Capitulo Veinticinco

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Briella:

—No tenemos forma de confirmar que fue Ludovick quien mandó a incendiar la casa —habló Pierre antes de darle una calada a su cigarro.

Desde temprano en la mañana había solicitado mi presencia en su despacho. Allí me encontraba junto a Malcom, Víctor y Caleb. Este último ni siquiera me había mirado al entrar. Mi indignación hacia él crecía por minutos.

Pierre quería que se le diera declaración de lo ocurrido la noche anterior, con cada detalle. Hacer una recopilación de los hechos, según él, ayudaría a encontrar alguna pista para hacer la denuncia. Estaba demasiado molesto y era entendible. Había perdido una hermosa propiedad de respaldo, sumado a una gran parte de la vegetación del jardín que también estaba reducida a cenizas.

—El cuerpo que se encontró en la propiedad, está irreconocible —intervino Víctor, quien se encontraba a mi derecha —. Según me dijeron los del laboratorio de criminalística, van a revisar la dentadura del individuo para descubrir su identidad.

La idea de un cuerpo carbonizado me revolvió las entrañas. Como alguien sería capaz de dar su propia vida para realizar un crimen. ¿Cuánto poder tenían estos hombres para decidir sobre la vida de sus empleados?

—Mantenme al tanto de cada noticia relacionada con eso —Malcom habló esta vez —. Si logro obtener un nombre, tal vez pueda usar mis contactos para dar con quien dio la orden de quemar la casa.

—Fue Sandro —soltó Caleb.

Era la primera vez que hablaba en todo el tiempo que llevábamos dentro del despacho.

—No hay seguridad de eso, estás lanzando acusaciones vacías. Solo por celos. —rebatió Zapata.

La respuesta de Malcom pareció molestar al menor de los Lavaux, puesto que este se levantó de su asiento enfurecido. Con paso rápido se acercó al escolta y de no ser porque Víctor se atravesó entre los dos, ambos se hubiesen agarrado por el cuello.

—Tú no sabes de lo que estoy hablando —gritó enfurecido.

— ¡Caleb, cálmate! —la orden de Pierre fue nula para el enojo de su hijo.

Estaban hechos un nudo de personas. Víctor intentaba mantenerlos alejados, mientras que Malcom y Caleb parecían perros de pelea buscando como descuartizarse. Pierre continuaba impasible en su puesto y yo me mantenía pegada a la pared, expectante y temerosa por los dos hombres que querían matarse.

—Yo sé muchas cosas más que tú —espetó Zapata —. Por lo menos yo se cuidar de una mujer. No como tú, que en cuanto tienes una oportunidad te vas corriendo. ¡Cobarde!

Ni cuatro personas del tamaño y la musculatura de Víctor hubiesen sido suficientes para detener la ira que hizo a Caleb lanzarse de a lleno encima de Malcom. Con su fuerza lo derribó y tiró al suelo. Justo allí comenzó a pegarle como si no existiese un mañana. Como si quisiese matarlo. La escena de California se repetía.

Víctor se apartó y dejó al ángel —que ya no se le podía llamar así, porque en esas circunstancias no era más que un demonio— moliendo a golpes al escolta, quien no se defendía.

— ¡Sepárenlos! —gritamos Louise y yo al unísono.

Ahí me percaté que dentro de la estancia ya no solo estaban los hombres. También estaba Victoria y la madre de Malcom. Ambas horrorizadas por la postal que observaban. Pierre no se inmutaba frente a la situación. Permanecía demasiado tranquilo en su gran asiento. Como disfrutando de la precaria situación que vivía su mano derecha.

El enojo por la inactividad de los presentes, que no ayudaban al pobre Zapata, me venció. Fui yo quien se lanzó entonces, encima de Caleb. La furia me cegó y no entendí más allá que la orden de Pierre diciendo que me alejara de ambos hombres. Cerré mi mente y en lo único que pensé fue en quitar a Caleb de su ventajosa posición.

Sin Retorno [Completada}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora