02

686 86 37
                                    

Breves silbidos se vieron interrumpidos por la curiosidad de un niño de seis años.

—Oiga, ¿esos de allá son de su salón?—señaló a los niños que le habían dado un balonazo.

El chico con el que compartía la banca se quedó perplejo por la intuición del menor, suspirando por temor a que ese Chifuyu fuese un vidente o fantasma que supiera de su vida.

—Sí, son de mi grupo—respondió, saboreando la picafresa luego de morderla suavemente.—Lograste sacarles un buen de dulces— reía, a simple vista podía calcular unos veinte.

—Sí, es que les dije que si no me compraban más le diría a mi maesta.

Kazutora no podía ocultar la gracia que le hizo el comentario, parecía que el rubio era bueno negociando, o directamente chantajeando.

—Oiga—volvió a llamarlo, el chico movió la cabeza en señal de que prosiguiera—¿Tiene mascotas?

—No, no me dejan tenerlas, ¿Tú?

—Yo tampoco jugaba fingiendo ser una ramita acariciada por el viento, se balanceaba de lado a lado. Por algún motivo, se vio obligado a dar una explicación.Es que vivo en un depatamento y mi mamá dice que no tenemos espacio, pero una vez tuve un pececitorecordó al último.

—¿Y qué le pasó?

—Se muriósu semblante fue por unos segundos triste. En un suspiro resignado dejó desvanecer un recuerdo de pasado.

Chifuyu no sabía comer dulces, se le caían o se manchaba toda la boca, y se limpiaba con su uniforme, sin pena.

—Que mal—le dijo después de un  incómodo silencio.

—El cielo resplandece a mi alrededor, alrededor, al volar, destellos brillan en las nubes sin fin...—con su vocecita infantil, viendo en la misma dirección que él, Kazutora sonrió pues no esperaba que su acompañante se pusiera a cantar de la nada.

El partido de fútbol se miraba intenso, algunos se tiraban para impedir que les metieran gol, se raspaban y llenaban todo su uniforme de tierra; también había niñas jugando. Detrás de ellos después de unos cuantos árboles, estaba la cancha de básquet.

Tal como la canción que Chifuyu entonaba, el cielo resplandecía y se miraba bellísimo por ser tan radiante. Podían sentir los rayitos de Sol colarse entre las ramas del árbol, el calor que recibían era muy poco pues las ramas del árbol iban consumiendo de la luz natural, sobre sus cabezas había una fiesta de sombras y caían un par de hojitas verdes por la suave brisa.

—¿Tiene hermanos?—Kazutora miró de soslayo a su pequeño acompañante, riéndose una vez más porque tenía toda la cara llena de pecositas.—¿Tiene novia?

Chifuyu preguntaba mucho.

—No y no—puso a un costado su lonchera vacía, y abrió la segunda picafresa.

—Oh— la curiosidad era enorme para el niñito rubio—¿Y sus amigos?

¡Bingo! Chifuyu había dado con la pregunta que  más pusilánime de entender y sentir para Kazutora, el niño mayor.

Que difícil era conseguir amigos siendo introvertido. No se podía negar que nadie haya intentado hacer una amistad con él, pero si se podía afirmar que Kazutora ahuyentaba a las personas. "Prefería" la soledad.

—No tengo—fue sincero, de nada le servía mentirle a alguien que ni conocía bien y que demás tenía un alma inocente—¿No deberías ir ya a tu salón?

—Aún no tocan la campana—se lamió los labios, seguía con las mejillas pegajosas de caramelo.

—Pero tocaran en unos minutos, mejor ve a tu salón.

Pecositas(っ˘з(˘⌣˘ )Donde viven las historias. Descúbrelo ahora