Capítulo 1

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May intentaba terminar la cena cuanto antes. No necesitaba más motivos para enfadar a Arthur. Al día siguiente tendría que ir a conseguir víveres, las reservas estaban casi agotadas, excepto las de alcohol, además de entregar los encargos de costura con los que conseguiría algunas monedas.

Su vida era dura, siempre lo había sido, desde la muerte de sus padres a causa de la viruela no había tenido ni un minuto de paz. Primero la llevaron a un orfanato, donde la mujer que lo regentaba la usaba a ella y a los demás niños para robar. Si volvías con las manos vacías no habría comida. Una de esas veces, decidió robarle al hombre equivocado, era un comerciante de esclavos que decidió hacerla parte de su mercancía.

Así fue como llegó a manos de Arthur, él era comerciante iba de un sitio a otro engañando a las pobres gentes con sus artículos milagrosos y baratijas, buscaba un chico que le ayudara a recaudar beneficios extra de su clientela. Necesitaba un ladronzuelo. Cuando descubrió que el escuálido niño que había comprado al comerciante, se trataba en realidad de una niña montó en cólera. Esa fue la primera vez que May vio y sintió su ira en su cuerpo. Desde entonces quedó relegada a las labores domésticas.

Al menos no tenía que volver a robar, no le gustaba siempre tuvo un pánico terrible a ser descubierta. Iba con Arthur allá donde sus fechorías aún no habían llegado en las extensas tierras altas. Además de sus tareas domésticas, también hacia algún que otro trabajo como coser o lavar para conseguir algo de dinero, pues Arthur solía derrocharlo en alcohol y mujeres. Lo hacía en secreto, Arthur la mataría si la descubriera.

De hecho, se había sentido muy cercana a la muerte en varias ocasiones. La mayoría de los días, Arthur siempre encontraba la excusa perfecta para propinarle una paliza. Era aún peor cuando estaba enfadado por no haber vendido lo suficiente, o cuando bebía demasiado. Aquellas ocasiones eran las peores. Después de cada episodio su cuerpo parecía un mapa marcado en colores morado, rojo y verde. Era muy astuto y nunca la dañaba en partes que sus vestidos no pudieran ocultar, para guardar las apariencias.

Aunque terminará con la cara como una granada, May no puede hacer nada, nadie la apoyaría, los hombres dominaban a las mujeres y tenían poder sobre ellas y eso no era distinto en Escocia. Escapar, era la única solución. Pero ¿A dónde? No tenía donde ir, sola en la inmensidad de Escocia. Y si por alguna remota casualidad encontraba un lugar seguro, ¿Qué sería de ella? ¿Conseguiría algún puesto de doncella en alguna casa? No. Sabía muy bien que solo había un destino para las mujeres en esa situación, un burdel. No sabía con exactitud que sucedía en aquellos antros pero el pelo de la nuca se le erizaba con tan solo pensarlo. Además, su apariencia no le ayudaba en absoluto, de ascendencia española, su pelo oscuro y rizado, sus ojos negros unido a su piel bronceada la delataban como una extranjera, algo que los escoceses solían no aceptar de muy buen gusto.

Se tensó al ver como Arthur se acercaba, venía de vuelta del asentamiento más cercano. Arthur decidió que era mejor montar un campamento a las a fueras del mismo antes que hacer uso de una posada, todo por no soltar algunas monedas.

Colocó el plato en la destartalada bandeja y la dejó con cuidado junto al fuego donde él solía comer y dio dos pasos atrás.

Bajó del carro de manera violenta haciendo temblar el suelo bajo sus pies, ni siquiera se molestó en dar de beber o quitar el peso del carro que soportaba el caballo. Respiraba fuertemente, bufaba haciendo que su barba gris se agitará, aquello junto a la expresión de su rostro que le hacía enrojecer advirtieron a May de su enfado.

-¡Malditos bastardos!-fue hacia la comida-¡No han comprado nada!- May decidió alejarse, con la excusa de darle agua al caballo. - ¿Qué es esta bazofia May?- cuestionó agitando el cuenco en el aire provocando que parte del contenido cayera al suelo.

Tierra Salvaje | Saga Salvaje I Donde viven las historias. Descúbrelo ahora