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La puerta se abrió muy despacio, un niño se asomó tímido al interior, comprobando si la persona de adentro estaba despierta o dormida.

—Ya te vi—saludó Kazutora con una risa divertida.—Hola, Fuyu.

—¡Toraaa!—abandonó su sigilo. Llegó a la cama, donde Kazutora ya le extendía los brazos para estrecharlo.

Fue un gesto cálido, lleno de devoción.

—¿Cómo está?

—Me siento un poco mejor—aseguró, tomando su mejilla para darle los pellizcos de siempre.—¿Y tú? ¿Cómo te fue en la escuela?

—¡Bien!, aunque me peleé con Emma.

—Oh, ¿Y eso?

—Es que no la quise acompañar a la tienda.

—Ya veo—estaba cansado de estar acostado todo el tiempo, así que se sentaba, a veces daba vueltas por la habitación para evitar los calambres.—¿Pero lograron contentarse?

—Sí, al final de las clases.

—Que bien.

—Le traje la tarea— se quitó su mochila para disponerse a sacar su intento de copia, ya que por las prisas no terminó oraciones, así que a la tarea no se le entendía del todo.

—Muchas gracias, Chifuyu—se sonrojó. Jamás terminaría de acostumbrarse a sus buenas obras, era lindo recibir su atención y preocupación .—Eres muy amable.

—Es que usted está enfermo, y no le gusta atrasarse con sus tareas, ¿verdad?—ayudar era de sus cosas favoritas.

Disfrutaba siendo de utilidad para su mejor amigo.

—No deberías molestarte tanto, me iba encargar de esto en cuanto esté mejor.

—No me molesta—con la libreta en mano, empezó a rebuscar.—No le entiendo a sus tareas, todavía no veo esas cosas, pero si quiere le puedo pedir ayuda a Tatsuro-san para hacerlas.

Kazutora impactado por la solución, negó aquella idea altruista.

—No es necesario—quería ser modesto, dejar que Chifuyu hiciera sus tareas le hacía pensar que era abusivo.—Haces demasiado por mí pidiéndolas, y también visitándome estos días.

—¿Cuándo volverá a la escuela?—suspiró melancólico.—Estos días han sido feos sin usted.

—Pronto, quizá. Si sigo comiendo los ricos chocolates que me regalaste, posiblemente vuelva la próxima semana.

—Ou— él ya quería jugar.

Incluso con lo acontecido, se seguían viendo y compartiendo el tiempo necesario para contarse todo lo que pasaba.
Kazutora tenía pequeños ratos en los que se comportaba reacio, cosa que no pasaba desapercibido para el menor.

Cuando pensaba en Yuzuha su estabilidad se iba en picada.

Nunca se enteró de los besos, perdón, de la medicina que Chifuyu le dio mientras dormía. Pero soñó con él, en un contexto violento, que sólo le exprimía más las emociones.

A ese paso tan abrupto, terminaría sintiéndose una miseria. Seguía siendo un niño, cuya conducta y felicidad se dañaban en un chasquido, y solo lo ataba el hecho de que tenía personas maravillosas mostrándole apoyo y afecto, sus amistades.

En la cama se liberaron los pensamientos, todo ardió.
Kazutora se quemaba en sus miedos, inseguridades y deseos.

Pudo darse cuenta que no era fuerte. Física y psicológicamente era demasiado frágil.
Incluyó la presencia del angelito rubio, pues él le traía tantas cosas buenas, era como un amuleto. De ahí que no quisiera perderlo.

Pecositas(っ˘з(˘⌣˘ )Donde viven las historias. Descúbrelo ahora