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Chifuyu era un niño mega energético. Que estuviera quieto era muy raro en él, todo el tiempo buscaba que hacer, como entretenerse.

Las alarmas se encendían cuando estaba triste, apartado en un rincón. Pero, ese no era el caso en los últimos días. El evento deportivo que se realizaba todos los años, ya era algo no tan esperado para Kazutora, pero para su mejor amigo, sí que lo era.

—¡Estoy muy feliz!—expresaba un sudoroso niño, que muy eufórico no paraba de caminar mientras masticaba una hamburguesa.—¡Hoy corrí más rápido que ayer! Fui el mejor de mi salón.

Se iba superando en las pruebas. Chifuyu ya no presumía su estrellita en la frente porque la había perdido, pero vaya que tenía mucho que contarle a su mejor amigo de toda la vida (sin dejar de lado que apenas tenía 6 añitos).

—¿De verdad? ¡Eso es genial Chifuyu!—alentó el otro niño, divirtiéndose desde la banca.

La presencia del chiquillo le ablandaba el corazón, se sentía cómodo, aparte siempre tenía motivos para sonreír dada las torpezas de su compañero. Si tuvieran la misma edad, o bien, si estuvieran en el mismo salón, a Kazutora le alegraría el doble la amistad que llevaban. A veces le parecía triste solo verlo en los recreos. Chifuyu iba saltando, contando lo que haría para el tan ansiado evento. El programa de actividades era basto, cada grado desempeñaría distintos juegos y retos, aunque se repetirían algunos. Habría bailables sincronizados, algunas mini acrobacias y demás.

Faltaban dos semanas todavía. Los profesores y jefes del comité estudiantil estaban más que ocupados con el undōkai; correr todos los días se volvía una rutina saludable.

Mientras tanto, los amigos seguían platicando debajo de su árbol favorito, pasando un rato de gozo, sintiendo los estómagos a reventar por haberse sobrepasado de dulces.

—¿Y usted qué hará, Kazutora-san?

—Relevos.

—Oh—mostró gran interés.—¿Y que es eso?

—Es una carrera, dónde tenemos que trabajar en equipo y llevar un testigo.

—¿Testigo de Jehová? ¿Para qué?

—Ese testigo no, Chifuyu—soltó una risa, agarraba su barriga.—Se le dice testigo a una barra pequeña que se le pasa al otro corredor para que lo lleve a la meta.

—Suena divertido—se tiró por completo sobre el pasto.

Kazutora lo imitó, ambos viendo a través de las ramas, el Sol los acariciaba suavemente.

—¿Estás en algún club?

—Nou —Chifuyu volteó la cara para verlo, su amigo parecía descansar plácido.—¿Usted?

—Estoy en la banda...

—¡¿Qué?! ¡¿En serio?!—Chifuyu se sentó de golpe. Estaba anonadado, su amigo no dejaba de sorprenderlo.—Es inteíble Kazutora-san.

—¿De verdad lo crees?—sonrió dócil. Terminaría creyendo todos los halagos.

Kazutora tenía que practicar más que su único amigo. De todas formas, no le veía sentido a la dedicación y persistencia, era por obligación. Bien sabía que el día del evento sus padres se ausentarían, y pasaría solo, como el año anterior, comiendo su desayuno y disimulando que la soledad no le ardía.

Su padre no había ido en ninguno de los undōkai, de hecho, no iba a la escuela para nada. Todo se lo notificaba su madre. Y ella a veces no quería salir de casa porque no estaba lista para ser juzgada para la sociedad por el amor violento, además del trabajo que tenía.

Pecositas(っ˘з(˘⌣˘ )Donde viven las historias. Descúbrelo ahora