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Hermanos

Desde la primera vez que la vio, la amó.

Desde la primera vez que besó su frente, juró protegerla.

Desde hacía años que su hermana era una luz bonita en su vida. Se convirtió en su princesa, en su compañera de juegos, su cómplice y traidora al mismo tiempo, Chiyo era la pieza más pequeña de su rompecabezas, una sumamente importante y que sin ella, el paisaje de cuadros sueltos no tendría sentido.

Podía amarla, mimarla, regañarla, ignorarla, un sin fin de cosas, pero herirla era algo que le disgustaba y le calaba los huesos de culpa.

Chifuyu apenas era un adolescente que estaba experimentando los cambios notorios de actitud. Sí, jugaba todavía con los juguetes y fingía voces para el entrenamiento de su hermanita, sin embargo le hacía más casos a otras cosas, a su propio espacio personal y a su relación amorosa.

Acababa de cumplir los catorce y ya no se consideraba un niño.

Chiyo, la niña de hoyuelos, tenía tan solo seis años y no tenía ningún amigo. Algo simplemente triste para alguien que necesitaba esa atención y compañía de personas de su misma edad.

Su mejor amigo era su hermano. Chifuyu siempre era su ejemplo a seguir, su compañero, su todo...

"—Vete, estoy haciendo tarea.

—¿No quieres jugar conmigo?

—¿No me escuchaste?, estoy ocupado.—crujió la punta del lápiz contra las hojas del cuaderno.—Ve a molestar a otra parte Chiyo.

—¿Estás molesto?—ocultó su carita tras su peluche de conejo.—Por favor hermanito, solo juguemos un ratito.

—Que no, no tengo ganas. Consíguete un amigo.

Chifuyu sabía que sus palabras fueron crueles, pero en ese momento no le importó hacerla llorar porque con eso tuvo su momento de paz."

La madre preparaba la comida mientras cantaba con su niña haciéndolo coro en las canciones aleatorias, en minutos cambiaban los fragmentos y ambas sabían coordinarse. Tener a un músico en casa les expandía los gustos por todo tipo de melodías.

La niña era feliz recibiendo probadas de la comida que aún no estaba terminada; mataba el tiempo haciendo bolitas de masa, sus brazos estaban blancos y pegajosos por la harina y el agua disuelta en el bowl dónde hacía su trabajo de chef temporal.

—Toma mami, ya hice estas bolitas.

—Muchas gracias cariño.—le dio mejor forma antes de ponerlas a freír.

Estaban inventado una receta.

—Estoy en casa.—la voz tan conocida conmocionó a la menor, quien sin esperar saltó de la silla para ir a saludar.

—¡Hermano!—se estampó contra sus piernas.—Hola~

—Chiyo.—apenas le dedicó una sonrisa y le desordenó el cabello.—¿Por qué estás toda blanca?

—Estoy cocinando.—dijo, sintiéndose llena de esplendor.

—Ya veo.

Ese día venía con mil tareas encima. Bueno, no tan exageradamente pero sí que tenía muchas cosas por hacer, así que nuevamente, rechazaría las propuestas de juego de su hermana.

—¿Vas a comer?

—No mamá, ya comí.—se apresuró en encerrarse en su habitación.

Extrañamente cada día se veía más delgado.

Pecositas(っ˘з(˘⌣˘ )Donde viven las historias. Descúbrelo ahora