Epílogo

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Carta no entregada a Malcom

23 de noviembre del 2025

A mi amigo:

Hoy me desperté con los gritos de Candace inundando mi habitación. Tu chiquilla pelirroja es igual de insistente que tú, cuando querías conseguir algo. Ella fue y es, la fuerza que nos ha ayudado a sobrellevar estos años sin ti. Llena de vitalidad, tal como tú, no se ha cansado de decir en la última semana que su "súper papi" está por cumplir años. Porque sí, nos hemos negado a olvidarte.

Me costó mucho aceptar la invitación de Candela para quedarme con ellas en la casa de California. Estaba renuente a regresar a mi país. Pero luego de dar tantas vueltas alrededor del mundo, sin un paradero o rumbo fijo, llegué a la conclusión de que huir de los problemas no terminaría por solucionarlos. Posponer lo inevitable solo me hacía más daño, aunque me negara a admitirlo.

Luego de pensarlo por mucho tiempo, también acepté ir a terapia para lidiar con el estrés postraumático que me dejaron aquellos dos meses. No puedo decir que note mucho el avance, pero la medicación que la Señorita Charles me receta por lo menos me ayuda a dormir. De hecho, esta carta que hoy escribo y que tú no vas a leer, no es más que un ejercicio para trabajar el desapego emocional que me indujeron los acontecimientos de aquella madrugada.

Si supieras cuánta falta me han hecho tus brazos para salvarme cada vez que me he sentido ahogada en estos años sin ti. Tus palabras de aliento. Tu dura verdad que no dejaba espacio a maquillar los regaños. ¡Maldita sea! Solo fueron sesenta días y los sentí como una eternidad. Una eternidad que se redujo a la nada, cuando te arrebataron de mí.

Mis líneas no significan mucho comparadas con las lágrimas silenciosas que se han escapado de mis ojos cada vez que Candela le cuenta a la pequeña lo valiente que era su papá. Tan valiente que decidió abandonar su vida en la Tierra para irse a otra galaxia a ayudar a quienes lo necesitaban. Es solo una niña, espero que algún día entienda y valore como yo, el sacrificio que hiciste para que todas estuviéramos bien.

Quiero contarte tantas cosas. Se me hizo difícil comenzar a escribirte y es aún más duro dejar de hacerlo por ahora. Le pido a Dios todas las noches que, si realmente existe vida luego de la muerte, me deje reencontrarme contigo. Con mi amigo. Con mi guardián. Con mi 911.

Soy fuerte, gracias a ti.

Gracias por todo.

Hasta la próxima carta sin respuesta.

Frías gotas transparentes atravesaron el papel sobre el que escribía. Nuevamente sollozaba sin llamar la atención de nadie. No quería ser el punto de atención en un día tan emotivo como este.

Cinco largos años habían pasado. Ya no era la misma. Muchas cosas habían cambiado. Otras, no tanto.

Luego de autoexiliarme por un vasto periodo de tiempo, volví a mis raíces. Volví al encuentro con mis padres, con mis hermanos. Nadie se esperaba ver a la menuda chica morena, de cabello largo y oscuro, con ojos alegres y llenos de energía; plagada de tatuajes para tapar las cicatrices, con el pelo por los hombros y completamente negro. Mi vida cambió, mi cuerpo también. Mi apariencia, aún más.

La pequeña pelirroja apretaba su muñeca con cabello azul eléctrico mientras observaba por la ventanilla del coche en el asiento trasero. Yo la miraba a cada tanto por el espejo retrovisor, alternando mi atención entre ella y el cuaderno que reposaba entre mis manos. Candela conducía en silencio por la gran autopista en dirección al cementerio.

Al principio me negué a aceptar este viaje a la tumba de mi amigo, pero la madre de Candace me convenció de que sería buena idea que todas tuviéramos un cierre tranquilo y privado. Ya era hora de dejar el pasado atrás y continuar con nuestras vidas.

Sin Retorno [Completada}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora