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Mataba sangrientamente a un alienígena, con una técnica ya estudiada por sus dedos, no requería de ver el control para efectuar los comandos que lo llevarían a la victoria.

La concentración estaba fija en el televisor, hasta que una figura se posó delante. Escudriñó a su madre, mirándola a los ojos fijamente, pausando el juego, no permitió salir su impulso de coraje al verse interrumpido.

—Hijo— se derrumbó en el suelo, para tomar la carita inexpresiva del pequeño Hanemiya.— Tengo que preguntarte algo—con sus dedos pulgares acarició un poquito sus mejillas.—¿Con quién prefieres irte...? ¿Conmigo o...?

—Contigo—respondió al instante.

No necesitaba ser un genio para saber lo que pasaba a sus espaldas. Su madre no había revelado nada, aunque él tampoco entendía el proceso que hacía. Solo pensaba que las salidas vespertinos de su madre tenían un motivo, así que la acompañó todo el tiempo.

—Ninguno de los dos es una buena opción—sonrió, presa del desconcertante futuro que les esperaba.—Pero...

—Está bien—supo que su afirmación destrozó aún más la coraza de su progenitora.—Pero no quiero quedarme aquí— la miraba, estaba cansado de la vida que llevaban.—Quiero estar contigo, mamá.

Sin decir nada más, retiró algunos mechones de la frente, para depositarle un beso cálido.

Por Kazutora, seguiría intentando ser una buena madre. Aún si el subconsciente le revelaba que no sería capaz.

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Ha pasado medio año desde que la amistad de un par de niños surgió de pura casualidad.

Para el chico de tercer año, haber encontrado alguien fiel y amigable le salvó de la terrible soledad. Desde que lo conocía, la escuela se hizo menos tediosa, aprendió a convivir, a disfrutar las pequeñas cosas, a ser menos serio, y sobretodo, a ser un gran oyente, porque Chifuyu nunca se callaba.

Para el corto periodo de tiempo, ya tenían una amistad sólida, eran casi inseparables en los minutos que podían compartir.

Las salidas al parque, los juegos en los recreos, la comida, las visitas a la casa del menor, siempre había algo que hacer juntos.

Pero, no todo el tiempo podrían estarlo.

En pocos meses, la vida de los amigos tuvo un cambio espontáneo, casi drástico e interesante.

Kazutora sabía afrontar con cierto grado de madurez el divorcio de sus padres, solo asimilaba el factor de bien, que ya no habría violencia de ningún tipo.
Sin embargo, era difícil convencer al diablo de hacer algo bueno.

La madre no quería seguir viviendo en el mismo departamento donde tantas veces se derrumbó y fue necesario limpiar la sangre. Los rincones del hogar ya no eran los mejores para que el niño se ocultara y cumpliera sus castigos, así que lo mejor era irse, abandonar al hombre que tanto mal les causó.

Por otra parte, en la vida de Chifuyu había pasado algo que no se esperaba.

Un señor había llegado a su hogar.

"—Cariño, ven —el rubio fue hasta su madre, pero otra persona le robó más la atención.—Quiero presentarte a Tatsuro-san.

—Hola señor —saludó, pero no con la alegría de siempre. Se le hacía extraña aquella persona.—¿Cómo está?

Aún así, se comportó preguntón y amigable.

Pecositas(っ˘з(˘⌣˘ )Donde viven las historias. Descúbrelo ahora