Pierre:
— ¿Tenemos idea de quienes fueron los atacantes del lunes? —rasqué mi nuca al tiempo que Malcom tomaba asiento al frente de mí.
—Aún no, Señor. Según lo que Caleb nos contó, todo sucedió muy rápido como para poder identificar a los atacantes —hizo una pausa —, aseguró que eran tres vehículos los que lo perseguían y, de hecho, eran cinco.
Ya casi hacia una semana desde lo ocurrido con Briella y Caleb. Una semana en la que no había descansado nada, moviendo cielo y tierra para encontrar a los hijos de perra que se habían atrevido a atacar a mi hijo.
— ¿Pudieron interferir en las cámaras del tráfico?
—Sí, Señor. Observando las grabaciones fue como descubrimos que eran cinco vehículos. Todos sin una matrícula real.
— ¿Algún rostro se identificó? —La falta de respuestas me estaba agobiando.
—No. Seis veces se revisaron las grabaciones y en ninguna se pudo reconocer un rostro. Los cristales laterales de los vehículos estaban polarizados y los que iban en los asientos delanteros, llevaban gorras oscuras. Imposibles de detectar. Además, puedo asegurar que ellos conocían a la perfección la disposición de las cámaras de tráfico, puesto que se las arreglaron para cubrir un perímetro en dónde no se acercaron demasiado a ellas.
Sí que eran astutos los desgraciados.
—Que vuelvan a revisar las grabaciones —encendí un cigarro —, busca personal nuevo, gente más inteligente que los incompetentes que trabajan para mí.
—Pero, Señor...
— ¡Pero nada! —grité exasperado —. Necesito respuestas y ustedes no me las están dando.
—Estamos haciendo lo posible.
—Lo posible no me vale para nada. Te pago para que hagas bien tu trabajo, no para que "hagas lo posible" —señalé la salida —. Largo de aquí.
Se levantó del asiento con la cabeza gacha y los puños apretados. Abandonó mi despacho en silencio. Bien sabía él que no podía abusar de la autoridad que le había conferido durante todos estos años.
Malcom era un interno excepcional. Pero luego del fallecimiento de su hermana, todo cambió para mal. Me culpaba de algo en lo que yo no tuve absolutamente nada que ver.
Es cierto que nunca estuve de acuerdo en que Camille se relacionara con mi hijo. Odié ese acercamiento desde el principio porque, si bien nadie se percató nunca, yo sí me di cuenta de que esa niña no estaba bien de la cabeza.
Ya tenía un poco de experiencia detectando trastornos en las personas.
Ahora cargaba con la mirada dudosa de Louise, porque temía que era yo el culpable del deceso de su pequeña. Mientras que su hijo estaba seguro de que fui yo quien mandó a colocarle aquellas píldoras debajo de su cama.
Lo que pasó con la madre de mis hijos, no tenía nada que ver con ella.
La puerta de mi despacho se abrió con suavidad y la hermosa cabellera de mi esposa fue lo primero que vi antes de que ella se adentrara por completo en la estancia.
—Querido —su melódica voz era calma para mis oídos —, ¿estás ocupado?
—Para ti nunca, mi hermosa ninfa —me eché para adelante en mi silla, apoyando los codos sobre la madera.
Caminó hasta ubicarse a escasos metros de mi mesa. Se quedó de pie, dándome una perfecta vista de su cuerpo.
Con treintainueve años, Victoria estaba mejor que nunca. Su larga melena rojiza, combinada con sus ojos azules como el mar, le daba un aspecto angelical, extraordinario. Su cuerpo, para nada escandaloso, estaba dotado de todo, de una manera equitativa. Perfecta.
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Sin Retorno [Completada}
ActionEl pasado pesa. Es como una maleta que llevamos durante el viaje que es nuestra vida, una de la que no podemos deshacernos por mucho que el corazón no los pida. A mi me tocó cargar con un pasado que no era el mío. Por mucho que intenté escapar de...