Epílogo

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«Conocernos, es lo mejor que hemos hecho»

Tan pronto como llegó el fin de semana, la casa se inundó de una extraña luz, misma que se enterró con fuerza en los corazones.
El Sol radiante, energizante, cruel, saludaba a la vida de ese lado del planeta, manteniéndose activa, ardiendo en lo infinito.

Fue como si los planetas se hubieran alineado, y siguieran en fila mientras el crepúsculo terminaba, Chifuyu no había pegado los ojos en toda la noche.
Giró y giró tantas veces en su cama, que en una de esas se cayó, en otras se la pasó bebiendo agua y visitando el baño a cada rato. No pudo conciliar el sueño, ¿Y cómo hacerlo?

Si después de tanto tiempo se vería con su amado príncipe.
Estaba colmado de amor, inquieto por acurrucarse en su pecho, deseoso de escuchar su voz. Quería gritar, volver a sentir la presión de sus labios en su frente, y en su boca también.

El chico delineaba sus propios labios con la yema de sus dedos, los sintió muy secos y los humedeció con agua, pero no era suficiente, seguían agrietados. Joder, no podía besar a su Kazutora en ese estado.

Besos de miel.

Por fin, luego de semanas enteras sin verse, podrían hacerlo y pasar mucho tiempo juntos, o bueno, casi juntos.
Aunque ya tenía catorce años, sus padres eran muy estrictos al dejarlo salir con sus amigos. Le daban una hora exacta, y la condición era llevar a su hermanita para que también se pudiera divertir.

Resultaba ser que su cómplice, tenía una dificultad para hacer amigos, muchas veces la trataban como a una bebé, aunque tenía seis años, su mente reconocía y hacía cosas de alguien de cuatro, tenía un lento aprendizaje, lo que resultaba en bromas y rechazo por parte de otros niños. La sociedad había cambiado la forma de interactuar de los niños, a tal punto que todos se sentían mejor jugando a ser adultos, en vez de hacerlo con carritos y muñecas. De una generación a otra, había un cambio notorio.

Era triste dar por hecho que los mejores amigos de la pequeña Yamashita, eran su medio hermano, Chifuyu Matsuno, y el mejor amigo de éste (novio).

Para la dulce y traviesa Chiyo, el amigo mayor de su hermano era también su príncipe, pues él le consentía demasiado cada vez que los iba a visitar. La trataba bien y accedía a sus juegos de comidita, o a cualquier otro.

En sí, no era ninguna incomodidad llevar a su hermanita a la cita que tendría con Kazutora, aunque en el fondo prefería pasar tiempo a solas.

Llevaba ocho años conociendo a su senpai. Seis desde que confesó su amor infantil, y apenas dos desde que formalizaron su amistad como un noviazgo (todavía a escondidas de los demás).
Tener una cita con él ponía a su imaginación a volar y llenar de expectativas el día. Chifuyu se había vuelto un consumidor y seguidor entusiasta de los mangas shojo, su nueva debilidad.

Aunque claro, él ponía su propia historia de romance por encima de todas las que leía.

Esa mañana se preparó desde muy temprano para levantarse de la cama y dar un par de estiramientos, le tronaba la espalda y brazos. Comenzó con lo habitual, con su limpieza facial y demás, su familia seguía durmiendo, por un poquito más de tiempo.

—Buenos días, pa.—saludó alegre, viendo a su padrastro bostezar y entrar a la cocina en busca de agua.—¿Durmió bien?

—Buenos días Chifu.— despegaba los ojos a cada rato, cabeceando.—Todavía estoy soñando...—se quedó dormido de pie.—¿Tú qué haces despierto a ésta hora?

Pecositas(っ˘з(˘⌣˘ )Donde viven las historias. Descúbrelo ahora