Capitulo Veintinueve

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Briella:

Estaba sorprendida por la tolerancia que había desarrollado al sonido de los disparos, eso o que ya todo me daba igual. En mi camino al segundo piso escuché disparos no una, sino más de cinco veces. En muchas de esas ocasiones volvieron a volar trozos diminutos de cristales pero me las ingenié para esquivar a la gran mayoría de estos.

Aun cuando logré subir las escaleras sin encontrarme con nadie, todavía me faltaba mucho para llegar al despacho de Pierre. Esa maldita mansión era enorme y la habitación donde se encontraba la caja fuerte, estaba en la otra ala de la propiedad. Debía apurarme si no quería ser atrapada en el intento de robar algo de extrema importancia. Aunque, ahora que lo analizaba con detenimiento, no sabía con exactitud qué era eso que Daniel necesitaba. Su orientación fue que consiguiera dos folios: uno de color rojo, sellado en los extremos y con un cuño de un hospital; y otro de color blanco, también sellado por ambos lados, pero sin ninguna etiqueta específica.

El amplio pasillo de la segunda planta estaba desierto. Me pegué a la pared y caminé con paso veloz. Debía girar a la derecha una vez para entrar al corredor de las habitaciones y al llegar al final de este, ingresar por una puerta en la que tres más me estarían esperando. La puerta del medio daba a la habitación que era usada por Pierre para gestionar sus asuntos privados.

En la primera maniobra no vi a nadie por los alrededores. Pero antes de llegar a la gran puerta blanca de dos secciones, escuché voces desde el otro lado. Miré en todas direcciones, buscando un sitio donde esconderme pero instantes después, todo quedó en penumbras.

Estaba jodida.

Maldije mentalmente y pegué mi cuerpo a la pared. No podía usar la linterna ahora, me descubrirían. Las voces se escucharon con más volumen, lo que me avisó que se acercaban a mi posición. No sabía qué hacer: gritar era en vano, puesto que nadie en esta casa movería un dedo para ayudarme; correr tampoco era lo más inteligente, con la oscuridad arropándome terminaría de narices en el suelo, llamando más la atención.

Nuevamente se escucharon disparos, pero en esta ocasión, se sintieron detrás de la puerta blanca. Algo grande estaba pasando allí y si no me iba corriendo de ese lugar, acabaría siendo arrastrada hasta quien fuese el que descargaba el contenido del arma.

Alguien me tapó la boca desde atrás. Grité del susto pero mi voz quedó amortiguada en la mano que me sujetaba. La misma persona que me ahogaba, tomó mi cintura y me arrastró dentro de una pequeña habitación —que luego pude identificar como armario— antes de que las personas detrás de las puertas que daban al despacho, salieran de este.

Luces de linternas se colaron a través de las rendijas del armario y con la poca claridad que obtuvimos, reconocí el rostro de Melodie, quien todavía ejercía presión sobre mis labios con su mano. Esta chica se las ingeniaba para estar siempre en los lugares menos pensados en los momentos más oportunos.

Impactos de bala se sintieron, secundados del sonido que provocaron las linternas al caer al suelo. Pegué un respingo de la impresión. Estos disparos sí habían estado muy cerca de nosotras.

—Estos fueron los últimos—sentí la voz de Víctor—. Voy a la primera planta otra vez, hagamos un tercer recorrido para asegurarnos que no quede ningún otro intruso armado escondido en alguna de las habitaciones de servicio y luego reiniciaremos el generador de energía.

—Venían por mi padre—intervino Caleb—, tenemos que estar completamente seguros de que no quede nadie extraño en la mansión.

Melodie me soltó y yo me giré para observar por las rendijas del armario. Allí pude ver como arrastraban dos cuerpos inertes con pasamontañas en la cara. A su paso iba quedando un rastro de sangre que me provocó deseos de vomitar.

Sin Retorno [Completada}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora