquel juego, no cuando podía ver con claridad su cuello, como este podía estar expuesto ante él de forma fácil.

— L-Loki — sonrió al escucharlo, su nombre era hermoso, digno de alguien como él.

— Bien Loki, esto es lo que pasará a continuación. Tú y yo nos iremos de aquí para divertirnos en un lugar más privado — estaba cerca de él, lo suficiente para sentir como sus labios se rozaban suavemente. Quería tenerlo y hacerlo suyo, pero en especial quería probar su sangre, su cuello, su piel. Todo.

— Eso quisieras, no creas que te será tan fácil llevarme a la cama, no cuando no eres el único candidato — sintió como era empujado y como al hacerlo salía corriendo del lugar.

Eso en lugar de molestarlo solo lo hizo sonreír y relamerse los labios. Podía sentir un dulce sabor en estos con el simple roce de sus labios. No dudo en ir detrás de él, seguía los rastros de aroma, aquel aroma que denotaban excitación y deseo. Cruzó el pasillo lleno de habitación hasta llegar a la última de ellas, entró a esta y cerró con llave, en cuanto lo hizo sintió como alguien lo tomaba del cuello de su traje y lo jalaba, escuchó el golpe de la espalda del omega contra la pared.

— Si vas a hacer algo, que sea pronto debo volver a la fiesta — las delgadas manos del omega sujetaban con fuerza el cuello de su traje mientras lo jalaba hacia él.

— No creo que eso ocurra, una vez comencemos no querrás irte — volvía a sentir sus labios rozar, esta vez con mayor intensidad y constancia.

— Eso ya lo veremos — unió sus labios con los delgas del omega, encargándose de devorar su boca, sus labios se movían con brusquedad y ansia, quería poseerlo por completo. Era tan dulce, pero que solo lograban alterar sus instintos.

Bajo su boca a su cuello y comenzó a dejar besos en este, succionar y dejar marcas que se tornarían morado en unas horas, por el momento solo brillarían en un color rojizo. Sus colmillos picaban y rogaban por llenar su cuello de sus marcas, quería que todos al ver su cuello vieran que ahora Loki era suyo. Su alfa lo quería como su omega, y a pesar de nunca desear marcar a nadie, esa noche lo hizo, sus colmillos se clavaron en lo profundo de su cuello logrando llegar a su glándula omega. Su cuello dolería, pero sería una obra de arte para él.



Continua en:

Gargantilla, gruñido y colmillos. 

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